Alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía

De las lecturas de hoy en la Santa Misa:

Así habla el Señor Dios:
¡Grita a voz en cuello, no te contengas, alza tu voz como una trompeta: denúnciale a mi pueblo su rebeldía y sus pecados a la casa de Jacob!

Ellos me consultan día tras día y quieren conocer mis caminos, como lo haría una nación que practica la justicia y no abandona el derecho de su Dios; reclaman de mí sentencias justas, les gusta estar cerca de Dios:

“¿Por qué ayunamos y tú no lo ves, nos afligimos y tú no lo reconoces?".

Porque ustedes, el mismo día en que ayunan, se ocupan de negocios y maltratan a su servidumbre.
Ayunan para entregarse a pleitos y querellas y para golpear perversamente con el puño. No ayunen como en esos días, si quieren hacer oír su voz en las alturas.

¿Es este acaso el ayuno que yo amo, el día en que el hombre se aflige a sí mismo? Doblar la cabeza como un junco, tenderse sobre el cilicio y la ceniza: ¿a eso lo llamas ayuno y día aceptable al Señor?

Este es el ayuno que yo amo -oráculo del Señor-: soltar las cadenas injustas, desatar los lazos del yugo, dejar en libertad a los oprimidos y romper todos los yugos; compartir tu pan con el hambriento y albergar a los pobres sin techo; cubrir al que veas desnudo y no despreocuparte de tu propia carne.

Entonces despuntará tu luz como la aurora y tu llaga no tardará en cicatrizar; delante de ti avanzará tu justicia y detrás de ti irá la gloria del Señor.

Entonces llamarás, y el Señor responderá; pedirás auxilio, y él dirá: “¡Aquí estoy!".
Is 58,1-9a

Se engaña a sí mismo el que piensa que puede agradar a Dios ignorando a los más necesitados y actuando injustamente. Se engaña a sí mismo el que cree que una fe sin obras puede salvarle. Se engaña así mismo el que no entiende que solo la fe que obra por la caridad puede llevarle a la vida eterna.

El verdadero ayuno consiste en dejar atrás las comodidades, la autocomplacencia, la autojustificación de todo tipo de pecado.

Debemos abstenernos de nosotros mismos para dejar que Cristo tome el señorío de nuestras vidas.

Escucha la voz del profeta, que no habla para agradar tus oídos sino para mostrar tus pecados a fin de que te arrepientas y tengas vida.

Santidad o muerte.

Luis Fernando

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Luis Fernando
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No publicaré comentario alguno sobre el Papa, los obispos y la actualidad eclesial.
04/03/17 2:16 PM

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