Para saber cómo conducirse en medio de la confusión
Publicado el 3 de enero del 2014. Republicado el 14 de abril del 2016.
—
Sabiendo, como sabemos, que la Iglesia es el Israel de Dios, no podemos por menos que, como pueblo, echar un vistazo atrás para discernir cuál es el camino a seguir si queremos ser fieles al Señor. Así lo pidió Yavé a su pueblo por medio del profeta Jeremías, que desgraciadamente no le hizo caso:
Así dice Yavé: Haced alto en los camino y ved, preguntad por las sendas antiguas: ¿Es ésta la senda buena? Pues seguidla y hallaréis reposo para vuestras almas. Pero dijeron: “No la seguiremos".
(Jer 6,16)
En mi opinión, uno de los mayores pecados de esta generación -y de la precedente- ha sido la de dejarnos engañar por esa mentira pelagiana que afirma que el hombre es capaz, por sí solo, de identificar el mal, ver sus consecuencias y alejarse del mismo. Pero, sobre todo, el mayor mal que nos aqueja es haber ignorado y/o rechazado los avisos proféticos que recibió la Iglesia por parte de quienes eran cabeza del colegio episcopal a finales del siglo XIX y la primera mitad del siglo XX. Pero eso no es nuevo en el pueblo de Dios: