InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Junio 2015, 13

13.06.15

Di no a las soluciones falsas que ocultan la obra del Espíritu Santo

Todos somos pecadores. Desde el más santo que peregrina hoy por este valle de lágrimas hasta el más repelente de los delincuentes. Entre los pecadores, los hay que viven tranquilamente con ese fardo sobre la espalda -por eso es tan fundamental predicar el evangelio y hacer prosélitos de Cristo-, y los hay que saben que deben librarse del mismo. Estos últimos entienden que la Escritura no miente cuando afirma que “sin santidad, nadie vera a Dios (Heb 12,14).

Entre los que quieren librarse de sus pecados y crecer en santidad, los hay también de diversa índole. No pocos, seguramente demasiados, creen que tal cosa es pueden lograr si se esfuerzan en ello. Sí, creen que Dios les ayuda, pero finalmente piensan que el éxito de semejante tarea depende esencialmente de su propia voluntad, de tal manera que el Espíritu Santo es a lo sumo un facilitador de la tarea, pero no el principal actor de la misma. Suelen ser buenos cristianos, en el sentido de que buscan cumplir la voluntad de Dios, pero sufren una cojera espiritual importante de la que es necesario librarse.

Los hay, más bien pocos, que llegan a la desesperación ante la imposibilidad de alcanzar un grado de santidad que crean más o menos compatible con la salvación. Y entonces, caen en un doble error. O se entregan en manos de la herejía de Lutero, que convirtió la fe y la gracia en una especie de sello legal que salva al que se lo pone, pero le deja más o menos igual de pecador que antes; o se entregan a una indiferencia estéril, por la cual acaban dejando de luchar contra todo lo que les aleja de Dios.

Y luego los hay que, como San Pablo, reconocen su incapacidad carnal de cumplir la voluntad de Dios pero saben que andando en el Espíritu Santo, aprenden a liberarse del viejo Adán para ser recreados a imagen y semejanza del segundo Adán, que es Cristo. Saben que es Dios quien produce en ellos tanto el querer ser santos como el serlo. De tal manera que el éxito de semejante obra de salvación depende primera y esencialmente de Dios, aunque desde luego no son meros espectadores pasivos de la misma. Gran don es que Dios nos haga coprotagonistas de su obra en nosotros, pero sepamos siempre que es Él el autor de nuestra salvación.

Leer más... »