InfoCatólica / Cor ad cor loquitur / Archivos para: Enero 2015

30.01.15

Sor Lucía Caram... ¡¡¡Show must go on!!!

Sor Lucía Caram es esa monja dominica argentina nacionalista secesionista catalana y culé -sí, todo eso- que hace no mucho escribió un libro titulado “Mi claustro es el mundo". 

El caso es que últimamente su claustro son las televisiones españolas que han visto en ella un filón para atraer a un tipo de audiencia interesada en personajes pecularies del panorama patrio.

Hace tiempo sor Lucía era conocida por soltar los típicos tópicos del progrerío eclesial, versión religiosa consagrada. Pero se ve que aquello no le daba suficiente fama y lleva meses siendo el perejil de todas la salsas televisivas. Es una monja tan polifacética que es capaz de enfadar a los aficionados del Real Madrid por arremeter contra Cristiano Ronaldo. He aquí un ejemplo de ello.

Otro de los personajes peculiares que anima el cotarro mediático en España en las últimas semanas es ese chavalote conocido como “el pequeño Nicolás". Pues bien, si pones en un mismo programa a la monja y al Nicolasín, solo puede pasar esto:

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29.01.15

Mormones, tan simpáticos y tan sectarios

¿Quién no les ha visto alguna vez por la calle? Van siempre bien vestidos, llevan un cartelito en la camisa o la chaqueta con sus nombres y acostumbran a llevar una Biblia y un Libro de Mormón.

Si hablas con ellos, muestran una amabilidad exquisita mientras intentan convencerte de que ellos son la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días. Ciertamente es complicado que convenzan a muchos católicos, ya que hay que estar en una situación personal realmente rara para aceptar la historia que se inventó el polígamo Joseph Smith, pero siempre encontrarán a personas que se sientan atraídos por la bonhomía de sus misioneros.

Ahora bien, cuando alguien osa salirse de la secta, las buenas maneras desaparecen. Un ejemplo de ello es lo que acaba de hacer SUD Noticias en Facebook. Es una página de noticias mormonas. En el día de ayer se hicieron eco de esta información de El Faro de Mormón:

Pareja de delincuentes se hacen pasar por investigadores de la Iglesia

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28.01.15

En Cristo y por Cristo

Entre las magníficas obras que la editorial Gratis Date ofrece a aquellos que han recibido el don de conocerla y servirse de las gracias que Dios da a través de ella, hoy quiero citar y reflexionar sobre “Jesucristo, vida del alma” del beato Dom Columba Marmión. Como siempre que traigo al blog escritos de hombres de Dios, recordad que lo verdaderamente importante y provechoso es el texto que cito, y no lo que pueda comentar sobre el mismo.

Hoy vamos a tratar todavía de la persona adorable de nuestro Señor. No os canséis jamás de oír hablar de El. Ningún tema os será más útil, ni debe seros más querido; en Cristo lo tenemos todo, y fuera de El no hay salud ni santificación posible. Cuanto más se estudia el plan divino, según las Sagradas Escrituras, más se advierte cómo un gran pensamiento lo domina todo: El de que Jesucristo, verdadero Dios y verdadero Hombre, es el centro de la creación y de la redención; que todas las cosas se refieren a El, y que por El se nos da a nosotros toda la gracia y se tributa toda la gloria al Padre.

Tantas veces usamos nuestro tiempo para abordar asuntos que no hacen bien a nuestras almas, que es necesario que se nos recuerde que no hay nada mejor para nuestra salvación que oír de Cristo, pensar en Cristo, meditar en Cristo y dejar que el Espíritu Santo forme a Cristo en nosotros. De Él recibimos toda gracia, todo bien perfecto.

La contemplación de nuestro Señor no es sólo santa, sino santificante; con sólo pensar en El y contemplarlo con fe y amor, nos santificamos. Para ciertas almas, la vida de Jesucristo es un tema de meditación como otro cual quiera; no es bastante eso. Cristo no es uno de los medios de la vida espiritual, es toda nuestra vida espiritual El Padre lo ve todo en su Verbo, en su Cristo, todo lo encuentra en El, tiene ciertamente exigencias infinitas de gloria y de alabanza, pero encuentra cumplida satisfacción a esas exigencias a través de su Hijo, en las acciones más intrascendentes de su Hijo. Cristo es su Hijo muy querido en quien pone todas sus complacencias. ¿Por qué no había de ser Cristo igualmente nuestro todo, nuestro modelo, nuestra satisfacción, nuestra esperanza, nuestra luz, nuestra fuerza, nuestra alegría? Esta verdad es tan capital, que quiero insistir en ella nuevamente.

Siendo la tercera persona de la Trinidad, y por tanto Dios, ¿cuál es la principal misión del Espíritu Santo? Lo leemos en el evangelio de san Juan: “Cuando venga el Paráclito, que yo os enviaré de parte del Padre, él dará testimonio de mí” (Jn 15,26). Y como dice San Pablo: “por lo cual os hago saber que nadie, hablando en el Espíritu de Dios, puede decir `anatema sea Jesús´, y nadie puede decir `Jesús es el Señor´, sino en el Espíritu Santo” (1ª Cor 12,3). Siendo que la obra del Espíritu Santo es llevarnos a Cristo para que Él sea el centro de nuestras vidas, ¿cómo habría de ser la contemplación de su persona un tema más en nuestro crecimiento espiritual? No es un tema más. Es el TEMA por excelencia. Y recordemos que ver a Cristo con los ojos del alma es contemplar al Padre. Por tanto, en el Espíritu Santo, Dios, podemos alcanzar a ver a Cristo, Dios, que es el único medio de contemplar al Padre, Dios. Así obra la Santa Trinidad en nuestras almas para concedernos el don de la santidad y la filiación divina.

La vida espiritual consiste sobre todo en contemplar a Cristo, para reproducir en nosotros su condición de Hijo de Dios y sus virtudes. Las almas que tienen constantemente fija la mirada en Cristo, ven en su luz lo que se opone dentro de ellas al desarrollo de la vida divina; buscan entonces en Jesús la fuerza necesaria para remontar esos obstáculos y agradarle; pídenle que sea el apoyo de su debilidad, que despierte y acreciente sin cesar en ellas esa disposición fundamental, a la que se reduce toda la santidad, y que consiste en buscar siempre lo que es agradable a su Padre.

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26.01.15

Silvano, desde Athos (VI)

Sexta parte de la serie de posts con textos escogidos del monje ortodoxo Silvano de Athos. En plena semana por la unidad de los cristianos, pidamos a los santos místicos católicos y ortodoxos que están ya en la presencia del Padre que intercedan por la unión de todos los cristianos en la barca de Pedro, a quien Cristo encomendó cuidar de su rebaño.

Distinguimos diversos grados de amor. El primero, es el temor de ofender a Dios. Quien mantiene su alma libre de todo mal pensamiento ha alcanzado el segundo. El tercero es el del alma que lleva sensiblemente la gracia en sí; el cuarto es el amor perfecto de Dios y aquel que lo posee tiene en el cuerpo y en el alma la gracia del Espíritu Santo. Su cuerpo es santificado y sus huesos serán incorruptibles. Aquel que vive en una tal santidad está libre de toda envidia y de toda pasión; la caridad lo envuelve completamente, y las cosas de la tierra no tocan más al alma. Y si bien este hombre vive en el mundo junto con los otros, sin embargo olvida las cosas de este mundo en su amor por Dios. 

Hay hombres que no temen la muerte y que dicen con san Simeón: “¡Deja ir ahora, Señor, a tu servidor!" 

Conozco un hombre a quien el Señor visitó por su gracia. Si el Señor le hubiese preguntado: “¿Quieres que te de todavía más?", él le hubiese respondido en su impotencia carnal: “Señor, Tú me ves, si me dieras más, yo moriría". Porque la potencia del hombre es limitada y no puede contener la plenitud de la gracia. El Señor ha subido al cielo y nos espera; pero estar con Dios quiere decir serle semejante. También nosotros debemos ser humildes y simples como los niños y servir al Señor. Entonces, un día, estaremos con Él en el Reino de los cielos, porque ha dicho: “Allí donde Yo estoy, allí estará mi servidor". Ahora mi alma está desalentada y abatida; mi espíritu no es puro, mis pecados me abruman y yo no tengo más lágrimas. He perdido la alegría y la paz; mi alma es impenitente y está fatigada por las tinieblas de la vida. 

San Poimén el Grande dice: “Nuestra voluntad se eleva como una muralla de hierro entre nosotros y Dios e impide que podamos unirnos a Él y ver su gracia". 

¿Qué me ha sucedido? ¿Cómo puedo recobrar lo que he perdido? ¿Quién me cantará el canto que yo amaba desde mi infancia, el cántico de la Ascensión del Señor? Escucharé este cántico con lágrimas porque mi alma está triste. ¡Laméntense conmigo, pájaros y animales salvajes; lloren conmigo, bosques y desierto! ¡Consuélenme, oh criaturas de Dios! 

Aquel que ha experimentado la dulzura del amor de Dios sabe que el reino de Dios está en nosotros. ¡Bienaventurado aquel que ha amado la humildad y las lágrimas y ha tenido horror a los malos pensamientos! Bienaventurado quien ama a su hermano, porque nuestro hermano es nuestra vida. Quien ama a un hermano tiene dentro de su alma de una manera sensible al Espíritu de Dios que le da paz y alegría, le da sus lágrimas por el mundo entero. Yo no puedo callarme con respecto a los hombres, por ellos sufre mi alma; los amo en el llanto, ruego por ellos con lágrimas. No puedo callar, hermanos míos, no puedo ocultar la bondad de Dios y no advertirles acerca de las astucias del Maligno. 

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25.01.15

¿Cómo sois tan necios para creer a esos charlatanes de la prosperidad?

Cada vez son más los incautos que caen atrapados por ese fenómeno pseudopentecostal conocido como teología de la prosperidad. Consiste básicamente en decir a la gente que Dios quieren que sean ricos en esta vida. Y que cuanto más confíen en el Señor, más llenas estarán sus cuentas corrientes.

El mayor “ejemplo” de lo “verdadero” de la teología de la prosperidad son sus pastores. Todos, sin excepción, son ricos o muy ricos. Algunos poseen incluso jets privados con los que van de acá para allá “predicando” ante grandes estadios o pabellones deportivos, donde finalmente recaudan lo suficiente como para poder pensar en comprar un avión mejor. Siempre se alojan en hoteles de alto standing, siempre van vestidos con trajes caros, siempre están rodeados de un glamour que hace palidecer a las de las grandes estrellas de Hollywood.

Y, sin embargo, convencen a millones personas que anhelan salir de la miseria o, sencilla y llanamente, dar el paso de ser un ciudadano de clase media a ser un ricachón. Esos charlatanes que sirven al dios Mamón saben bien cómo aprovecharse de los deseos de la gente. Les ofrecen un Dios tragaperras, en el que las monedas son los “aleluyas", los coros de alabanza que podrían ocupar puestos altos en las listas de éxitos en las radios comerciales, los aspavientos, caídas, risas histéricas, etc, propios de cierto pentecostalismo. A cambio, se supone, uno deja atrás, antes o después, la clase social a la que pertenece para subir al menos un peldaño. Es más, si pasan los años y sigues donde estabas, te acusarán de no tener fe suficiente.

Aunque esos predicadores de Satanás saben, al igual que su padre, citar la Biblia, hay unos versículos de la Escritura que, por sí solos, bastan para desmontar de arriba abajo sus tesis. Y de paso, les describe perfectamente (negritas mías):

Si alguno enseña de otra manera y no presta atención a las saludables palabras de nuestro Señor Jesucristo y a la doctrina que se ajusta a la piedad, es un orgulloso que nada sabe, que desvaría en disputas y vanidades, de donde nacen envidias, contiendas, blasfemias, suspicacias, porfías de hombres de inteligencia corrompida y privados de la verdad, que tienen la piedad por materia de lucro.

Es, sí, gran lucro la piedad para el que se contente con lo que basta. Nada trajimos al mundo y nada podemos llevarnos de él. En teniendo con qué alimentarnos y con qué cubrirnos, estemos con eso contentos.

Los que quieren enriquecerse caen en tentaciones, en lazos y en muchas codicias locas y perniciosas, que hunden a los hombres en la perdición y en la ruina, porque la raíz de todos los males es la avaricia, y muchos, por dejarse llevar de ella, se extravían en la fe y a sí mismos se atormentan con muchos dolores.

Pero tú, hombre de Dios, huye de estas cosas, y sigue la justicia, la piedad, la fe, la caridad, la paciencia, la mansedumbre.  Combate los buenos combates de la fe, asegúrate la vida eterna, para la cual fuiste llamado y de la cual hiciste bella profesión de fe delante de muchos testigos.

1ª Tim 6,3-12

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