(270) Card. Burke y Mons. Schneider: nuestra vida de fe sin culto público ante el Covid-19

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“Días vendrán en que les será arrebatado el novio; entonces ayunarán” –Mateo 9, 15 –

“El Señor ha deseado que su familia sea probada; y debido a que una larga paz había corrompido la disciplina eclesiástica que nos había sido entregada divinamente, la reprensión celestial ha despertado nuestra fe, que estaba adormecida, y casi dije que dormía; y aunque merecíamos más por nuestros pecados, el Señor más misericordioso ha moderado tanto todas las cosas, que todo lo que ha sucedido parece más una prueba que una persecución” (San Cipriano: De lapsis, 5).

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Aún teniendo  en cuenta que Dios permite todo para nuestro bien (Rom. 8,28) , y más allá de las justificaciones sanitarias, es innegable la conmoción que significa para la mayoría de los católicos del mundo la imposibilidad de asistir a las iglesias para celebrar y vivir nuestra fe, en fuerte contraste con la actitud sostenida por la Iglesia durante toda su historia en situaciones críticas como la que vivimos, y tal vez peores.

Sin emitir juicios temerarios, la realidad es que hoy muchos fieles de buena voluntad están viviendo con gran angustia algunas disposiciones que creen que exceden la prudencia debida ante las autoridades sanitarias y civiles, al impedirse en gran cantidad de templos no sólo las aglomeraciones, sino la dispensa de los sacramentos fundamentales para alimento y auxilio espiritual, e incluso físico.  Aunque hay muchos casos de entrega sacerdotal heroica, hay parroquias en que ni siquiera se responde al teléfono, y la ausencia de indicadores gráficos imposibilita que se halle alguno para asistir a algún enfermo.

Por esto nos parece que es necesario escuchar más de una consideración prudente sobre el tema para no tropezar hacia dos abismos: el desprecio hacia toda legítima autoridad  y la negación de la crisis evidente en todos los frentes, por un lado, y por el otro, la obsecuencia ante el mundo y una lectura “ingenua” de lo que hoy nos sucede, descuidando el análisis político y esjatológico subyacente.

Sin negar, pues, la gravedad del virus, ni la necesidad de tomar las medidas precautorias necesarias que cada autoridad considere, no quisiéramos que ello implique pasar por alto la oportunidad de manifestar tanto las virtudes heroicas de muchos sacerdotes y fieles, como también las grandes miserias de otros, pues unas y otras dejan su huella en el ejemplo. Y como en otras situaciones es deber de caridad corregir el error, creemos que aquí también cabe lo propio, y con mayor urgencia: por amor de Dios y bien de las almas, necesitamos sacerdotes y obispos con fe católica genuina, y que den testimonio de ella más que nunca.

Las medidas sanitarias no han sido idénticas en todos los países afectados, como no es idéntica la situación de padecimiento y riesgo para ellos. Así, pues, se comprende la restricción  de las celebraciones multitudinarias -entre las cuales se hallan las litúrgicas-, pero muchos no entienden, precisamente, por qué en sus países no se ha hecho como en Polonia, en que para limitar la asistencia de fieles a cada Misa…se multiplicaron los horarios de Misas.  No nos metemos aquí en la cuestión de la comunión en la mano “por higiene” no sólo porque es falaz, sino porque creo que el solo insinuar que Quien es la Vida y Salud misma pueda ser vehículo de contagio, nos parece de una insolencia blasfema.

Una vez establecida la restricción domiciliaria, quedan ya abolidas las Misas con fieles. Ahora bien: no comprendemos que haya aún sacerdotes que no celebren Misas privadas cada día, como si la presencia del “pueblo” fuese algo necesario. Aquí corresponde subrayar la doctrina católica, a tiempo y a destiempo, recordando como lo hace oportunamente Mons. J. Rico Pavés, auxiliar de Getafe:

«Porque toda misa, aunque sea celebrada privadamente por un sacerdote, no es acción privada, sino acción de Cristo y de la Iglesia, la cual, en el sacrifico que ofrece, aprende a ofrecerse a sí misma como sacrificio universal, y aplica a la salvación del mundo entero la única e infinita virtud redentora del sacrificio de la Cruz» (Misterium Fidei 4).

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Pero compartimos el dolor ante numerosas parroquias que cierran hoy sus puertas al punto de no permitir –cuando las condiciones estructurales y sanitarias lo permiten- un espacio reducido en que –no más de una o dos personas por vez, ¡como en los negocios!- se pueda al menos pasar a hacer visitas o Adoración Eucarística, siendo Nuestro Señor Sacramentado el PRINCIPAL auxilio y remedio del alma y del cuerpo. Y nos inquieta el que esta verdad pueda ser así oscurecida en las conciencias de otros muchos católicos de a pie.

No comprendemos que cuando la ley civil permite a los sacerdotes la libre circulación en atención a un mínimo de humanidad, haya obispos –como es el caso de Mons. García, obispo de San Justo- que en el DECRETO Nº 018 /2020 aconseje a sus sacerdotes que “Se restrinja la visita a Hospitales, Sanatorios y Hogares de Ancianos, para los casos de estricta necesidad, mientras continúe la advertencia del Ministerio de Salud…". ¿A qué llama “estricta necesidad", en medio de semejantes circunstancias?

No comprendemos que si están las puertas cerradas de los templos, no se procuren alternativas –cuando los medios lo permiten, insistimos- para seguir dispensando “al menos” (¡!) la Palabra de Dios a los fieles, y en horarios precisos, la Confesión.

Recuerdo que estoy escribiendo desde Buenos Aires, Argentina, donde se está tratando de cumplir la cuarentena y aún no tenemos la situación de grave emergencia que sufre España o Italia, y así como la autoridad civil  trata de prevenir “cuando aún estamos a tiempo”, quisiéramos que nuestros pastores evalúen también que “aún estamos a tiempo” -y más que propicio-, para que muchos fieles regresen a la fe o pongan sus almas en paz con Dios. Ahora bien, sinceramente y sin suspicacia pregunto: ¿es esto una prioridad de la Jerarquía actual, o sólo es necesario salvar el cuerpo?

¿Importan acaso los miles de “agonizantes espirituales", que probablemente no sobrevivan moral, psicológica o espiritualmente?

¿Se predica suficientemente la necesidad prioritaria de tener el alma reconciliada con Dios o en promover reflexiones de “reconciliación con la naturaleza”, al mejor estilo del panteísmo masónico, aprovechando la confusión general?

Repugna al más elemental sentido común católico remitir en estos días la raíz a la “naturaleza”, o poner las esperanzas pelagianas en  “el esfuerzo de la ciencia”, y olvidar voluntariamente los llamamientos de La Salette, Lourdes, Fátima, Akita…porque hemos de recordar que  ninguno de nosotros es inocente ante Dios, único tan  justo como misericordioso que nos ha dado UN Rey, Salvador, y Juez.

Es justo también recordar algunos testimonios contundentes de fe por parte de autoridades civiles, como es el caso del presidente de Tanzania, John Magufuli , católico practicante, quien dijo el domingo 22 de marzo de 2020 (Domingo Laetare), en Dodoma  -capital de Tanzania-:

“Insisto en ustedes, mis hermanos cristianos e incluso en los musulmanes, no tengan miedo, no dejen de reunirse para glorificar a Dios y alabarlo. Es por eso que como gobierno no cerramos iglesias o mezquitas. En cambio, deben estar siempre abiertos para que la gente busque refugio en Dios. Las iglesias son lugares donde las personas podrían buscar la verdadera curación, porque allí reside el Dios verdadero. No tengas miedo de alabar y buscar el rostro de Dios en la Iglesia".

Refiriéndose a la Eucaristía, dijo: “El Coronavirus no puede sobrevivir en el cuerpo eucarístico de Cristo; pronto se quemará. Es exactamente por eso que no entré en pánico mientras yo recebía la Sagrada Comunión, porque lo sabía, con Jesús en la Eucaristía yo estoy a salvo. Este es el momento de construir nuestra fe en Dios“.

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Y una última pregunta a nuestros pastores: además de obedecer a las autoridades civiles pacientemente, ¿no podrían hablar -precisamente para “no tener miedo"-, de la necesaria PENITENCIA por todos nuestros pecados, además de la necesaria oración para que nos libre de este flagelo?…

Ante esta situación, creemos que las recientes cartas de Mons. A. Schneider y del Card. Burke han de ser tomadas en cuenta para consolar y brindar algunas recomendaciones transitando el Desierto que -merecidamente- sufrimos en esta Cuaresma.

Señor, conviértenos, y  ten piedad de todos nosotros!

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“Nos gloriamos en las tribulaciones”

(Rom. 5, 3)

Vivir a fe en los tiempos cuando está prohibido el culto público

por Mons. A. Schneider

 

Millones de católicos en el llamado mundo occidental libre, en las próximas semanas o incluso meses, y especialmente durante la Semana Santa y Pascua, la culminación de todo el año litúrgico, se verán privados de cualquier acto público de culto debido a reacciones gubernamentales y eclesiásticos. al brote de coronavirus (Covid-19). La más dolorosa y angustiosa de estas es la privación de la Santa Misa y la Sagrada Comunión sacramental.

Experimentaos actualmente la atmósfera de un pánico casi planetario. Las medidas de seguridad drásticas y desproporcionadas con la negación de los derechos humanos fundamentales de libertad de movimiento, libertad de reunión y de opinión parecen orquestadas casi globalmente a lo largo de un plan preciso.

Un efecto colateral importante de esta nueva “dictadura sanitaria” que se está extendiendo por todo el mundo es la prohibición creciente e intransigente de todas las formas de culto público. La situación actual de la prohibición del culto público en Roma lleva a la Iglesia a la época de una prohibición análoga del culto cristiano emitida por los Emperadores Romanos paganos en los primeros siglos.

Clérigos que se atreven a celebrar la Santa Misa en presencia de los fieles en tales circunstancias pueden ser punidos o encarcelados. La “dictadura sanitaria” mundial ha creado una situación que respira el aire de las catacumbas, de una Iglesia perseguida, de una Iglesia clandestina, especialmente en Roma. El Papa Francisco, quien el 15 de marzo, solitario y con pasos vacilantes, caminó por las calles desiertas de Roma en su peregrinación desde la imagen del “Salus populi Romani” en la iglesia de Santa MariaMaggiore hasta la Cruz Milagrosa en la iglesia de San Marcello, transmitió una imagen apocalíptica. Esto recuerda la siguiente descripción de la tercera parte del secreto de Fátima (revelado el 13 de julio de 1917): “El Santo Padre, afligido por el dolor y la tristeza, atravesó una gran ciudad mitad en ruinas y mitad temblorosa con pasos vacilantes".

¿Cómo deberían reaccionar los católicos y comportarse en tal situación? Tenemos que aceptar esta situación de las manos de la Divina Providencia como una prueba, lo que nos traerá un mayor beneficio espiritual como si no hubiéramos experimentado tal situación. Uno puede entender esta situación como una intervención divina en la actual crisis sin precedentes de la Iglesia. Dios usa ahora esta situación para purificar a la Iglesia, para despertar a los responsables en la Iglesia y, en primer lugar, al Papa y al episcopado, de la ilusión de un amigable mundo moderno, de la tentación de coquetear con el mundo, de la inmersión en cosas temporales y terrenales. Los poderes de este mundo ahora han separado por la fuerza a los fieles de sus pastores. Los gobiernos ordenan al clero celebrar la liturgia sin el pueblo.

Esta intervención divina purificadora actual tiene el poder de mostrarnos a todos lo que es verdaderamente esencial en la Iglesia: el sacrificio eucarístico de Cristo con su cuerpo y sangre y la salvación eterna de las almas inmortales. Que aquellos en la Iglesia que se ven privados de forma inesperada y repentina de lo esencial comiencen a ver y apreciar su valor más profundamente.

A pesar de la dolorosa situación de ser privado de la Santa Misa y la Sagrada Comunión, los católicos no deben ceder a la frustración o la a melancolía. Deben aceptar esta prueba como una ocasión de abundantes gracias, que la Divina Providencia ha preparado para ellos. Muchos católicos tienen ahora de alguna manera la posibilidad de experimentar la situación de las catacumbas, de la iglesia subterránea. Uno puede esperar que tal situación produzca los nuevos frutos espirituales de los confesores de la fe y de la santidad.

Esta situación obliga a las familias católicas a experimentar literalmente el significado de una iglesia doméstica. En ausencia de la posibilidad de asistir a la Santa Misa, incluso los domingos, los padres católicos deben reunir a su familia en su hogar. Podrían asistir en sus hogares a una transmisión de la Santa Misa por televisión o Internet, o si esto no es posible, deberían dedicar una hora santa de oraciones para santificar el Día del Señor y unirse espiritualmente con las Santas Misas que son celebrado por sacerdotes a puerta cerrada incluso en sus ciudades o en sus alrededores. Tal hora santa dominical de una iglesia doméstica podría hacerse, por ejemplo, de la siguiente manera:

Oración del Rosario, lectura del Evangelio dominical, acto de contrición, acto de comunión espiritual, letanía, oración por todos los que sufren y mueren, por todos los perseguidos, oración por el Papa y los sacerdotes, oración por el fin del epidemia física y espiritual actual. La familia católica también debía rezar las Estaciones de la Cruz los viernes de Cuaresma.

Además, los domingos, los padres podían reunir a sus hijos por la tarde o por la noche para leerlos de la vida de los santos, especialmente aquellas historias extraídas de tiempos de persecución de la Iglesia. Tuve el privilegio de haber vivido una experiencia así en mi infancia, y eso me dio la base de la fe católica para toda mi vida.

Fritz_von_Uhde-bendicionmesaLos católicos que ahora están privados de asistir a la Santa Misa y recibir la Sagrada Comunión sacramental, quizás solo por un corto tiempo de algunas semanas o meses, pueden pensar en estos tiempos de persecución, donde los fieles durante años no pudieron asistir a la Santa Misa y recibir otros sacramentos, como fue el caso, por ejemplo, durante la persecución comunista en muchos lugares del Imperio soviético.

Que las siguientes palabras de Dios fortalezcan a todos los católicos que actualmente sufren la privación de la Santa Misa y la Sagrada Comunión:

“No os extrañéis del fuego que ha prendido en medio de vosotros para probaros, como si os sucediera algo extraño, sino alegraos en la medida en que participáis en los sufrimientos de Cristo, para que también os alegréis alborozados en la revelación de su gloria ” (1 Pedro 4, 12-13). “Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de los misericordias y Dios de toda consolación, que nos consuela en toda tribulación nuestra para poder nosotros consolar a los que están en toda tribulación, mediante el consuelo con que nosotros somos consolados por Dios!” (2 Corintios, 1, 3-4). “Por lo cual rebosáis de alegría, aunque sea preciso que todavía por algún tiempo seáis afligidos con diversas pruebas, a fin de que la calidad probada de vuestra fe, más preciosa que el oro perecedero que es probado por el fuego, se convierta en motivo de alabanza, de gloria y de honor, en la Revelación de Jesucristo” (1 Pedro 1, 6-7).

En el tiempo de una cruel persecución de la Iglesia, San Cipriano de Cartago (+ 258) dio la siguiente enseñanza edificante sobre el valor de la paciencia:

“Es la paciencia la que fortalece firmemente los cimientos de nuestra fe. Es esto lo que eleva en alto el aumento de nuestra esperanza. Es esto lo que dirige nuestro hacer, para que podamos retener el camino de Cristo mientras caminamos por su paciencia. ¡Cuán grande es el Señor Jesús, y cuán grande es su paciencia, que el que es adorado en el cielo aún no se vengó en la tierra! Queridos hermanos, consideremos su paciencia en nuestras persecuciones y sufrimientos; demos una obediencia llena de expectación a su venida ”(De patientia, 20; 24).

Queremos rezar con toda nuestra confianza a la Madre de la Iglesia, invocando el poder intercesor de Su Inmaculado Corazón, para que la situación actual de ser privado de la Santa Misa pueda traer abundantes frutos espirituales para la verdadera renovación de la Iglesia después de décadas de la noche de la persecución de verdaderos católicos, clérigos y fieles que ha sucedido dentro de la Iglesia. Escuchemos las siguientes palabras inspiradoras de San Cipriano de Cartago:

“Si se reconoce la causa del desastre, inmediatamente se encuentra un remedio para la herida. El Señor ha deseado que su familia sea probada; y debido a que una larga paz había corrompido la disciplina eclesiástica que nos había sido entregada divinamente, la reprensión celestial ha despertado nuestra fe, que estaba adormecida, y casi dije que dormía; y aunque merecíamos más por nuestros pecados, el Señor más misericordioso ha moderado tanto todas las cosas, que todo lo que ha sucedido parece más una prueba que una persecución” (De lapsis, 5).

Dios conceda que esta breve prueba de la privación del culto público y la Santa Misa inculquen en el corazón del Papa y de los obispos un nuevo celo apostólico por los tesoros espirituales perennes, que se les ha sido confiado divinamente, es decir, el celo por la gloria y el honor de Dios, por la unicidad de Jesucristo y su sacrificio redentor, por la centralidad de la Eucaristía y su forma sagrada y sublime de celebración, por la mayor gloria del Cuerpo Eucarístico de Cristo, el celo por la salvación de las almas inmortales, el celo para un clero casto y con espirito apostólico.

Que escuchemos las siguientes palabras de aliento de San Cipriano de Cartago:

“Se deben dar alabanzas a Dios, y sus beneficios y dones deben celebrarse dando gracias, aunque incluso en el momento de la persecución nuestra voz no ha dejado de dar gracias. Porque ni siquiera un enemigo tiene tanto poder como para impedirnos, que amamos al Señor con todo nuestro corazón, nuestra vida y nuestra fuerza, declarar sus bendiciones y alabanzas siempre y en todas partes dándole gloria. Ha llegado el día fervientemente deseado, por las oraciones de todos; y después de la terrible y repugnante oscuridad de una larga noche, el mundo ha brillado irradiado por la luz del Señor” (De lapsis, 1).

19 de marzo de 2020

+ Athanasius Schneider, obispo auxiliar de la archidiócesis de Santa María en Astana

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Por su parte, el Card. R.L. Burke ha dirigido unos días más tarde el siguiente y exhaustivo Mensaje que vale la pena leer hasta el final: 

 

Mensaje sobre el combate contra el coronavirus, COVID-19

21 de Marzo de 2020

Queridos amigos,

Desde hace algún tiempo, hemos estado en combate contra la propagación del coronavirus, COVID-19. Por todo lo que podemos decir, y una de las dificultades del combate es que aún queda mucho por aclarar sobre la peste, la batalla continuará por algún tiempo. El virus involucrado es particularmente insidioso, ya que tiene un período de incubación relativamente largo, algunos dicen 14 días y otros 20 días, y es altamente contagioso, mucho más contagioso que otros virus que hemos experimentado.

Uno de los principales medios naturales para defendernos contra el coronavirus es evitar cualquier contacto cercano con los demás. Es importante, de hecho, mantener siempre una distancia, algunos dicen que una yarda (metro) y otros dicen seis pies - alejados el uno del otro, y, por supuesto, evitar reuniones grupales, es decir, reuniones en las que varios las personas están muy cerca unas de otras. Además, dado que el virus se transmite a través de pequeñas gotas emitidas cuando uno estornuda o se suena la nariz, es fundamental lavarnos las manos con frecuencia con jabón desinfectante y agua tibia durante al menos 20 segundos, y usar desinfectante para manos y toallitas. Es igualmente importante desinfectar las mesas, sillas, encimeras, etc., sobre las cuales estas gotitas pueden haber aterrizado y desde las cuales son capaces de transmitir el contagio por algún tiempo. Si estornudamos o nos sonamos la nariz, se nos aconseja usar un pañuelo facial de papel, descartarlo de inmediato y luego lavarnos las manos. Por supuesto, aquellos que son diagnosticados con el coronavirus deben ser puestos en cuarentena, y aquellos que no se sienten bien, incluso si no se ha determinado que padecen el coronavirus, deben, por caridad hacia los demás, permanecer en casa, hasta que se sienta mejor.

Al vivir en Italia, en donde la propagación del coronavirus ha sido particularmente mortal, especialmente para los ancianos y para aquellos que ya se encuentran en un estado de salud delicada, me impresiona el gran cuidado que los italianos están tomando para protegerse a sí mismos y a los demás del contagio. Como ya habrá leído, el sistema de salud en Italia se prueba severamente para tratar de proporcionar la hospitalización necesaria y el tratamiento de cuidados intensivos para los más vulnerables. Ore por los italianos y especialmente por aquellos para quienes el coronavirus puede ser fatal y los encargados de su cuidado. Como ciudadano de los Estados Unidos, he estado siguiendo la situación de la propagación del coronavirus en mi tierra natal y sé que quienes viven en los Estados Unidos están cada vez más preocupados por detener su propagación,

Toda la situación ciertamente nos dispone a una profunda tristeza y también al miedo. Nadie quiere contraer la enfermedad relacionada con el virus o que alguien más lo contraiga. Especialmente no queremos que nuestros seres queridos mayores u otras personas que sufren de salud corran peligro de muerte por la propagación del virus. Para luchar contra la propagación del virus, todos estamos en una especie de retiro espiritual forzado, confinado a cuartos y sin la capacidad de mostrar signos habituales de afecto a familiares y amigos. Para quienes están en cuarentena, el aislamiento es claramente aún más severo, al no poder tener contacto con nadie, ni siquiera a distancia.

Si la enfermedad en sí asociada con el virus no fue suficiente para preocuparnos, no podemos ignorar la devastación económica que ha causado la propagación del virus, con sus graves efectos en los individuos y las familias, y en aquellos que nos sirven de muchas maneras en nuestro vida diaria. Por supuesto, nuestros pensamientos no pueden evitar incluir la posibilidad de una devastación aún mayor de la población de nuestras tierras y, de hecho, del mundo.

Ciertamente, tenemos razón en aprender y emplear todos los medios naturales para defendernos del contagio. Es un acto fundamental de caridad utilizar todos los medios prudentes para evitar contraer o propagar el coronavirus. Sin embargo, los medios naturales para prevenir la propagación del virus deben respetar lo que necesitamos para vivir, por ejemplo, el acceso a alimentos, agua y medicamentos. El Estado, por ejemplo, en su imposición de restricciones cada vez mayores sobre el movimiento de personas, establece que las personas pueden visitar el supermercado y la farmacia, respetando las precauciones de distanciamiento social y el uso de desinfectantes por parte de todos los involucrados. .

Al considerar lo que se necesita para vivir, no debemos olvidar que nuestra primera consideración es nuestra relación con DiosRecordamos las palabras de Nuestro Señor en el Evangelio según Juan: “Si un hombre me ama, cumplirá mi palabra, y mi Padre lo amará, y nosotros vamos a él y hacemos nuestro hogar con él” (14, 23 ) Cristo es el Señor de la naturaleza y de la historia. Él no es distante y desinteresado en nosotros y en el mundo. Nos ha prometido: “Estoy contigo siempre, hasta el fin de los tiempos” (Mt 28, 20). Al combatir el mal del coronavirus, nuestra arma más efectiva es, por lo tanto, nuestra relación con Cristo a través de la oración y la penitencia, y las devociones y la adoración sagrada. Nos volvemos a Cristo para liberarnos de la peste y de todo daño, y Él nunca deja de responder con amor puro y desinteresado. Por eso es esencial para nosotros, de la misma manera que podemos comprar alimentos y medicinas, al mismo tiempo que cuidamos de no propagar el coronavirus en el proceso, también debemos poder orar en nuestras iglesias y capillas, recibir los sacramentos y participar en actos de oración pública y devoción, para que conozcamos la cercanía de Dios con nosotros y permanezcamos cerca de Él, invocando adecuadamente Su ayuda. Sin la ayuda de Dios, estamos perdidos. 

Históricamente, en tiempos de pestilencia, los fieles se reunieron en fervientes oraciones y participaron en procesiones. De hecho, en el Misal Romano, promulgado por el Papa San Juan XXIII en 1962, hay textos especiales para la Santa Misa que se ofrecerá en tiempos de pestilencia, la Misa votiva para la liberación de la muerte en tiempos de pestilencia ( Missae Votivae ad Diversan. 23) Del mismo modo, en la letanía tradicional de los santos, oramos: “De la peste, el hambre y la guerra, oh Señor, líbranos".

A menudo, cuando nos encontramos en un gran sufrimiento e incluso enfrentamos la muerte, preguntamos: “¿Dónde está Dios?" Pero la verdadera pregunta es: “¿Dónde estamos?" En otras palabras, Dios está seguramente con nosotros para ayudarnos y salvarnos, especialmente en el momento de un juicio severo o la muerte, pero a menudo estamos muy lejos de Él debido a nuestra incapacidad de reconocer nuestra dependencia total de Él y, por lo tanto, de rezarle diariamente y ofrecerle nuestra adoración.

En estos días, he escuchado de tantos católicos devotos que están profundamente tristes y Borromeo comuniondesanimados por no poder rezar y adorar en sus iglesias y capillas. Entienden la necesidad de observar la distancia social y seguir las otras precauciones, y seguirán estas prácticas prudentes, que pueden hacer fácilmente en sus lugares de culto. Pero, a menudo, tienen que aceptar el profundo sufrimiento de tener sus iglesias y capillas cerradas, y de no tener acceso a la Confesión y a la Santísima Eucaristía.

Del mismo modo, una persona de fe no puede considerar la actual calamidad en la que nos encontramos sin considerar también cuán distante está nuestra cultura popular de Dios. No solo es indiferente a su presencia en medio de nosotros, sino que es abiertamente rebelde hacia Él y el buen orden con el que nos ha creado y nos sostiene en el ser. Solo tenemos que pensar en los ataques violentos comunes a la vida humana, masculina y femenina, que Dios ha hecho a su propia imagen y semejanza (Gn 1, 27), ataques contra los no nacidos inocentes e indefensos, y contra aquellos que tienen el primer título. a nuestro cuidado, aquellos que están fuertemente cargados de enfermedades graves, años avanzados o necesidades especiales. Somos testigos diarios de la propagación de la violencia en una cultura que no respeta la vida humana.

Del mismo modo, solo debemos pensar en el ataque generalizado contra la integridad de la sexualidad humana, en nuestra identidad como hombre o mujer, con el pretexto de definir para nosotros mismos, a menudo empleando medios violentos, una identidad sexual distinta de la que Dios nos ha dado. . Con una preocupación cada vez mayor, somos testigos del efecto devastador en los individuos y las familias de la llamada “teoría del género".

También somos testigos, incluso dentro de la Iglesia, de un paganismo que adora la naturaleza y la tierra. Hay quienes dentro de la Iglesia se refieren a la tierra como nuestra madre, como si viniéramos de la tierra, y la tierra es nuestra salvación. Pero venimos de la mano de Dios, Creador del Cielo y la Tierra. Solo en Dios encontramos la salvación. Oramos en las palabras divinamente inspiradas del salmista: “[Dios] solo es mi roca y mi salvación, mi fortaleza; No seré sacudido ”(Sal 62 [61], 6). Vemos cómo la vida de la fe misma se ha vuelto cada vez más secularizada y, por lo tanto, ha comprometido el señorío de Cristo, Dios el Hijo encarnado, rey del cielo y de la tierra. Somos testigos de muchos otros males que derivan de la idolatría, de la adoración a nosotros mismos y a nuestro mundo, en lugar de adorar a Dios, la fuente de todo ser. Tristemente vemos en nosotros mismos la verdad de las palabras inspiradas de San Pablo con respecto a la “impiedad y maldad de los hombres que por su maldad suprimen la verdad": “intercambiaron la verdad sobre Dios por una mentira y adoraron y sirvieron a la criatura en lugar del Creador, ¡Quién ha sido bendecido para siempre! (Rom 1, 18. 25).

Muchos con quienes estoy en comunicación, reflexionando sobre la actual crisis de salud mundial con todos sus efectos concomitantes, me han expresado la esperanza de que nos llevará, como individuos y familias, y como sociedad, a reformar nuestras vidas, a recurra a Dios que seguramente está cerca de nosotros y que es inconmensurable e incesante en su misericordia y amor hacia nosotros. No hay duda de que grandes males como la peste son un efecto del pecado original y de nuestros pecados actuales. Dios, en su justicia, debe reparar el desorden que el pecado introduce en nuestras vidas y en nuestro mundo. De hecho, cumple las demandas de la justicia con su misericordia superabundante.

Dios no nos ha dejado en el caos y la muerte, que el pecado introduce en el mundo, sino que ha enviado a Su Hijo unigénito, Jesucristo, a sufrir, morir, resucitar de entre los muertos y ascender en gloria a Su diestra, en orden. permanecer con nosotros siempre, purificándonos del pecado e inflamandonos con su amor. En su justicia, Dios reconoce nuestros pecados y la necesidad de su reparación, mientras que en su misericordia nos derrama la gracia de arrepentirnos y reparar. El profeta Jeremías oró:

 “Reconocemos, oh SEÑOR, nuestra maldad, la culpa de nuestros padres; que hemos pecado contra ti “, pero inmediatamente continuó su oración:” Por amor de tu nombre, no nos desprecies, no deshonres el trono de tu gloria; recuerda tu pacto con nosotros y no lo rompas ”(Jer 14, 20-21).

Dios nunca nos da la espalda; Él nunca romperá su pacto de amor fiel y duradero con nosotros, a pesar de que con tanta frecuencia somos indiferentes, fríos e infieles. A medida que el sufrimiento actual nos revela tanta indiferencia, frialdad e infidelidad de nuestra parte, estamos llamados a recurrir a Dios y rogar por su misericordia. Estamos seguros de que nos escuchará y nos bendecirá con sus dones de misericordia, perdón y paz. Unimos nuestros sufrimientos a la Pasión y la Muerte de Cristo y así, como dice San Pablo, “completa lo que falta en las aflicciones de Cristo por el bien de su cuerpo, es decir, la Iglesia” (Col 1, 24). Viviendo en Cristo, sabemos la verdad de nuestra oración bíblica: “La salvación de los justos es del Señor; él es su refugio en tiempos de problemas ”(Sal 37 [36], 39). En Cristo, Dios nos ha revelado completamente la verdad expresada en la oración del salmista: “La misericordia y la verdad se han reunido; la justicia y la paz se han besado ”(Sal 85 [84], 10).

En nuestra cultura totalmente secularizada, hay una tendencia a ver la oración, las devociones y la adoración como cualquier otra actividad, por ejemplo, ir al cine o un partido de fútbol, ​​lo cual no es esencial y, por lo tanto, puede cancelarse por el simple hecho de tomar cada precaución para frenar la propagación de un contagio mortal. Pero la oración, las devociones y la adoración, sobre todo, la Confesión y la Santa Misa, son esenciales para que podamos mantenernos sanos y fuertes espiritualmente, y para que busquemos la ayuda de Dios en un momento de gran peligro para todos. Por lo tanto, no podemos simplemente aceptar las determinaciones de los gobiernos seculares, que tratarían la adoración a Dios de la misma manera que ir a un restaurante o a una competencia deportiva. 

De otra manera, Nosotros, los obispos y los sacerdotes, debemos explicar públicamente la necesidad de los católicos de rezar y adorar en sus iglesias y capillas, e ir en procesión por las calles y caminos, pidiendo la bendición de Dios sobre su pueblo que sufre tan intensamente. Necesitamos insistir en que las regulaciones del Estado, también por el bien del Estado, reconozcan la importancia distintiva de los lugares de culto, especialmente en tiempos de crisis nacional e internacional. En el pasado, de hecho, los gobiernos han entendido, sobre todo, la importancia de la fe, la oración y la adoración de las personas para superar una peste.

Aun cuando hemos encontrado una manera de proveer alimentos y medicinas y otras necesidades de la vida durante un momento de contagio, sin arriesgar irresponsablemente la propagación del contagio, de manera similar, podemos encontrar una manera de satisfacer las necesidades. de nuestra vida espiritual. Podemos proporcionar más oportunidades para la Santa Misa y las devociones en las que pueden participar varios fieles sin violar las precauciones necesarias contra la propagación del contagio. Muchas de nuestras iglesias y capillas son muy grandes. Permiten que un grupo de fieles se reúnan para orar y adorar sin violar los requisitos de la “distancia social". El confesionario con la pantalla tradicional generalmente está equipado o, si no, puede equiparse fácilmente con un velo delgado que puede tratarse con desinfectante, para que el acceso al Sacramento de la Confesión sea posible sin gran dificultad y sin peligro de transmitir el virus. Si una iglesia o capilla no tiene un personal lo suficientemente grande como para poder desinfectar regularmente los bancos y otras superficies, no tengo dudas de que los fieles, en agradecimiento por los dones de la Sagrada Eucaristía, la Confesión y la devoción pública, lo harán con mucho gusto.

Incluso si, por alguna razón, no podemos tener acceso a nuestras iglesias y capillas, debemos recordar que nuestros hogares son una extensión de nuestra parroquia, una pequeña Iglesia en la que traemos a Cristo de nuestro encuentro con Él en la Iglesia más grande. Deje que nuestros hogares, durante este tiempo de crisis, reflejen la verdad de que Cristo es el invitado de cada hogar cristiano. Volvamos a él a través de la oración, especialmente el Rosario, y otras devociones. 

Si la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, junto con la imagen del Inmaculado Corazón de María, aún no está entronizada en nuestro hogar, ahora sería el momento de hacerlo. El lugar de la imagen del Sagrado Corazón es para nosotros un pequeño altar en casa, en el que nos reunimos, conscientes de que Cristo mora con nosotros a través del derramamiento del Espíritu Santo en nuestros corazones, y colocar nuestros corazones a menudo pobres y pecaminosos en Su glorioso Corazón traspasado, siempre abierto para recibirnos, sanarnos de nuestros pecados y llenarnos de amor divino. Si desean entronizar la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, le recomiendo el manual,La Entronización del Sagrado Corazón de Jesús , disponible a través del Apostolado Catequista Mariano. También está disponible en traducciones al polaco y al eslovaco.

Para aquellos que no pueden tener acceso a la Santa Misa y la Sagrada Comunión, recomiendo la práctica devota de la Comunión Espiritual. Cuando estamos dispuestos a recibir la Sagrada Comunión, es decir, cuando estamos en estado de gracia, no somos conscientes de ningún pecado mortal que hayamos cometido y por el que aún no hemos sido perdonados en el Sacramento de la Penitencia, y deseamos recibimos a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión pero no podemos hacerlo, nos unimos espiritualmente con el Santo Sacrificio de la Misa, rezando a Nuestro Señor Eucarístico en las palabras de San Alfonso Liguori: “Ya que ahora no puedo recibirte sacramentalmente, ven al menos espiritualmente en mi corazón “. La comunión espiritual es una hermosa expresión de amor por Nuestro Señor en el Santísimo Sacramento. No dejará de traernos abundante gracia.

Al mismo tiempo, cuando somos conscientes de haber cometido un pecado mortal y no podemos tener acceso al Sacramento de la Penitencia o la Confesión, la Iglesia nos invita a realizar un acto de contrición perfecta, es decir, de pena por el pecado, que “Surge de un amor por el cual Dios es amado por encima de todo". Un acto de contrición perfecta “obtiene el perdón de los pecados mortales si incluye la firme resolución de recurrir a la confesión sacramental lo antes posible” ( Catecismo de la Iglesia Católica , n. 1452). Un acto de contrición perfecta dispone nuestra alma para la comunión espiritual.

Al final, la fe y la razón, como siempre lo hacen, trabajan juntas para proporcionar la solución justa y correcta a un desafío difícil. Debemos usar la razón, inspirada por la fe, para encontrar la manera correcta de enfrentar una pandemia mortal. Esa manera debe dar prioridad a la oración, la devoción y la adoración, a la invocación de la misericordia de Dios sobre su pueblo que tanto sufre y está en peligro de muerte. Hecho a imagen y semejanza de Dios, disfrutamos los dones del intelecto y el libre albedrío. Usando estos dones dados por Dios, unidos a los dones también dados por Dios de Fe, Esperanza y Amor, encontraremos nuestro camino en el tiempo presente de la prueba mundial que es la causa de tanta tristeza y miedo.

Podemos contar con la ayuda y la intercesión de la gran hueste de nuestros amigos celestiales, con quienes estamos íntimamente unidos en la Comunión de los Santos. La Virgen Madre de Dios, los santos Arcángeles y Ángeles Guardianes, San José, Verdadero Esposo de la Virgen María y Patrona de la Iglesia Universal, San Roque, a quien invocamos en tiempos de epidemia, y los otros santos y benditos a quienes recurrimos regularmente en oración están a nuestro lado. Nos guían y nos aseguran constantemente que Dios nunca dejará de escuchar nuestra oración; Él responderá con su inconmensurable e incesante misericordia y amor.

Queridos amigos, les ofrezco estas pocas reflexiones, profundamente conscientes de cuánto están sufriendo por el coronavirus pandémico. Espero que las reflexiones puedan serle de ayuda. Sobre todo, espero que lo inspiren a recurrir a Dios en oración y adoración, cada uno según sus posibilidades, y así experimentar Su curación y paz. Con las reflexiones viene la seguridad de mi recuerdo diario de sus intenciones en mi oración y penitencia, especialmente en la ofrenda del Santo Sacrificio de la Misa.

Les pido por favor que se acuerden de mí en sus oraciones diarias.

Sigo siendo suyo en el Sagrado Corazón de Jesús y el Inmaculado Corazón de María, y en el más puro Corazón de San José,

Raymond Leo Cardenal Burke
21 de marzo de 2020
Fiesta de San Benito, abad

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Infocatólica agradecerá vuestra generosa colaboración; le sugerimos cómo hacerlo.

17 comentarios

  
Teodosio
Hace días que Polonia ha prohibido que asistan más de 5 personas a las ceremonias religiosas:
notesfrompoland.com/2020/03/24/poland-restricts-leaving-home-and-gatherings-of-over-two-people-in-new-coronavirus-measures/
Más vale que dejen de decir tonterías o tendrán problemas muy serios en América.
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V.G.: Lo que ud. señala no invalida lo que se dice en el post. ¿Acaso no se habían multiplicado las Misas?
Si puede aclararme cuál es la tontería, se lo agradezco para corregirla.
Y en cuanto a los problemas, no dudo que los tendremos. Y no sólo nosotros; por eso es bueno prepararse, no sólo física sino mental y espiritualmente.
28/03/20 3:09 AM
  
Fernando Romero Moreno
Excelente articulo estimada Virginia. Y muy esclarecedor...

Fernando
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V.G.: Gracias a Dios, Fernando.
28/03/20 3:15 AM
  
Oscar Alejandro Campillay Paz
Toda la carta del Cardenal Burke honra con una coherencia impecable el enunciado que usted bien resalta:
"La fe y la razón, como siempre lo hacen, trabajan juntas"
Será de verdad tan difícil encontrar soluciones que salvaguarden el derecho al culto divino? No lo parece...
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V.G.: Claro que hay soluciones...a juzgar por algunas noticias (Excepción al decreto de aislamiento - Coronavirus: El Gobierno exceptuó a los ortodoxos judíos de la cuarentena para que pueden tomar su baño sagrado), otras religiones evidentemente tienen en mayor estima sus ceremonias que algunos obispos argentinos.
28/03/20 5:17 AM
  
Jordi
El recopilatorio de normas técnicas y civiles para afrontar el COVID en España están aquí:
https://www.mscbs.gob.es/profesionales/saludPublica/ccayes/alertasActual/nCov-China/home.htm

Pidan al gobierno que los que tengan alteraciones conductuales, un diagnóstico de espectro autista y conductas disruptivas puedan salir a la calle acompañados, tal como permite esta instrucción, pues no podrán aguantar estar siempre en casa.

Aquí está la instrucción que lo permite:
https://www.boe.es/boe/dias/2020/03/20/pdfs/BOE-A-2020-3898.pdf

Vayan deprisa, de-pri-sa...

PIensen que la enfermedad obliga a pensar 14 días antes, dado que es el tiempo máximo que media entre la carga viral suficiente como para incubar la enfermedad y la exteriorización de los primeros síntomas.
Por ejemplo: si el estado de excepción se hace el 29 de este mes, hemos de saber que hay que mirar al día 15: ¿qué hicimos?.
Por eso, este virus ha cogido por sorpresa a todas las autoridades de casi todos los países.
La carga viral es la cantidad de virus que hemos recibido como para incubar la enfermedad.
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Le doy unas normas por si son de su interés:

A. MISAS
1. Parroquia de referencia
2. Curas, diáconos, religiosos y laicos voluntarios
3. Turno obtenido por teléfono o red social (Whatsapp, Telegraf, Twitter, Facebook), dando normas de conducta para antes, durante y después de la misa, avisando a la población de riesgo que no acuda: mayores de 70 años, contagiados (estos inmovilizados domiciliariamente) y enfermos (ingresado en planta o en UCI-UVI)
4. Límite de aglomeración y aforo máximo: limitarlo entre mínimo 10 y máximo 20 personas por misa (1 persona por cada dos bancos)
5. Distanciamiento: 1,5-2 metros. Para entrar, salir y circular dentro del interior de la iglesia. Eso implica 1 persona por cada dos bancos
6. Indicar en el banco el asiento que guarda la distancia de 1,5-2 metros.
7. Hacer muchas misas (Polonia) cada 30 minutos (Hungría)
8. Misa con la breve Plegaria Eucarística II, lecturas por el cura, brevedad: homilía, intenciones, avisos finales. Sin saludo con la mano al ser facultativo (nº 149 Ordinario de la Misa), eliminar todos los ritos facultativos. Misa en Altar Mayor, no en los altares de las capillas, que son cerradas y pequeñas.
9. Cura que se limpia las manos en un recipiente antes de dar la comunión en una mesita auxiliar al altar (credencia) y usando gel desinfectante
10. Comunión en dos filas separadas: una para la comunión en la mano con o sin corporal, y otra para la comunión en la boca, separación de 1,5-2 m. Cura con guantes y mascarilla si es necesario. Plantear si se puede sustituir por la comunión espiritual.

...................

B. HOSPITALES
Que el arzobispo y los obispos pidan a la autoridad hospitalaria y política que los curas puedan entrar en las plantas de los hospitales para que puedan confesar y dar la extremaunción.

CONFESIÓN
1. Que pidan perdón sin necesidad de contar verbalmente los pecados
2. Fórmulas aprendidas de memoria por el cura, abreviadas al máximo
3. Imponer manos sin tocar al enfermo

UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
1. Vestido EPI (equipo protección individual): guante, mascarilla FFP2-FFP3, gafas, bata y delantal sanitarios, luego puesto en el contenedor de residuos clínicos contaminados
2. Recipiente del óleo sólo para enfermos covid
3. Memorizar la fórmula del ritual y hacerlo lo máximo de abreviado
4. Cambio de guantes si se toca algo, siempre
5. No hacerlo si hay una prohibición expresa del hospital

SALUDAR ENFERMOS
1. Desde la puerta
2. No tocar nada
3. Dar palabras de ánimo, bendecir, recitar versículos, salmos
......

Si usted es argentina, Sra. Olivera, mucho me temo, por lo leído en la prensa de su país, que en dos semanas entrarán en colapso total si no reaccionan rápido.

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V.G.: Jordi, las normas las pone el gobierno, no yo. Lo que yo pido en este post es simplemente que los pastores tengan un poco más en cuenta las necesidades ESPIRITUALES de sus fieles, que no todos están teniendo en cuenta debidamente, según mi modestísima opinión. Hay loables sacerdotes que gracias a Dios sí, y tomando los recaudos convenientes no se hacen atrás en su ministerio SACERDOTAL, pero otros, vergonzosamente, están arrojando en masa a muchas ovejas a las sectas, que tienen respuestas sobrenaturales para la situación presente, y al menos les dan consuelo.
Esta renuncia para mí, es más grave que el virus, porque se juegan la eternidad. ¿Me comprende?
28/03/20 5:23 AM
  
Ricardo de Argentina
Una duda me carcome: los sacerdotes que ahora celebran en solitario, ¿lo hacen "versus populum"?

La prohibición de dar misas con público, ha dejado con sus vergüenzas al aire el absurdo teológico Y LOGICO que subyace en la disposición posconciliar de prohibir las misas de cara a Dios.
Ha dejado a la vista el costado ridículo de esa medida impía.
Y a modo de aviso para despistados, es bueno saber que la prohibición que regía para las misas de cara a Dios en el así llamado "Novus Ordo" era TERMINANTE. Quien la infrigiera se veía expuesto a sanciones terribles. Porque si bien en los papeles se podía celebrar la misa N.O. de cara a Dios, era norma no escrita que quien se atreviera a ello era candidato a la decapitación eclesial al modo "tiro la piedra y escondo la mano", que es la manera habitual de sancionar al clero que no ha apostatado aún.
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V.G.: Le pido disculpas por no publicar el último párrafo, que muy posiblemente daría para desviar mucho el hilo del debate.
28/03/20 12:23 PM
  
JSP
Por enésima vez, y creo que ya es suficiente, Iglesias abiertas, administración de Sacramentos y Santa Misa Comunitaria en todo momento y lugar. Por supuesto, con medidas sanitarias en obediencia a la autoridad civil, mientras no sea anticristiana tal medida. Fe y razón.

¿Santa Teresa de Calcuta se quedaría en casa confinada sin atender a los pobres, enfermos, lisiados, moribundos y pecadores?

1. Si el enemigo nos ofrece un pecado venial, una mentira piadosa, para salvar la destrucción del mundo, entonces por amor a Dios dejemos que el mundo sea destruido.
2. Ante el error no se puede ceder. Dios es el único Señor, Señor que da la vida y la quita cuando Él dicta, no el coronavirus que no es señor de nada.
3. ¿Nuestra fe en Cristo pone a lo natural por encima de lo sobrenatural? Los hospitales, los supermercados, las farmacias, etc. tienen las puertas abiertas. Los empresarios, médicos, enfermeros, operarios de limpieza, fontaneros, electricistas, informáticos, etc. cumplen con su cometido natural. Lo natural sigue vigente con sus normas sanitarias claro está. Pero, y lo sobrenatural, ¿el Pecado está confinado o cierra sus puertas? ¿Acaso el aborto, la ideología de género, la pornografía, etc. el coronavirus lo ha suspendido? Santa Teresa de Calcuta decía: "El mayor destructor de la paz hoy en día es el aborto, pues es una guerra en contra del niño, un asesinato directo del niño inocente, asesinado por su propia madre... el mayor destructor del amor y la paz es el aborto".
4. Comunión en la boca o en la mano. Santa Teresa de Calcuta dijo sobre el permiso que los Obispos han dado desde hace algunos años para recibir la Sagrada Comunión en la mano: "esto es permitido, pero no es una orden, ... como M.C.S. [Misioneras de la Caridad], nosotras hemos elegido recibir en la lengua la Sagrada Comunión. Si se les pregunta acerca [de ello], no entren en discusiones - "que todo espíritu alabe al Señor" - pero oremos para que todo sea hecho para la mayor gloria de Dios y el bien de la Iglesia."
5. "No temáis a quien mata el cuerpo sino a quien mata el alma." El mayor virus destructor de vidas humanas se llama pecado. Pecado que entra en el género humano y trae consigo la imperfección en el hombre y en el mundo. Pecado original que trae la soledad frente al pecado, trae la enfermedad, el sufrimiento y la muerte.
6. Pero, tenemos que colaborar y cooperar con Dios, dejarnos amar por Él, para ser verdaderos hijos en el Hijo, para hacer visible Sus obras de justicia y misericordia, para hacer visible Su Corona de misericordia.
7. Dios no es un Dios de muertos, sino de vivos. Tanto ama Dios al mundo...Dios se ha encarnado para decirnos que no nos deja solos frente al enemigo, frente al pecado. Cristo se ha manifestado históricamente, ha evangelizado, ha obrado milagros, se ha entregado por nosotros sin excepciones de virus, nos ha dejado la Pascua de liberación del pecado, la Eucaristía para redimirnos, salvarnos y estar con nosotros hasta el fin del mundo, Alfa y Omega, ha sido el Cordero de Dios inmolado en la Cruz por los pecados del mundo sin rechistar por la redención de los muchos y nos ha abierto la puerta del Cielo mostrándonos la Resurrección, la resurrección de la carne, la vida eterna. ¿Qué más queremos, que más excusas tenemos que plantear, qué más necesitamos? No tengamos miedo, pues Jesucristo Nuestro Señor está con nosotros.
28/03/20 12:24 PM
  
Ricardo de Argentina
Otrosí y perdón por el excursus, pero es un tema importante: la idea herética de que el protagonista de las misas no es Dios sino el público, es de larguísima data y voy a dar un ejemplo.
Hace unos 30 años atrás todavía se daban en mi parroquia misas a las 7:30 hs. los domingos, y a esas concurríamos con mi esposa. Un día de lluvia me sorprendió ver al cura en el atrio apenas minutos antes de empezar la misa, cuando se suponía que tendría que estar revistiéndose. Nos dijo con toda naturalidad que si no hubiésemos ido, suspendía la misa.
Y no era un cura joven, al contrario.
Luego de nosotros varios otros fieles concurrieron, pero el punto fue que el cura entendía que una misa sin público no se justificaba, no tenía sentido.

Yo me pregunto: ¿Creerán lo mismo los actuales sacerdotes?
28/03/20 12:31 PM
  
Jordi
V.G.: Jordi, las normas las pone el gobierno, no yo. Lo que yo pido en este post es simplemente que los pastores tengan un poco más en cuenta las necesidades ESPIRITUALES de sus fieles...

Yo lo doy también a todos sus lectores, para que en su dúplice condición de ciudadanos de la nación y ciudadanos del Pueblo de Dios, se organicen como sociedad civil y eclesial, con el fin de que ejerciten el derecho fundamental de petición individual y colectiva, que está reconocido en el canon 212 CDC y en la legislación de cada país.

Algunas de las normas que doy tienen su origen en diferentes países, ejemplo:

7. Hacer muchas misas (Polonia) cada 30 minutos (Hungría)
Pido a los fieles dos cosas, y es para su bien:

a) que pidan a los obispos que no suspendan las misas públicas
b) que pidan a los políticos que tampoco las suspendan
c) que pidan a los obispos que hablen con los políticos y los empresarios de servicios esenciales (tanatorios) para que no suspendan las misas públicas ni las exequias y funerales

Un ejemplo de un obispo que ha hecho peticiones a los políticos y a los empresarios:
- El obispo de Córdoba, Demetrio Fernández, ha dicho que solicitó «a la autoridad competente que en el pequeño grupo que acompaña al difunto en el momento del sepelio, pudiera estar el párroco, pues la persona que fallece es miembro de una comunidad parroquial, y así se nos ha concedido."
- El mismo obispo ha pedido «a las funerarias que en su servicio funerario sigan avisando al párroco cuando tengan noticia de un fallecimiento y el párroco, en la medida de lo posible, estará junto al difunto y al pequeño grupo de familia en ese momento tan doloroso, que nos abre a la esperanza del cielo».
- También el mismo obispo ha alabado la «gran capacidad de entrega, con el riesgo de su propia vida», que están demostrando sanitarios y otros grupos profesionales. Pues lo mismo se pide a los sacerdotes.
......................
Además, añado otras medidas:

A. MISAS
11. Si algún familiar sale a comprar o pasa por la parroquia, el párroco podrá darle la sagrada forma para que, llevada con el máximo respeto, comulguen los de su casa, como se ha hecho en tiempo de guerra
(obispo de Córdoba, Demetrio Fernández)

TANATORIOS
1. Servicio litúrgico de oración de responsos para el duelo en un espacio habilitado
2. Servicio de apoyo a disposición de quienes puedan requeri su ayuda espiritual en el duelo
3. Servicio de escucha en el duelo para acoger y sostener a las familias y sanitarios en este momento
28/03/20 2:07 PM
  
Rubén (de Argentina)
Ma. Virginia:
el solo insinuar que Quien es la Vida y Salud misma pueda ser vehículo de contagio, nos parece de una insolencia blasfema.
¡Enorme! Lamentablemente he tenido que ver que muchos católicos piensan así y peor aún, lo toman como justificativo para comulgar en la mano (que se profane el Cuerpo y la Sangre del Señor, es algo secundario, lo que importa es la salud del cuerpo a como venga; el alma puede esperar).

Jordi:
por lo leído en la prensa de su país, que en dos semanas entrarán en colapso total si no reaccionan rápido.
El colapso total será el de las almas que mueran sin estar en estado de gracia. "De que le vale al hombre ganar el mundo y perder su alma".

Somo católicos y por lo tanto creemos en la inmortalidad del alma; sabemos que con la muerte no se termina nada (nuestra conciencia permanece), sino que con ella (la muerte del cuerpo) el Altísimo nos llama a su presencia a rendirle cuentas. Tarde o temprano todos moriremos (por el COVID o lo que sea) y nuestra prioridad es estar "presentables" para ese momento. Y si con esta peste vemos que la probabilidad de que nos llame el Señor aumenta, con más razón aún debemos estar preparados y obrar todo aquello que nos permita estar en gracia con Dios. Y si por estar en gracia con Dios, si por obrar conforme Él lo ordenó ("Haced esto en conmemoración mía", fue imperativo, no condicional, no dijo "Haced esto en conmemoración mía, excepto que...") nos toca dejar este tiempo, pues ¡bien por nosotros! que cuando Dios nos llamó, nos encontró obrando como Él mandó:

¡Feliz el servidor aquel, a quien su señor al venir hallare obrando así! En verdad, os digo, lo pondrá sobre toda su hacienda.
—Mateo 24:46-47
El colapso que hay que temer, el de las almas, no el de los cuerpos. Recuerda que todos nuestras cabellos están contados y que ni un pajarito cae a tierra sin que medie la voluntad de Dios. No te vas a ir de este mundo a menos que Dios lo haya dispuesto primero (no lo digo yo, lo dice Cristo), por más COVID que haya, así que antes que temer la muerte del cuerpo, temamos la muerte de nuestro espíritu.
Quien quiere salvar su vida, la perderá, y quien pierde su vida a causa de Mí y del Evangelio, la salvará.
—Mc 8:35
28/03/20 2:57 PM
  
Antonio1

Por lo dicho en el post y en alguno de los comentarios me parece que en America no son aún conscientes de lo que se les viene encima. Esto es muy serio. No pretendo alarmar pero sí señalar que esto es muy duro y doloroso y no se trata de no temer por la propia vida sino que en una salida de una tarde a una parroquia se pueden contagiar decenas de personas que luego contagiaran a otras y a otras y colapsaran los centros sanitarios y muchos ancianos morirán y los médicos enfermarán y no darán abasto y tendrán que hacer cuarentena y sufrirán muchos.
Es momento de misericordia y de no poner en riesgo a los demás. Y por supuesto de, respetando las normas establecidas por las autoridades, seguir viviendo la fe de la forma en que se pueda.

Pero no minusvaloren la dureza de esta pandemia, no repitan los errores cometidos en España
28/03/20 3:03 PM
  
teresita
Estoy segura que el Cardenal Burke y Mons. Schneider van en los hospitales atender a los enfermos.
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V.G.: Del que conozco personalmente puedo dar fe de su caridad exquisita ante cualquier "pequeño" que se le ha cruzado en el camino. Su suspicacia es viperina y estéril.
28/03/20 3:04 PM
  
Feligrés
MIs Obispos no son ni Schneider ni Burke. Detrás de la Obediencia está la Gracia del Espíritu Santo. Las Reglas Monásticas y Religiosas dan testimonio de ello.
Yo obedezco a mis Obispos argentinos, y especialmente al Cardenal que es Pastor del Arzobispado de Buenos Aires. No soy quien para criticar cada paso que dan y erigir mi propio y libre examen en mandato de los Apóstoles.

Prólogo de la Regla de San Benito
Escucha, hijo, estos preceptos de un maestro, aguza el oído de tu corazón, acoge con gusto esta exhortación de un padre entrañable y ponla en práctica, para que por tu obediencia laboriosa retornes a Dios, del que te habías alejado por tu indolente desobediencia. A ti, pues, se dirigen estas mis palabras, quienquiera que seas, si es que te
has decidido a renunciar a tus propias voluntades y esgrimes las potentísimas y gloriosas armas de la obediencia para servir al verdadero rey, Cristo el Señor."

Mutatis mutandis............................
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V.G.: Lo felicito, Feligrés; yo también estoy obedeciendo, pero esto no quita que uno siga teniendo uso de fe y razón y pueda dar una opinión en base a otras voces autorizadas de la Iglesia. Y los sacerdotes que ponen en sus parroquias un horario para atender confesiones, o disponen de un pequeño lugar para visitas al Santísimo sin desobedecer, son dignos de elogio, y creo que deben ser IMITADOS por muchos de sus hermanos, porque no incurren en ninguna desobediencia a lo prescripto.
28/03/20 3:37 PM
  
Jordi
V.G.: Y los sacerdotes que ponen en sus parroquias un horario para atender confesiones, o disponen de un pequeño lugar para visitas al Santísimo sin desobedecer...

Razón de más para hacer misas públicas, pues si se hacen con aforo controlado, distanciamiento y toma de medidas sanitarias, entonces sí es posible hacer misas públicas.

Si uno se confiesa con el sacerdote, a dos metros de distancia, en habitación separada, o en el confesionario con tela protectora, con más razón se puede hacer en el Altar Mayor, que está distanciado entre 5 y 10 metros del primero de la fila.

Si se pide turno por teléfono, se guarda la respuesta y sirve de justificante ante la autoridad para explicar la no inmovilización domiciliaria.

Para eso hace falta que los obispos se muevan, y lo pidan a las autoridades.
28/03/20 4:55 PM
  
JSP
Para evitar interpretaciones heréticas: Santa Misa pública, es decir, con las puertas de la Iglesia abiertas haya público o no. Santa Misa con oblación digna de cada uno de la asamblea, sacerdote y feligreses (si los hubiere), por la salvación del mundo y de la Iglesia.
28/03/20 6:23 PM
  
Oscar Alejandro Campillay Paz
Creo que queda claro por el tenor de la nota, que nadie sugiere desobedecer las medidas sanitarias, sino que, a traves de la razón, se busquen alternativas creativas movidos por la caridad.
De todos modos presiento que muy pronto las autoridades eclesiásticas de las diferentes diócesis flexibilizarán las medidas.
Es que esto no se podrá sostener por mucho más tiempo...
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V.G.: Lo que Dios quiera, pero que estemos atentos y seamos fieles.
28/03/20 11:34 PM
  
Javi
Virginia: Enhorabuena por el extenso y gran escrito.

Sólo quería apuntar que en España hay al menos dos diócesis que mantienen las misas (Asidonia-Jerez y Alcalá de Henares). Y que llevo leyendo varios días artículos sobre este debate intenso de la supresión de las misas. Sólo citaré por su claridad expositiva el de Josep Miró Ardèvol aparecido hace poco en Fórum Libertas y en Religión en Libertad, y el magnífico de J. J. Escandell publicado en Infocatólica hace una semana, tan fácil de encontrar en Internet como el anterior.

El hecho de que el sacerdote se lave las manos antes de dar la comunión a los fieles es una medida de precaución que vi en una misa en Madrid dos días antes del decreto gubernamental del estado de alarma. Yo no estoy seguro de que en la sagrada Forma no pueda haber algo del virus o de que si lo hay se queme al instante, según alguien comenta. No había pensado en este extremo y me parece muy importante.
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V.G.: En lo último disiento, Javi: yo no admito ni la posibilidad de que al comulgar nos podamos contagiar, pero comprendo la delicadeza de la precaución, por caridad con los más débiles.
28/03/20 11:54 PM
  
Antonio1
No entiendo que no admitas que no se pueda una contagiar al comulgar. Es absurdo.cientificamente si la mano del sacerdote se llena de una sola diminuta gota dr saliva de una persona al comulgar y roza con la siguiente se puede contagiar.
Eso no tiene nada que ver con el hecho de que el que coma del cuerpo de Cristo no perecerá nunca. No hablamos de la VIda, sino de la vida y la Salud con minúscula.

Según este absurdo criterio los celíacos podrían recibir la Comunión confiados y no tendrían que hacerlo de la forma en que lo hacen.
Perdóname pero no tiene ni pies ni cabeza lo que dices.
Es más me parece peligroso e increíble.
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V.G.: Me tiene sin cuidado parecerle absurda, Antonio. Ya me ha dicho otros "piropos" más fuertes alguna vez. Tiene razón humanamente; es verdad con el caso que pone, pero no creo que ud. deba juzgar mi fe, que no depende de mí al fin y al cabo... Si en algo es "peligrosa", pida al Señor que me la corrija, pero no creo que sea éste el lugar apropiado para discutir eso.
29/03/20 3:25 AM

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