Has puesto alegría en nuestro corazón

Del Oficio de Lecturas del viernes de la vigésima semana del Tiempo Ordinario:

Del libro de Eclesiastés:
Anda, come tu pan con alegría y bebe tu vino con alegre corazón, que Dios está ya contento con tus obras.

Si queremos explicar estas palabras en su sentido obvio e inmediato, diremos con razón que nos parece justa la exhortación del Eclesiastés, de que, llevando un género de vida sencillo y adhiriéndonos a las enseñanzas de una fe recta para con Dios, comamos nuestro pan con alegría y bebamos nuestro vino con alegre corazón, evitando toda maldad en nuestras palabras y toda sinuosidad en nuestra conducta, procurando, por el contrario, hacer objeto de nuestros pensamientos todo aquello que es recto, y procurando, en cuanto nos sea posible, socorrer a los necesitados con misericordia y liberalidad; es decir, entregándonos a aquellos afanes y obras en que Dios se complace.

Pero la interpretación mística nos eleva a consideraciones más altas y nos hace pensar en aquel pan celestial y místico, que baja del cielo y da la vida al mundo; y nos enseña asimismo a beber con alegre corazón el vino espiritual, aquel que manó del costado del que es la vid verdadera, en el tiempo de su pasión salvadora. Acerca de los cuales dice el Evangelio de nuestra salvación: Jesús tomó pan, dio gracias, y dijo a sus santos discípulos y apóstoles: «Tomad y comed, esto es mi cuerpo, que será entregado por vosotros para el perdón de los pecados.» Del mismo modo, tomó el cáliz, y dijo: «Bebed todos de él, éste es el cáliz de mi sangre, sangre de la alianza nueva, que será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados.» En efecto, los que comen de este pan y beben de este vino se llenan verdaderamente de alegría y de gozo y pueden exclamar: Has puesto alegría en nuestro corazón.

Además, la Sabiduría divina en persona, Cristo, nuestro salvador, se refiere también, creo yo, a este pan y este vino, cuando dice en el libro de los Proverbios: Venid a comer de mi pan y a beber el vino que he mezclado, indicando la participación sacramental del que es la Palabra. Los que son dignos de esta participación tienen en toda sazón sus ropas, es decir, las obras de la luz, blancas como la luz, tal como dice el Señor en el Evangelio: Alumbre vuestra luz a los hombres para que, viendo vuestras buenas obras, den gloria a vuestro Padre celestial. Y tampoco faltará nunca sobre su cabeza el ungüento rebosante, es decir, el Espíritu de la verdad, que los protegerá y los preservará de todo pecado.

Del Comentario de san Gregorio de Agrigento, obispo, sobre el Eclesiastés
(Libro 8, 6: PG 98, 1071-1074)

Otro santo más, ¿y van?, que exhortan a caminar en rectitud y santidad ante Dios. Y es que, como dice el libro del Eclesiastés, quien así se comporta, es feliz. La felicidad de cumplir la voluntad de Dios llena la vida de los santos y de todo aquel fiel que busca agradar al Señor.

Mas san Gregorio de Agrigento indica que el verdadero premio y gozo del cristiano es la comunión con el Cuerpo y la Sangre de Cristo. Efectivamente, como el propio Señor enseñó, tal alimento y bebida producen vida eterna en nosotros. 

Y si la vida eterna es amar a Dios y, por tanto, cumplir sus mandamientos, convendremos en que comulgar frecuentemente nos fortalece para andar en los caminos del Señor. Efectivamente, quien comulga es ungido por el Espíritu Santo, que nos preserva de todo pecado.

Advierte san Gregorio que el que participa del Cuerpo y la Sangre de Cristo debe ser digno. Sus obras deben ser de luz, no de las tinieblas del pecado. Por ello no nos podemos acercar al Altar con el alma muerta por esos pecados que nos hacen caer de la gracia de Dios. Es necesario acudir antes al confesionario a limpiarnos, a recibir el perdón. Si comulgamos estando en grave pecado, como hizo Judas Iscariote, no obtenemos vida sino muerte -Judas se suicidó-, tal y como nos advierte el apóstol San Pablo:

De modo que quien coma del pan y beba del cáliz del Señor indignamente, es reo del cuerpo y de la sangre del Señor. Así, pues, que cada cual se examine, y que entonces coma así del pan y beba del cáliz. Porque quien come y bebe sin discernir el cuerpo come y bebe su condenación. Por ello hay entre vosotros muchos enfermos y no pocos han muerto.
1 Cor 11,27-30

Toca discernir si estamos en gracia a la luz de la Palabra de Dios e iluminados por el Espíritu Santo para no caer en mayor condenación comulgando en pecado mortal. 

Danos tu cuerpo y tu sangre Señor para fortalecer nuestra voluntad y cumplir tus mandamientos como prueba de nuestro amor por ti.

Luis Fernando

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