InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Categoría: Importado

11.03.09

Iglesias mundanas, iglesias vacías

Pablo Ginés, ese buen periodista que con tanto acierto ha “fichado” recientemente el diario La Razón para encargarse de su información religiosa, nos ofrece hoy un estudio bien interesante sobre la realidad eclesial en el seno del protestantismo de EEUU. Las cifras hablan por sí solas. Cuanto más escorada hacia la “izquierda” esté una denominación protestante, más vacíos se quedan los bancos de sus templos. Los episcopalianos, tan abiertos al lobby gay, al aborto y a cualquier aberración contraria a la Revelación de Dios, se desploman sin remedio. Y la propia “iglesia” de Obama, ese “cristiano” que tan feliz está de entregar embriones humanos en manos de los Mengueles del siglo XXI, está de capa caída.

Y es que pocas cosas hay tan estúpidas como pretender ser cristiano y mantener una moral contraria a la que con una contundencia fuera de toda duda aparece en la Escritura. El cristianismo no es una mera colección de leyes y normas, pero no se puede ser cristiano y apoyar el aborto, no se puede ser cristiano y pensar que las relaciones homosexuales son agradables a los ojos de Dios porque “son fruto del amor de dos personas del mismo sexo", no se puede ser cristiano e ignorar que Cristo mismo pide a sus seguidores una justicia superior a la de los escribas y fariseos.

Lo que caracteriza a aquellos que quieren el señorío de Cristo en sus vidas no es la justificación de lo injustificable, no es pisotear la sangre derramada en la cruz llamando bien al mal. Pocas cosas hay tan execrables y tan miserables en este mundo como un cristiano mundano que además busca convencer a otros de la supuesta bondad de su miseria. Son los ciegos que guían a otros ciegos a su destrucción. Son, en palabras de San Pedro, “el perro que vuelve a su vómito y la puerca lavada que va de nuevo a revolcarse en el cieno“, pues “mejor les hubiera sido no haber conocido el camino de la justicia, que después de haberlo conocido, volverse atrás del santo mandamiento que les fue dado“.

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10.03.09

Monseñor Asenjo va a demostrar que algunos tenemos razón

Hace unos días escribí en uno de mis posts la siguente frase:

El mecanismo de cambio, reforma y recuperación de las iglesias enfermas pasa necesariamente por el nombramiento de buenos pastores.

No es que el nombramiento de un buen obispo sea garantía de que todo vaya a cambiar a bien en un abrir y cerrar de ojos. Hay diócesis que están tan “perdidas” que necesitarán no sólo de un buen obispo, sino de al menos dos o tres que sepan construir unos buenos cimientos desde el único instrumento efectivo que tienen para promover un cambio real: el seminario. Cuando un obispo de buenas intenciones y mejores planes llega a una diócesis donde el 80% o más del presbiterio ha vivido décadas bajo la influencia de una pastoral pseudoprogre post-conciliar, no tiene bueyes con los que arar el camino. Además, la absoluta falta de vida vocacional en diócesis así, con los seminarios vacíos, implica que la sustitución de ese clero sea una labor a muy largo plazo. Es por ello que a veces no se pueden ver los resultados de un buen obispo a corto-medio plazo. El buen pastor debe de adaptarse en buena medida al rebaño que se le ha encomendado y, desde la prudencia que no se riñe con la firmeza, empezar a quitar los rastrojos que permitan una buena siembra. Para ello ha de apoyarse en los pocos o muchos laicos que estén dispuestos a colaborar con quien es su padre en el Señor. Y debe de mimar a los buenos sacerdotes con los que verdaderamente pueda decir que está en comunión. Del resto, bastante hará si logra que no se le subleven o le hagan el vacío.

La clave, insisto, es entrar a saco en el seminario. Es allí donde se formará el futuro de una diócesis. Si hace falta traer a seminaristas de fuera se hace. Es preferible diez seminaristas de fuera de España a uno español cuya formación catequética y espiritual haya pasado por manos de curas de camisa abierta, homilética buenista y sacramentalismo deficiente.

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Masiá: Si no quieres caldo, toma dos tazas

La Iglesia Católica ha condenado la decisión del presidente Obama de dar vía libre a la finaciación de la investigación con células madre procedentes de embriones humanos. El Papa dijo hace dos años lo siguiente al respecto:

“..la investigación, al margen de su utilidad terapéutica, no se pone verdaderamente al servicio de la humanidad, pues implica la supresión de vidas humanas que tienen igual dignidad que los demás individuos humanos y que los investigadores. La historia misma ha condenado en el pasado y condenará en el futuro esa ciencia, no sólo porque carece de la luz de Dios sino también porque carece de humanidad".

Parece claro que la Iglesia no se anda con contemplaciones en este asunto, ¿verdad? Pues nada, hoy tenemos al insigne sacerdote jesuita Juan Masiá alabando a Obama y la investigación que destruye embriones de nuestra especie. Dice este sacerdote:

El decreto de Obama vuelve a hacer conciliables ciencia y ética y afianza la postura de la sana laicidad de la ética frente a ideologizaciones político-religiosas.

En el resto del artículo, este jesuita reconoce dos cosas:

1- Que la postura oficial de la Iglesia es la que todos sabemos.

2- Que él está en desacuerdo con dicha postura oficial.

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9.03.09

El jesuita que considera que abortar es un deber moral en determinados casos

Juanjo Romero ha escrito un artículo sobre la última ocurrencia del sacerdote jesuita Juan Masiá. Este insigne jesuita, experto entre los expertos de su orden en asuntos de bioética, ejemplo vivo de en qué se ha convertido esa orden, especialmente en Japón, sostiene que en algunos casos, como el de la niña brasileña de 9 años embarazada de gemelos, el aborto no sólo no debe ser condenado sino que lo inmoral es no provocarlo. Dice el padre Masiá:

Y repasar los criterios de moral para situaciones límite, con el fin de saber cuándo es irresponsable llevar adelante un embarazo con serio peligro para la madre y en qué casos se debe interrumpir el proceso de gestación antes de que sea demasiado tarde para ello. En casos como éste la pregunta correcta del moralista no es si se puede interrumpir el proceso, sino si es irresponsable el permitir que siga adelante y, por tanto, hay más bien obligación moral de interrumpirlo.

Vamos, ni Bibiana Aído lo diría mejor. Me pregunto cómo es posible que a este gobierno no se le haya ocurrido incluir a Masiá en el grupo de “expertos” que trabajaron sobre la futura ley del aborto. Les habría facilitado mucho las cosas y además habría sido la coartada perfecta en contra de esa Iglesia fundamentalista, carca, tridentina, preconciliar, medieval e inhumana que excomulga a quienes practican abortos a niñas de 9 años. Al fin y al cabo, el padre Masiá sigue siendo a día de hoy jesuita y sacerdote, sin que sus constantes posicionamientos en contra de la fe y la moral católica tengan la menor consecuencia. Eso supone que la Iglesia en general, y su orden religiosa en particular, se hace cómplice de sus ideas, pues de lo contrario ya habría abierto algún tipo de proceso contra él. Y rumores aparte, lo cierto es que tal cosa no ha ocurrido. Al menos de forma oficial.

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6.03.09

Las dudas de los obispos alemanes

La Conferencia Episcopal Alemana ha publicado un comunicado en el que manifiestan las dudas del episcopado alemán sobre la total integración de la FSSPX en el seno de la Iglesia. En realidad, no han dicho nada nuevo pero es significativo que en vez de alegrarse por un posible cambio de la situación, se dediquen a plantear dudas sobre la cuestión. De hecho Roma ha dejado bien claro que la remisión de las excomuniones no supone la comunión plena de los obispos de la Fraternidad, así que, ¿a qué viene ese comunicado? ¿quieren ser ellos, los obispos alemanes, los que indiquen qué es lo que tiene que hacer la FSSPX? ¿acaso eso no le corresponde a Roma? ¿o es que vamos a tener que celebrar un concilio para que el Papa pueda recibir el permiso de toda la Iglesia para solucionar un cisma?

Detrás de todo está la famosa y repetidísima apelación el Concilio Vaticano II. En serio, señores, que ha sido un concilio más. Y además no dogmático. Con tanto Vaticano II por acá y Vaticano II por allá, están llenando de razón a los lefebvristas, que acusan al concilio de ser una especie de frontera entre una forma de ser de la Iglesia y otra a la que ellos se oponen. Aquí parece que si uno mira con desprecio el concilio de Trento es poco menos que doctor de la Iglesia, pero si otro plantea algunas dudas sobre el Vaticano II, merece ser expulsado a las tinieblas eternas con un capirote en la cabeza y un cartel al cuello que ponga “fundamentalista, cismático, nazi, fascista y preconciliar". Y digo yo que si el Vaticano II fue un concilio pastoral y las consecuencias pastorales son las que saltan a la vista -no todas buenas-, algo…. quizás algo… no se hizo del todo bien, ¿no? ¿Puedo pensar eso o ya soy reo de esa nueva inquisición que ha tomado al Vaticano II como el dogma de los dogmas, el intocable, el perfecto entre los más perfectos de los concilios, el “non plus ultra", el oráculo de la Verdad al que todos deben la devoción que se presta a la Palabra de Dios?

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