21.11.08

20.11.08

Pues Franco habrá muerto, pero....

No hace falta ser un experto historiador para saber que en el régimen de Franco no había libertad de expresión. Criticar al Jefe de Estado o a su régimen era la llave que abría la puerta de una celda en Carabanchel o en cualquier otra cárcel. Franco decidió que mientras tuviera vida, eso de la democracia de partidos políticos y elecciones libres no tendría un lugar bajo el sol de España. Ciertamente las experiencias democráticas habidas con anterioridad en nuestro país no habían acabado especialmente bien, y parece que ese fue el argumento que convenció al general gallego para no retirarse del mando de la nación, a diferencia de lo que bastantes años después sí hizo en Chile otro general. Cuenta George Weigel en su biografía sobre Juan Pablo II, que cuando el anterior Papa visitó el país sudamericano le pidió a Pinochet que dejara paso a la democracia, ante lo cual el general le replicó que eso podría suponer la vuelta de los comunistas al poder. El Papa polaco, que de comunismo entendía un rato, le respondió con lo que en mi opinión es uno de los argumentos más interesantes que se han dado en defensa del sistema democrático: “Los pueblos tienen `derecho´a equivocarse", dijo Juan Pablo II. Es decir, que aunque la gente puede meter la patita al votar a sus gobernantes, tiene derecho a ello.

El sucesor de Franco a título de Rey era de opinión distinta a su predecesor. Juan Carlos I llevó a este país de la dictadura a la democracia que tenemos. El pueblo español es soberano, aunque su soberanía consista básicamente en votar cada cuatro años. Fuera de eso, poco más puede hacer, salvo manifestarse en la calle cuando las cosas no van bien. Su soberanía es “entregada” a los diputados y senadores que les representan en ambas Cámaras. Por eso cada diputado y senador representan no sólo a quienes les han votado sino a todos los españoles.

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19.11.08

El País, preocupado por Germinans germinabit

“Guerra de mitras en Internet” es el título de un reportaje de Angels Piñol para la edición de hoy del diario El País. En el mismo se dice que “el diario digital Germinans Germinabit, integrista y escudado en el anonimato, ha orquestado una furibunda campaña contra Lluís Martínez Sistach, cardenal arzobispo de Barcelona, al que considera un tibio". Para colmo de los colmos “el blog tiene un enlace elocuente: el diario Religión en Libertad, del periodista de la Cope Federico Jiménez Losantos". Y lo que ya roza el paroxismo es que “el periodista Francisco Fernández de la Cigoña, auténtico `martillo de herejes´, ha felicitado y alabado a Germinans en su blog". Y yo que pensaba que el martillo de herejes era yo mismo, mientras que Paco Pepe era básicamente un “martillo de obispos progres"…

Bien, es obvio que cuando hasta El País habla de Germinans es porque la influencia de nuestros amigos de Cataluña ha alcanzado ya unos niveles impensables cuando empezaron su andadura. El País se suma a esa obsesión por saber quiénes forman parte de GG. Piñol dice que “diversas fuentes aseguran que Germinans está formado por una docena de sacerdotes de Barcelona, que rondan la cincuentena". En realidad se refiere a una lista de posibles sacerdotes miembros de GG que va corriendo por ahí desde hace un año largo. Hace no mucho apareció un blog que aseguraba que iba a revelar la identidad de los miembros de Germinans. Publicaron la primera parte de un informe en el que daban nombres y apellidos, pero a los dos o tres días, antes de sacar la segunda parte, cerraron el blog.

Como yo sí sé cuántos y quiénes son los miembros de Germinans, información que no me sacará nadie ni bajo tortura, puedo asegurar que las posibilidades de que la caza de brujas que se ha emprendido contra ellos tenga éxito, son más bien nulas. Los anti-germinans andan más despistados que un pato del Retiro madrileño en medio de una galerna del Cantábrico.

Desde el País se plantea que lo que subyace detrás de todo esto es una guerra de mitras, en la que Sistach estaría en un extremo y Saiz Meneses en el otro. También meten al pobre cardenal Rouco -si no lo hacen revientan-, quien como toda persona sensata puede suponer no tiene arte ni parte en nada de esto. De hecho, monseñor Saiz Meneses tampoco sabe nada ni creo que quiera saber.

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18.11.08

Pues parece que la "moderación" no va con Roma

Desde determinados sectores de la información y opinión religiosa se viene repitiendo machaconamente desde hace bastante tiempo la idea de que los obispos españoles, al menos los que están al frente de las máquinas en Añastro, son una especie de exaltados fundamentalistas empeñados en crispar la sociedad. Sin embargo, Roma estaría por la labor de la moderación, del “vamos a llevarnos bien con el poder", del “recuperemos el espíritu de la iglesia taranconiana", etc, etc.

Lo cierto es que desde el Vaticano se suele confiar bastante en el “hombre de Roma” de cada país, que en el nuestro es claramente el cardenal Rouco, de manera que se deja a su criterio la forma de abordar las relaciones tanto con el gobierno de turno como con la sociedad. Pero aun así, lo que desde el Vaticano nos ha llegado en las últimas semanas no es precisamente una catarata de moderación y palabras políticamente correctas. El cardenal Grocholewski pidió literalmente la objeción de conciencia a la EpC. Los obispos españoles han planteado que la misma es legítima, pero no ha habido una clara manifestación de la CEE animando a ejercerla. Y respecto al caso del “bebé-medicamento” de Sevilla, la contundencia de los diversos representantes de la Santa Sede ha sido de las que hace época.

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16.11.08

Ya no hay duda: "Bella" es una gran película

No la he visto y me temo que no me va a ser posible verla, pero acaban de enviarme el resumen de la opinión sobre “Bella” de un tal Javier Ocaña en El País. El tío este dice así:

“Una porquería de película, que pretende tocar la sensibilidad del espectador a través de los métodos más rastreros, además de ser reiterativa, melindrosa y profundamente embustera.”

Pues bien, no cabe duda que si una porquería de periódico, que ataca continuamente la sensibilidad de todos los cristianos a través de los métodos más rastreros, además de ser un panfleto masón, manipulador y repugnante, emite semejante juicio sobre “Bella", entonces es que nos encontramos ante una película que es una herramienta perfecta para atacar a la cultura de la muerte de la que El País es inequívoco paladín.

Vamos, que si a algún español decente le cabía alguna duda sobre ir o no ir a ver la película de Verástegui, ya sabe lo que tiene que hacer: buscar el cine más cercano a su casa para no perdérsela.

Luis Fernando Pérez Bustamante