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17.10.14

(52) Nada nuevo bajo el sol: en toda la tierra, Dos Banderas

Hace unos días ha tenido lugar en nuestro país el 29º Encuentro de Mujeres Autoconvocadas (léase manipuladas), en que como es costumbre, han producido una serie de desmanes, atropellos, manifestaciones blasfemas, de lo que cierta gente aún considera “libertad de expresión”, y que ya hemos comentado extensamente en otras ocasiones. Una vez más, muchos católicos y personas de buena voluntad no dan crédito a sus ojos y se preguntan si se han abierto de par en par las puertas del infierno, frente a expresiones de encendido odio a la vida y a la fe (que corren juntas, se admita o no).

A esta altura, no es ocioso recordar que no se trata de hechos aislados, o de manifestaciones espontáneas de grupos de almas desnortadas, sino que cada vez es más patente la existencia de dos ejércitos enfrentados e irreconciliables; dos banderas, de las que San Ignacio habla al comienzo de la Segunda Semana de los Ejercicios Espirituales, y que el padre Alfredo Sáenz s.j. glosaba de un modo colorido:

“Fue primero Satanás el que plantó cara a Dios en el paraíso terrenal, y se hizo con la victoria. Pero Dios agarró el guante, y le sentenció al enemigo:

- Voy a mandar Uno que te machacará la cabeza.
¿Y qué hizo Jesucristo, el Hijo de Dios? Se le enfrenta a Satanás y lo derrota con la Cruz. La victoria de Satanás en el paraíso fue grande; pero fue más grande la de Jesucristo en el Calvario. La guerra sigue, porque no acabará hasta el final del mundo, y continúan enfrentados Jesucristo y Satanás.
Viene ahora el planteamiento magnífico de Ignacio de Loyola, que había sido militar y entendía en estrategia bélica.
Satanás planta sus reales en el campamento de Babilonia, donde todo es desorden, confusión, arrogancia, y se sienta soberbio en un trono de fuego y de humo pestilente. A sus órdenes, muchos demonios y todos los malos que se ponen a su disposición, a los que da la orden:
- ¡A esparcirse por el mundo y a perder a todos los hombres, arrebatándoselos a Dios y lanzándolos a nuestro infierno!… ¡A meter el orgullo en todos los cerebros y en todos los corazones con ansia de dinero, de placer, de dominio! ¡El mundo es nuestro y ha de estar rendido a mis pies!…
Este es el ejército que milita bajo la bandera de Satanás. Terrible, espantoso, repugnante…
¿Y Jesucristo?… Según Ignacio de Loyola, ha establecido su cuartel general en Jerusalén, “ciudad de paz", y su Comandante en Jefe, el más bello entre los hombres, es humilde, sencillo, afable, amoroso, encantador…, pero con una mano de hierro contra Satanás. Y arenga también a los suyos:
- ¡A esparcirse por todo el mundo! ¡Que no haya un solo rincón en el que no entre mi Cruz y con ella la salvación! ¡A conquistar a todos los hombres para llevarlos a Dios y meterlos en su Gloria, la que yo les he conquistado con mi sangre! Con la pobreza, la humildad, la pureza, la mansedumbre, el amor…, haremos a todos los hombres míos para llevarlos a mi Padre. ¡A luchar con valentía! ¡Fe en la victoria, y fe en mi Reino que no tendrá fin!…
Este es el ejército que milita bajo la bandera de Jesucristo. Bello todo a más no poder…
Dos Jefes y dos ejércitos, Jesucristo y Satanás, enfrentados en una guerra feroz y sin cuartel. Un ejército y otro no se toman un día de tregua, y los dos bandos se disputan el terreno palmo a palmo. (…)

Porque cada uno se pregunta: -¿A quién pertenezco? ¿Por quién me declaro?… Cada persona en particular, como los hombres en su conjunto, en grupo, se declaran por uno u otro beligerante, ya que no caben los neutrales. ¿Por Jesucristo o por Satanás?
El demonio no perdona al hombre, destinado a la gloria que él perdió miserablemente. Llevado de su odio a Dios y de su envidia al hombre, está empeñado en que no pertenezca a Dios ninguno de nosotros.

Pero Jesucristo está empeñado también en ganarse a cada uno de nosotros, rescatado y comprado a costa de su propia sangre.”

En efecto, aunque como siempre “no hay peor ciego que quien no quiere ver”, tal como conocemos la comunión de los Santos, es preciso tener en cuenta la existencia de cierta misteriosa unión, concierto (que no llamo comunión, para no ensuciar este término) y “ayuda mutua” entre los súbditos del mundo, de la carne y del príncipe de este mundo, que como padre de la Mentira, sabe ser camaleón y avanzar así desde diferentes frentes. Por eso aún la Iglesia militante y peregrina, no está exenta de tener miembros que sirvan a uno u otro reino, pues sabemos que este es el tiempo del trigo y la cizaña. El 13 de octubre de 1973, Nuestra Señora advertía en Akita (cuyos mensajes fueron considerados dignos de fe y continuación de los mensajes de Fátima, por el Card. Ratzinger en 1988):

  La obra del demonio se infiltrará hasta dentro de la Iglesia de tal manera que se verán cardenales contra cardenales, obispos contra obispos. Los sacerdotes que me veneran serán despreciados y encontrarán oposición de sus compañeros…iglesias y altares saqueados; la Iglesia estará llena de aquellos que aceptan componendas y el demonio presionará a muchos sacerdotes y almas consagradas a dejar el servicio del Señor".

No es nuestra intención plantear aquí un esquema maniqueo, no, sino llamar la atención sobre la profunda relación –a menudo soslayada- entre todo lo que se opone sistemáticamente al reinado de Cristo. ¿Conspiranoia? No. Sentido de orden, y rechazo del absurdo y del capricho. Pues entre los siervos del caos, mal que les pese, también hay jerarquías, remotas y próximas, y no caben “piezas sueltas” que carezcan de sentido en el plan providente de Dios. El combate en el fondo nunca es con personas de carne y hueso…

Comprender aquellas relaciones tal vez ayude a muchos a recordar que no hemos sido llamados a la vida para sentarnos a tomar mate “mirando pasar la vida” o leyendo las noticias, sino para tomar una de esas banderas, para ser frío o caliente, pues como decía Donoso Cortés,

“Y no me digas que no quieres combatir; porque en el instante mismo en que me lo dices, estás combatiendo; ni que ignoras a qué lado inclinarte, porque en el momento mismo en que eso dices, ya te inclinaste a un lado; ni me afirmes que quieres ser neutral, porque cuando piensas serlo, ya no lo eres; ni me asegures que permanecerás indiferente, porque me burlaré de ti, comoquiera que al pronunciar esa palabra ya tomaste tu partido.

     No te canses en buscar asilo seguro contra los azotes de la guerra, porque te cansas vanamente; esa guerra se dilata tanto como el espacio, y se prolonga tanto como el tiempo. Sólo en la eternidad, patria de los justos, puedes encontrar descanso; porque solo allí no hay combate; no presumas, empero, que se abran para ti las puertas de la eternidad si no muestras antes las cicatrices que llevas; aquellas puertas no se abren sino para los que combatieron aquí los combates del Señor gloriosamente, y para los que van, como el Señor, crucificados.”                                

Por el contrario, tal vez una de las mejores conquistas del individualismo contemporáneo sea el haber atomizado a tal punto las conciencias, que nadie se siente demasiado responsable del otro. “¿Por qué tengo que pagar yo los platos rotos del vecino?”; “¿por qué tengo que cargar su Cruz, si no tengo nada que ver con este Hombre?”…

El cáncer de un pensamiento fragmentario, de especializaciones profesionales hasta el ridículo en que el experto en roscas de tornillos no es capaz de comprender el mecanismo que los integra, hace posible que a veces el ciudadano medio sea un perfecto idiota (mirando su sentido etimológico, del gr. idiotes, referido a aquel que no se ocupaba de los asuntos públicos sino sólo de sus intereses privados), más fácilmente utilizable para servir de obstáculo al reinado de Cristo. Todo el que profiera en uno y otro campo el “non serviam”, creyendo cuidar su propia conveniencia, en realidad se postra ante las plantas de quien primero lo ha dicho en la historia. Si se establecen relaciones convenientes, se comprende mejor la realidad, y se es un poco más capaz de responder a ella.

Tal vez, si Simón de Cirene no hubiera tomado la Cruz de Cristo, otro lo hubiese hecho… O no. Pero el caso es que a veces, Nuestro Señor sale al paso de nuestra vida, ineludible, y hay que responder.   Decía al respecto Anacleto González Flores, mártir cristero: “Hoy debemos darle a Dios fuerte testimonio de que de veras somos católicos, mañana será tarde, porque mañana se abrirán los labios de los valientes para maldecir a los flojos, cobardes y apáticos“…

Por supuesto que el precio de esa respuesta puede ser la soledad, el desprecio del mundo, la pérdida de los bienes, y hasta de la vida, pero es preciso tomar una bandera. Que en muchos casos, pasa por pronunciar una palabra. Una palabra luminosa, que fortalece, confirma y anima al rebaño.  Así, por ejemplo, dirá San Gregorio Magno, gran Papa, en su Regla pastoral:

El pastor debe saber guardar silencio con discreción y hablar cuando es útil, de modo que nunca diga lo que se debe callar ni deje de decir aquello que hay que manifestar. Porque así como el hablar indiscreto lleva al error, así el silencio imprudente lleva al error a quienes pudieran haber sido adoctrinados… Con frecuencia acontece que hay algunos prelados poco prudentes, que no se atreven a hablar con libertad por miedo de perder la estima de sus súbditos; con ello… no cuidan de su grey con el interés de un verdadero pastor, sino a la manera de un mercenario, pues callar y disimular los defectos es lo mismo que huir cuando se acerca el lobo”.

Definirse. Decir sí o no. Y si uno no se define, sencillamente lo van definiendo “las circunstancias”, pues sabemos que “de Dios nadie se burla”, y que vomitará a los tibios.

Benditas sean, pues, las circunstancias actuales, que nos van mostrando algunas definiciones muy claras entre palabras más que oscuras, como las del Card. Kasper, Schönborn, y cia., en este bendito Sínodo que arrancará lágrimas de sangre a más de un buen pastor fiel, acrisolando su fidelidad, definiéndose sin dobleces, en servicio a su grey hambrienta de verdad.  ¡Qué consuelo darán al Corazón de Jesús y de María, si es tanto el que nos dan a nosotros con su coraje los Burke, Sarah, Cipriani, Ruini, Reig PlaOjalá que el Señor les conceda, como a Sta. Teresa, la gracia sobre todas las gracias: la de morir hijos de la Iglesia, coronando su celo.

Dios nos libre de la tentación de buscar descanso antes de tiempo. ¡A tomar las banderas, pues!  Nuestro Señor no está distraído, y cuidará de su Esposa hasta el fin de los tiempos.

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