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1.10.14

Persigamos al justo que nos fastidia

La Biblia es una fuente de revelación no solo de Dios sino de la naturaleza del hombre, de sus miserias -fruto del pecado- y sus grandezas -cuando la gracia opera en él-. En la Escritura vemos actos heroicos al lado de comportamientos deplorables. Sacrificios por los demás y actos de caridad junto a asesinatos, adulterios, injusticias. No se esconden ni siquiera los pecados de quienes eran santos.

En diversos pasajes del texto bíblico aparece una situación similar a esta que nos relata el libro de la Sabiduría:

Persigamos al justo que nos fastidia y se opone a nuestro modo de obrar y nos echa en cara las infracciones de la Ley y nos reprocha nuestros extravíos. Pretende tener la ciencia de Dios y llamarse hijo del Señor. Es censor de nuestra conducta; hasta el verle nos resulta insoportable. Porque su vida en nada se parece a la de los otros, y sus sendas son muy distintas de las nuestras. Nos tiene por escorias y se aparta de nuestras sendas como de impurezas; ensalza el fin de los justos y se gloría de tener a Dios por padre.
(Sab 2,12-16)

Fue Caín el primero en asesinar a su hermano Abel porque éste hacía ofrendas agradables a Dios. Es decir, quien obra mal no solo se complace en su comportamiento, sino que tampoco soporta al que obra bien. Como dijo nuestro Señor Jesucristo: “Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas” (Jn 3,19). Y como nos recuerda San Pedro: “Basta ya de hacer, como en otro tiempo, la voluntad de los gentiles, viviendo en desenfreno, en liviandades, en crápula, en comilonas y embriagueces y en abominables idolatrías. Ahora, extrañados de que no concurráis a su desenfrenada liviandad, os insultan” (1 P 4,3-4).

Es por tanto un claro síntoma de andar en la verdad el ser objeto del acoso por parte de aquellos que andan en la tibieza o el error. Pero eso no quiere decir que cada vez que sufra una persecución, se obra en la verdad. Dice también San Pedro: “Que ninguno padezca por homicida, o por ladrón, o por malhechor, o por entrometido; mas si por cristiano padece, no se avergüence, antes glorifique a Dios en este nombre” (1ª Ped 4,15-16). Que a todos los profetas se les haya perseguido no significa que todo perseguido sea profeta. Toda injusticia en el tratamiento a una persona no implica necesariamente que ella tuviera razón en su forma de proceder. A veces se juntan el mal del que sufre una injusticia con el mal que el sufridor ha obrado.

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