"Lamet versus Masiá" o la diferencia entre vivir en la frontera y cruzarla
El “caso Masiá” tiene toda la pinta de ir llegando a su estación de término. El todavía jesuita lleva años empeñado en que le echen de su orden y puede que esté cerca de conseguirlo. Despechado desde que -dicen que por presiones del cardenal Rouco- le retiraron de la cátedra de bioética en la Universidad de Comillas, se embarcó en una cruzada anti-jerarquía y anti-magisterio de la Iglesia. No hay ni un solo tema relacionado con la bioética en la que el jesuita no sostenga, de forma pública, notoria y yo diría que hasta chulesca -suele burlarse de los, según él, pocos conocimientos de los obispos- una posición contraria a la de la Iglesia. Pero es que ocurre lo mismo con muchas otras doctrinas católicas.
Mi proceder en relación al padre Masiá es bien conocido. Si este jesuita se hubiera recluido en Japón para pasar los últimos años de su vida enseñando sus heterodoxias en japonés, obviamente no le habría seguido sus pasos. Pero como insistió en no hacer caso a su inmediato superior, quien le pidió que limitara sus actividades en lengua española, pues llegó un momento en que, tras un artículo suyo que consideré blasfemo, decidí escribir una carta al Prepósito General de la Compañía de Jesús. Y a la misma se añadieron la firma de 148 lectores de este blog (luego me llegaron unas cuantas más). A las dos semanas de enviada la carta, el Secretario de la Compañía de Jesús, P. Ignacio Echarte, me respondió amablemente, asegurando que me agradecía en nombre del Prepósito General “su actitud y su preocupación, que no serán ineficaces“. Hasta ahí, lo que sabemos públicamente. Yo sé alguna otra cosa que, por prudencia, me callo.