Camino de Pentecostés

La Semana Santa ha pasado. Cristo ha resucitado y está sentado a la derecha del Padre. Nos ha abierto la puerta al cielo, nuestro hogar eterno, pero todavía no es el tiempo de nuestra partida. Queda mucho por hacer acá abajo, porque si en verdad creemos que la voluntad del Señor ha de hacerse así en la tierra como en el cielo, sus hijos hemos de ser agentes activos que trabajan porque se cumpla dicha voluntad en el mundo. Hasta que lleguen los nuevos cielos y la nueva tierra, somos embajadores del Reino de Dios entre la humanidad que todavía no ha vuelto sus pasos hacia el Creador.

Mas bien sabe Dios que todavía somos débiles y por eso dispuso enviarnos al Consolador, al Espíritu Santo que es el Dios que procede del Padre y del Hijo, del amor divino que se profesan. El Padre nos ama tanto que no sólo envía a su Hijo para salvarnos, sino también al Espíritu Santo para santificarnos, para que seamos partícipes de su naturaleza, para que podamos ser templos vivos de la divinidad. Como la Shekinah guió al pueblo elegido por el desierto, el Espíritu Santo habita en el corazón del creyente para guiarle en el camino hacia la tierra prometida de la santidad. La Ley ya no está escrita en tablas de piedra sino en corazones de carne. Pero es necesario que cada cual se libre de su propio becerro de oro, pues Dios sigue siendo un Dios celoso, que odia el pecado y disciplina a sus hijos, no para destruirlos sino para purificarles. Mal Padre tendríamos si su santidad no rechazara nuestro pecado y su ira fuera destructora.

El Espíritu Santo es el fuego purificador que quema nuestras imperfecciones para que seamos imagen del Hijo, de forma que podamos decir con San Pablo: "ya no vivo yo, sino Cristo vive en mí". Él es quien conduce nuestras oraciones, quien calma nuestra ansiedad en el tiempo de la prueba, quien nos abre el entendimiento de la Revelación de Dios, quien pone la pasión de la vocación en el alma dispuesta, quien modela nuestra conciencia para que, como decía el Venerable cardenal Newman, sea verdaderamente vicaria de Cristo.

Sea María nuestro ejemplo, nuestro modelo de ser humano abierto a la acción del Espíritu Santo. Aquel que la cubrió con su sombra para convertirla en el templo vivo de la Encarnación del Verbo, por la fe hace nacer hoy a Cristo en nuestros corazones. Y si obedecemos a la Madre que nos ordena hacer lo que su Hijo manda, si la imitamos guardando en nuestro corazón aquellos acontencimientos en los que vemos la mano de Dios, podremos sentir su aliento materno cuando nos toque subir a nuestra propia cruz.

Se acerca Pentecostés. Es hora de orar intensamente, de preparar todo nuestro ser para ese encuentro con el Espíritu. Da igual los años que llevemos de peregrinación espiritual. Dios, por su Espíritu, hace nuevas todas las cosas. Él quiere derramar sus dones sobre ti, para que produzcas fruto abundante.

A Él sea la gloria por los siglos de los siglos.

Luis Fernando Pérez Bustamante

5 comentarios

  
Charly
"Dios, por su Espíritu, hace nuevas todas las cosas"... Esta frase me ha recordado a la película de la Pasión cuando, Jesús, camino del Monte Calvario lleva la cruz y cae al suelo; en ese momento, María, aparece por un lado y Jesús le dice ago así como "Ves, Madre, estoy haciéndolo todo nuevo". Es una frase y, sobre todo, un momento clave en la historia de Jesús y que, personalmente, me marca.
No importa lo que hayamos sido, cuánto hayamos pecado, ni siquiera incluso la debilidad que nos hace caer una y otra vez, sino que Dios nos moldea de nuevo, nos hace ser criaturas nuevas, almas nuevas... Sólamente tenemos que poner toda nuestra confianza en Él y dejarnos impregnar por su amor, su perdón y nuestro humilde y sincero arrepentimiento.

Un abrazo en Aquél que nos une,
Charly.
13/04/07 3:19 PM
  
Carmen Bellver
Es una predicación hermosa, gracias. Yo llegue a Pentecostés muy tarde y con perfecta conciencia de desear recibir el Espíritu. Se olvidaron de confirmarme y tuve que solicitarlo. Cosas que pasan, pero me alegro que fuera así. Por decisión propia y ya en edad adulta.
Los Evangelios de cada día en este Pentecostés son una gozada. Hoy en el lago con Pedro y la confianza puesta al límite.
Un saludo
13/04/07 3:21 PM
  
acolito
tu sermon es bello.pero tienes nihil obstat y te traduzco.permiso.para sermonear sin ni siquiera ser diacono en nombre de la iglesia.se que esto me lo vas a borrar,pero te lo digo de corazon.
13/04/07 9:39 PM
  
Luis Fernando
Yo no escribo sermones sino artículos para el blog. Si algunos tienen la apariencia de sermón, pues qué se le va a hacer. El Código de derecho canónico, en su art 767, reserva a los ministros ordenados la predicación durante la liturgia, pero un blog no es un templo donde se celebran misas.

Además, el art 766 dice:
C766 Los laicos pueden ser admitidos a predicar en una iglesia u oratorio, si en determinadas circunstancias hay necesidad de ello, o si, en casos particulares, lo aconseja la utilidad, según las prescripciones de la Conferencia Episcopal y sin perjuicio del can. 767, P1.

Tampoco este blog es una iglesia u oratorio. Mi obispo es lector habitual del blog y si encuentra algo que sea incorrecto no tiene nada más que decírmelo para que yo lo corrija.
13/04/07 10:39 PM
  
acolito
muchas gracias por tu observacion y buenas noches.
13/04/07 11:04 PM

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