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25.01.15

¿Cómo sois tan necios para creer a esos charlatanes de la prosperidad?

Cada vez son más los incautos que caen atrapados por ese fenómeno pseudopentecostal conocido como teología de la prosperidad. Consiste básicamente en decir a la gente que Dios quieren que sean ricos en esta vida. Y que cuanto más confíen en el Señor, más llenas estarán sus cuentas corrientes.

El mayor “ejemplo” de lo “verdadero” de la teología de la prosperidad son sus pastores. Todos, sin excepción, son ricos o muy ricos. Algunos poseen incluso jets privados con los que van de acá para allá “predicando” ante grandes estadios o pabellones deportivos, donde finalmente recaudan lo suficiente como para poder pensar en comprar un avión mejor. Siempre se alojan en hoteles de alto standing, siempre van vestidos con trajes caros, siempre están rodeados de un glamour que hace palidecer a las de las grandes estrellas de Hollywood.

Y, sin embargo, convencen a millones personas que anhelan salir de la miseria o, sencilla y llanamente, dar el paso de ser un ciudadano de clase media a ser un ricachón. Esos charlatanes que sirven al dios Mamón saben bien cómo aprovecharse de los deseos de la gente. Les ofrecen un Dios tragaperras, en el que las monedas son los “aleluyas", los coros de alabanza que podrían ocupar puestos altos en las listas de éxitos en las radios comerciales, los aspavientos, caídas, risas histéricas, etc, propios de cierto pentecostalismo. A cambio, se supone, uno deja atrás, antes o después, la clase social a la que pertenece para subir al menos un peldaño. Es más, si pasan los años y sigues donde estabas, te acusarán de no tener fe suficiente.

Aunque esos predicadores de Satanás saben, al igual que su padre, citar la Biblia, hay unos versículos de la Escritura que, por sí solos, bastan para desmontar de arriba abajo sus tesis. Y de paso, les describe perfectamente (negritas mías):

Si alguno enseña de otra manera y no presta atención a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, es un orgulloso que nada sabe, que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro.

Es, sí, gran lucro la piedad para el que se contente con lo que basta. Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de él. En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos.

Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores.

Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre.  Combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste bella profesión de fe delante de muchos testigos.

1ª Tim 6,3-12

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