El mito de la Iglesia de base
Una de las cosas que más tienden a reivindicar aquellos que han hecho de su catolicismo un ejercicio intensivo de disidencia contra el magisterio de la Iglesia, es su condición de ser la iglesia de base. Por un lado está la jerarquía, llena de señores desconectados con la realidad y el evangelio, y por otro ellos, auténtica voz profética del Espíritu Santo para la Iglesia post-conciliar. Y cada vez que la jerarquía osa, fíjense ustedes, recordar la doctrina y la moral de la Iglesia, esa "iglesia de base" asoma por todas partes para soltar un discurso crítico, que lleva siendo el mismo desde hace ya unas cuantas décadas.
Ocurre que a una mayoría considerable de católicos practicantes les importa más bien poco todas esas controversias. Esos millones de fieles se dedican a ir a misa todos los domingos y fiestas de guardar y a rezar a Dios, sobre todo cuando las cosas les van mal. Si tienen suerte de asistir a parroquias con curas fieles a la Iglesia, pues pasarán sus vidas sin mayores sobresaltos. Si les tocan curas "progres" pues dependiendo del caso se buscarán otra parroquia si viven en una ciudad, o se acomodarán a la situación. Pero en todo caso, a esa gran masa de católicos ni les va ni les viene las movidas sobre Sobrino, Küng, Masiá, la Juan XXIII, etc, etc. Sencillamente pasan.
Luego está el mundo de los movimientos. Ahí la cosa cambia. El indiferentismo es mucho menor.