Aznar y el derecho a la vida
Durante mucho tiempo he sido de la opinión de que José María Aznar ha sido el mejor presidente del gobierno desde que llegó la democracia a España tras el régimen franquista. Siempre pensé que había cometido muchos errores, como no puede ser de otra forma, pero si se le comparaba con el felipismo y el zapaterismo, la cosa no tenía color. Hoy no pienso así.
Esta semana, y ya es “curioso” que sea precisamente en la semana anterior a las elecciones europeas, la Universidad San Pablo CEU ha celebrado un congreso en el que han participado políticos de los dos partidos mayoritarios. Parecen que se ha buscado a lo “mejor” de cada casa desde una perspectiva cristiana. José Bono, que no se pierde una, se presentó como cristiano y socialista. Y Aznar apareció a ayer a decirnos que él está a favor del derecho a la vida y en contra de la reforma de la ley del aborto, en especial en aquello que hace referencia a la posibilidad de que una menor aborte sin consentimiento paterno. Por supuesto no se ha dado lugar a ningún representante de los partidos que sí defienden la vida. No vaya a ser que la gente se dé cuenta de que hay alternativas verdaderas al bipartidismo. Que una parte importante del profesorado del CEU haya mostrado su apoyo público a uno de esos partidos no parece suficiente. Y si además se logra que un arzobispo y un cardenal bendigan con su presencia esa forma de actuar, pues mejor que mejor.
El caso es que don José María Aznar, el auto-proclamado defensor del derecho a la vida, fue presidente de este país durante ocho años. Y cuatro de ellos, con mayoría absoluta. Y hete aquí que cuando alguien le preguntó por qué no había movido un pelo de su mostacho para acabar con el aborto, este egregio defensor de los no nacidos respondió que nadie “es perfecto en la vida” y que “cuando se tienen responsabilidades se hace lo que se puede". Y a continuación subrayó que, en todo caso, hay que actuar con “coherencia” y que él lo ha hecho porque siempre ha defendido “el derecho a la vida” y nunca podrá mirar con “simpatía o aprecio” el aborto. Y por lo que cuentan las crónicas del acto, no se le cayó la cara de vergüenza al suelo.