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26.06.16

Monofisismo, nestorianismo y cerulialismo... pelillos a la mar

- Oiga, para seguir en plan cenizo, mejor acelere su marcha.

- Las cosas ocurren cuando Dios quiere, si Dios quiere y como Dios quiere. O al menos, permite.

Parto del hecho de que la unión de los cristianos es algo querido por Cristo, quien pidió al Padre que todos fuéramos uno. Por tanto, buscar la unidad no puede ser considerado como algo malo o herético. También parto del hecho de que la Iglesia de Cristo “subsiste en” la Iglesia Católica. Antes del CVII se decía “es", en vez de subsiste. Veremos, permítaseme la ironía, si más adelante no nos toca decir que “sobrevive en".

Ni que decir tiene que la Iglesia Católica ha cambiado radicalmente su actitud ante el ecumenismo en el último medio siglo. Sí, ciertamente se publicó el documento Dominus Iesu (DI), que intentaba poner freno a determinados excesos, pero como ocurre con gran parte del Magisterio escrito en estas décadas, ni es conocido por la mayoría de los fieles ni está claro que sirva para otra cosa que para que algún día, Dios así lo quiera, se pueda llevar a cabo una reforma que suponga un regreso a la esencia del catolicismo, hoy tan diluida entre kasperitas, tibios e ignorantes. Incluso ese documento ratifica un claro cambio de la actitud ante los no católicos por parte del catolicismo. Por ejemplo, el Catecismo de San Pío X (uno de esos profetas a los que no se hace ni caso), decía lo siguiente del protestantismo:

129. El Protestantismo o religión reformadacomo orgullosamente la llaman sus fundadores, es el compendio de todas las herejías que hubo antes de él, que ha habido después y que pueden aún nacer para ruina de las almas.

Ahora a los protestantes se les llama comunidades eclesiales separadas que aunque “tienen sus defectos, no están desprovistas de sentido y de valor en el misterio de la salvación, porque el Espíritu de Cristo no ha rehusado servirse de ellas como medios de salvación, cuya virtud deriva de la misma plenitud de la gracia y de la verdad que se confió a la Iglesia” (DI, 17).

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