Unas preguntas a Monseñor Uriarte y al resto de obispos españoles
Monseñor Uriarte, suponiendo que sea cierta la noticia de que usted intercedió ante el gobierno socialista para que cediera al chantaje planteado por De Juana Chaos, le pregunto:
¿Es usted consciente de que, desde su condición de obispo católico, está pisoteando la memoria y burlándose de todas las víctimas de ese asesino?, ¿es usted consciente de que su comportamiento despierta el más profundo de los desprecios en la inmensa mayoría del pueblo católico de España?, ¿es usted consciente del gravísimo daño que causa al Cuerpo de Cristo con su indigno proceder?
Al resto de obispos españoles:
¿Hasta cuándo van ustedes a permanecer callados ante la indignidad que nos viene, un día sí y otro también, desde un sector muy importante de la Iglesia en el País Vasco?, ¿no saben aquello de que "el que calla otorga"? ¿es que no pueden al menos apelar contundentemente a Roma, al mismísimo Benedicto XVI, para que acabe con esta sangría para la credibilidad de la Iglesia?
Luis Fernando Pérez Bustamante
6 comentarios
Primer grupo de preguntas: todos sabemos que es plenamente consciente de ello y que le importa un rábano.
Segundo grupo de preguntas: todos sabemos que lo saben y que no hay autoridad suficiente para dar la respuesta que se merece, ni siquiera en Roma.
(P.D.: ya que es imposible maquillar el careto al de la fotografía, por estética y por ética, pon otra tomada a más distancia, incluso a mayor de la expuesta hoy en la Cigüeña, que no consigue disimular el estado de gravitación en que ha caído).
"¿no deberíamos pensar también en lo que debe sufrir Cristo en su propia Iglesia? En cuántas veces se abusa del sacramento de su presencia, y en el vacío y maldad de corazón donde entra a menudo. ¡Cuántas veces celebramos sólo nosotros sin darnos cuenta de él! ¡Cuántas veces se deforma y se abusa de su Palabra! ¡Qué poca fe hay en muchas teorías, cuántas palabras vacías! ¡Cuánta suciedad en la Iglesia y entre los que, por su sacerdocio, deberían estar completamente entregados a él! ¡Cuánta soberbia, cuánta autosuficiencia! ¡Qué poco respetamos el sacramento de la Reconciliación, en el cual él nos espera para levantarnos de nuestras caídas! También esto está presente en su pasión. La traición de los discípulos, la recepción indigna de su Cuerpo y de su Sangre, es ciertamente el mayor dolor del Redento...
La persona que me contó esto era uno de esos chavales. Después de aquello, se negó a confirmarse y abandonó toda práctica católica. Ventitantos años después así sigue. Es una excelente persona y tiene una gran sensibilidad espiritual, pero las cosas que vio en el clero vasco lo han dejado resabiado para siempre.
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