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18.12.14

Retírate de mí, Satanás

Simón era un judío pescador, seguramente buen cumplidor de la ley mosaica, cuando Jesucristo entró en su vida. Lo primero que hizo el Señor fue darle un nuevo nombre: Cefas (Pedro). Un nombre prácticamente inexistente en aquellos momentos. Nadie se llamaba “piedra” o “roca” en Israel. Tal hecho no fue un capricho del Salvador. En el Antiguo Testamento vemos que cuando Dios cambia el nombre a una persona, es para indicar algo importante. Por ejemplo, eso pasó con Abram, que pasó a llamarse Abraham, con Sarai, que pasó a llamarse Sara, con Jacob, que pasó a llamarse Israel. Animo al lector a buscar las razones de esos cambios. 

En el evangelio de Mateo vemos que Pedro es el primero (protos) de los apóstoles (Mt 10,2). Dado que ese protos no significa primero en ser elegido, solo puede significar una primacía real. Más adelante vemos que Simón reconoce que Jesús no es simplemente el ciudadano Jesús de Nazaret sino Jesucristo. El Cristo, por su condición de Mesías. Y justo entonces Jesucristo reconoce que Simón es Pedro por ser él la piedra -no la única, sí la primera- sobre la que edificará su Iglesia. De forma que el resto de piedras habrán de estar necesariamente en comunión con Pedro para estar en comunión con el propio Cristo.

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