¿No se puede ser obispo si se piensa así?
Una de las noticias que damos hoy en Religión en Libertad empieza así:
El obispo auxiliar electo de Linz, Gerhard Maria Wagner, se ha visto obligado a pedir a la Santa Sede que cancele su nombramiento tras la enorme polémica desatada en Austria por sus opiniones sobre Harry Potter o la homosexualidad….
Mi nulo conocimiento del alemán me priva de poder consultar los medios de comunicación austriacos para conocer de primera mano el pollo que se ha montado allá, pero todo parece indicar que la movida ha sido bien gorda. Leo en El Periódico que el arzobispo de Salzburgo, Alois Kothgasser, muy enfadado con el nombramiento de Wagner, llegó a preguntar si “hace falta sanear la Iglesia hasta convertirla en una secta en la que sólo permanecerían unos pocos fieles adeptos a la línea oficial o hace falta que la Iglesia se abra, deje espacio para la diversidad e influya a la sociedad desde dentro". Bien, precisamente de la respuesta a esa pregunta tendremos la clave sobre el futuro de la Iglesia.
Tiene guasa que ese arzobispo nos venga con esas cuando él ha demostrado tener una tolerancia NULA hacia las posturas conservadora de Wagner. O sea, la apertura está bien para todos menos para los que creen lo mismo que el que iba a ser obispo y ya no lo será. Es la famosa intolerancia de los tolerantes, que en el ámbito eclesial es un virus de la peor especie. Sólo toleran aquello que se separa de la fe de la Iglesia, pero si alguien asoma la cabeza y dice que a veces Dios castiga a los pueblos por su inmoralidad -como si eso no fuera lo que afirma la Biblia-, que la serie de libros del mago Harry Potter es satánica -no sé si lo es, pero la magia no es cristiana-, y que la homosexualidad puede ser en ocasiones una enfermedad -y guste o no, eso es discutible-, entonces no le dejan ser obispo.