Arregui el hereje y sus palmeros mediáticos
Érase una vez una iglesia local, la de San Sebastián, cuya trayectoria apuntaba a la necesidad de que se la proveyera de un pastor con unas características muy concretas. En Roma se dieron cuenta de que dicho pastor no era otro que don José Ignacio Munilla, que tras ser sacerdote en dicha diócesis había sido ordenado como obispo el frente de la Iglesia en Palencia. Monseñor Munilla representa el modelo de obispo que el Vaticano quiere para la Iglesia en España. Justo el mismo que odian los que desean que se profundice en la secularización interna denunciada por los obispos españoles en el 2006.
Además, Monseñor Munilla es vasco de origen, de corazón y hasta de lengua, pues habla el euskera perfectamente. Políticamente no es ni nacionalista ni no-nacionalista. Ya como párroco en Zumárraga supo ser sacerdote para todos, independientemente de su adscripción política. Eso sienta mal a ese sector de la Iglesia en el País Vasco que antepone antes la identidad sociopolítica a la espiritual.
Por eso, cuando el Papa le nombró como nuevo obispo de San Sebastián, empezó una campaña brutal contra él. Aunque la misma se desarrolló en varios medios de comunicación, fue en uno de ellos, Religión Digital, el que llevó la voz cantante. Su director, José Manuel Vidal, llegó a pedirle que renunciara antes de tomar posesión. Hubo de todo, cartas de sacerdotes guipuzcoanos incluida. Ya entonces el franciscano José Arregui protagonizó uno de los sucesos más patéticos y repugnantes de dicha campaña, haciendo alusión a una carpeta del ordenador, supuestamente titulada “Mafia", que Monseñor Munilla se había dejado en la parroquia de Zumárraga. En la misma habría archivos con notas sobre otros sacerdotes de la misma diócesis. Precisamente el párroco que tomó el relevo de don José Ignacio aseguró que el franciscano había calumniado al obispo. Y, conviente tener muy en cuenta este dato, fue Monseñor Uriarte, no Munilla, quien ordenó callar al franciscano.