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2.06.08

¿Es el marido cabeza de la mujer en el matrimonio cristiano?

En la noticia sobre la excomunión de las mujeres que se prestan a la farsa de ser “ordenadas” como sacrdotisas, he mantenido una charla interesante con algunos de los comentaristas de ReL. Uno de ellos, en este caso una porque es una mujer, citaba Ef 5,22-24 “Las casadas estén sujetas a sus propios maridos, como al Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, así como Cristo es cabeza de la iglesia, la cual es su cuerpo, y él es su Salvador. Así que, como la iglesia está sujeta a Cristo, así también las casadas lo estén a sus maridos en todo“, para a continuación afirmar “Lo cual tiene traducción en consecuencias jurídicas muy precisas y que han probado ser nefastas".

Como quiera que dicha comentarista se negaba a aceptar el magisterio de la Iglesia sobre la reserva de la ordenación sacerdotal para los hombres, le respondí lo siguiente:

Te cito el magisterio de la Iglesia y no lo aceptas. Te cito la Escritura y no lo aceptas. ¿Qué es lo que pretendes? ¿que te de la razón sin más?
Podría explicarte como la sumisión en el cristianismo no es estar uno bajo la bota de otro, o hacerte ver que la Escritura demanda más del marido respecto de la mujer que viceversa, pero es que me parece una pérdida de tiempo.

La reacción no se hizo esperar:

¿Usted está casado? ¿Es usted feliz? ¿O sólo le han dado calabazas en esta vida? Porque eso parece. Quien ama y se siente amado, quien ama al prójimo como a si mismo que es el mandato que hay que cumplir y usted con el debido respeto, se está pasando por el forro dados sus propios condicionantes psicológicos personales, extrae lo peor de las Escrituras. ¿Sabe usted que cualquiera de los profetas era probablemente una persona mucho más inculta que usted y que yo? Tómense los textos y las cosas como de quien vienen: inspiradas por Dios… y escritas por hombres. La IC son sólo hombres: buenos, malos y egulares: homosesxuales, pederastas y hasta criminales que ha habido entre ellos: ¿les otorgamos alguna autoridad sólo porque sí, contra ratio y natura?
No Luis Fernando: examine usted su corazón, porque siendo católico de la manera que que lo es usted, créame: lo veo muy cerquita del diablo. Y no usemos los Evangelios para hacer el mal y recuerde: el Magisterio de la Iglesia en su día quemaba a la gente viva… y además incluso asaditos a fuego lento, sin dejar que el humo los adormeciese pronto sino prolongando el sufrimiento. Luis Fernando: a Dios… no le engañamos nadie. Eso es lo esencial y que usted deberìa tener muy presente.
¿Toda su vida han sido calabazas? ¿Es que ninguna mujer le ha querido de verdad? ¿Es que usted no ha querido nunca a otra persona o no se ha sentido de verdad querido? ¿Cómo puede usted estar tan lleno de odio, de desamor del que en vez de promocionar a prójimo sólo quiere limitarlo de un modo que se sabe que sólo le hace mal?
¿No se da cuenta de que sus posts son un libro abierto, como los de “josafat” que hablan de dolor en el alma?

Ante tantas preguntas respondí:

Estoy felizmente casado, soy padre de tres hijos y antes de que vaya a sugerir nada, le aseguro que no tengo a mi esposa sometida bajo ninguna bota. Eso sí, créame que no es culpa mía que a los ojos de Dios yo sea su cabeza, como Cristo es cabeza de la Iglesia. Yo no elegí que las cosas fueran así, no inspiré las Escrituras (fue el Espíritu Santo), ni desde luego hago un uso personal interesado de dicha enseñanza. Me basta con intentar hacer lo que la Escritura me pide que haga respecto a mi esposa y mis hijos. Aún me queda mucho que mejorar en ese aspecto.

Para ir acabando le diré que, sintiéndolo mucho, desde hace ya bastantes años tengo la “fea costumbre” de aceptar lo que la Iglesia enseña en todo lo referente a la Revelación de Dios, lo cual incluye el asunto de la ordenación sacerdotal reservada para los hombres. Usted no acepta el magisterio de la Iglesia en ese punto. Vale, me parece muy bien. Allá usted.

Y es entonces cuando intervino otro comentarista para preguntarme:

¿Dice en serio que USTED ES CABEZA de su esposa? ¿Y eso es porque SEGÚN USTED lo dice inerrantemente la Escritura? Y ya que bajo una bota no tiene usted a su mujer, ¿en qué consiste, en la práctica eso de que el varón sea cabeza de la mujer?

“intentar hacer lo que la Escritura me pide que haga respecto a mi esposa y mis hijos”
Y eso consiste ¿en…?

Respondí:

Una pregunta:
¿El que Cristo sea cabeza de la Iglesia supone que la oprima, la esclavice, etc?
Como esposo leo esto:
Ef 5,25
Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se entregó a sí mismo por ella.

Y como padre, esto:
Ef 6,4
Padres, no exasperéis a vuestros hijos, sino formadlos más bien mediante la instrucción y la corrección según el Señor.

Si no entendéis lo que significa la sumisión o la sujección en el ámbito de la fe cristiana, no habéis entendido nada. No es la sumisión esclavizante en la que uno es el amo y el otro una especie de ser inferior. El machismo y el feminismo son la perversión de los principios bíblicos que marcan las relaciones entre el hombre y la mujer, entre el marido y la esposa.

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25.05.08

Ave Verum Corpus

1ª Cor 10,16
La copa de bendición que bendecimos ¿no es acaso comunión con la sangre de Cristo? Y el pan que partimos ¿no es comunión con el cuerpo de Cristo?

Cualquiera que lee la Escritura con los ojos de la Iglesia de Cristo puede entender el precioso tesoro que Cristo nos ha legado en la celebración eucarística. Ese tesoro es ni más ni menos que su presencia como pan de vida que nutre nuestras almas y nos salva. Dijo San Agustín en uno de sus sermones:

Este cáliz, mejor, lo que contiene el cáliz, santificado por la palabra de Dios, es la sangre de Cristo. Por medio de estas cosas quiso el Señor dejarnos su cuerpo y su sangre, que derramó para la remisión de nuestros pecados.
(S. Agustín Sermón, 227; SC 116,234; BAC 447,285)

La Eucaristía es doblemente comunión. Es comunión con Cristo y, a través de Él, con la Iglesia. Y a su vez, es en la Iglesia donde podemos tener verdadera comunión con Él. Por eso mismo, el propio San Agustín advertía de que sólo aquellos que se mantenían en comunión con la Iglesia podían comulgar verdaderamente con el Señor:

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23.05.08

San Juan Crisóstomo y la Eucaristía

Sobre el sacerdocio
L6 c.4 (Colombo,257-261; MG46,680s; Real, 113 ss)

Si tocamos el punto de que el sacerdote es el que invoca al Espíritu Santo, el que celebra aquel sacrificio tan tremendo, el que continuamente toca a Dios con sus manos y el que tiene las llaves del cielo, ¿dime, por tu vida, dónde podremos colocar a este hombre? Reflexiona tú ahora un poco cómo deben ser aquellas manos que tocan cosas tan santas; cómo debe ser aquella lengua que pronuncia tales palabras y qué alma puede haber ni más pura ni más santa que aquella que he recibir a tal Espíritu: los ángeles en este acto asisten al sacerdote; las potestades celestiales llena el santuario, cercan el altar sagrado y contemplan extasiadas la sublimidad y grandeza del Señor; tal es el asombro que a todos nos deben causar también las cosas que allí se celebran.

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20.05.08

¿A qué se parece un culto cristiano del siglo II?

A los hermanos separados que no aceptan la doctrina católica y ortodoxa sobre la Eucaristía, les pido que lean detenidamente la descripción que San Justino Mártir hace de un culto cristiano en el siglo II.

Apología I

Terminadas las oraciones, nos damos mutuamente el ósculo de paz. Luego, al que preside a los hermanos, se le ofrece pan y un vaso de agua y vino, y tomándolos él tributa alabanzas y gloria al Padre del universo por el nombre de su Hijo y por el Espíritu Santo, y pronuncia una larga acción de gracias, por habernos concedido esos dones que de Él nos vienen. Y cuando el presidente ha terminado las oraciones y la acción de gracias, todo el pueblo presente aclama diciendo: Amén.
“Amén”, en hebreo, quiere decir “así sea.”

Y una vez que el presidente ha dado gracias y aclamado todo el pueblo, los que entre nosotros se llaman “ministros” o diáconos, dan a cada uno de los asistentes parte del pan y del vino y del agua sobre que se dijo la acción de gracias y lo llevan a los ausentes.

Y este alimento se llama entre nosotros “Eucaristía”, de la que a nadie le es lícito participar, sino al que cree verdaderamente nuestras enseñanzas y se ha lavado en el baño que da la remisión de los pecados y la regeneración, y vive conforme a lo que Cristo nos enseñó.

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