(125) Sobre la Gracia y el Libre Albedrío (S.Bernardo de Claraval) - I

Bernardus

Cuando hay tormentas, o la visibilidad no deja ver bien los faros…Dios nos pone las estrellas como guía. También en tiempos de neblina doctrinal, leer a los santos comporta un verdadero gozo, consuelo y fortaleza.

Así, pues, he pensado en honrar al gran Abad de Claraval en este mes –celebramos su fiesta el 20 de agosto-, publicando aquí -en tres partes- uno de sus pequeños tratados, que hoy conviene meditar, aprovechando su estilo paternal y pedagógico, de esta materia fundamental.  Mientras tanto, le encomendamos una y otra vez la Iglesia y nuestra fidelidad; que mientras algunos queman incienso ya a Pelagio o a Lutero, nosotros sostengamos la doctrina católica hasta la muerte, por intercesión de María, Reina de todos los santos.

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TRATADO DE LA GRACIA Y EL LIBRE ALBEDRÍO (S.Bernardo de Claraval)

PRÓLOGO

§ 1  Con la ayuda de Dios, he acabado como he podido el tratado sobre la gracia y el libre albedrío, que recientemente me propuse escribir, en las circunstancias que tú conoces. Me temo haber  expuesto sin la debida competencia temas tan profundos, o haber repetido inútilmente lo que ya tantos han explicado. Por eso, léelo tú primero si te parece, y a solas; no sea que, si se publica, transcienda la osadía del autor y no edifique la piedad del lector. Y si crees que merece publicarse, no tengas reparo en corregir lo que creas está mal expresado, y explícalo en otros términos, breves y claros a la vez. O indícame lo que debo corregir. De este modo participarás de aquella promesa de la Sabiduría: los que me explican, poseerán la vida eterna.

Capítulo 1

§ 1   Un día, hablando en público, ensalzaba la acción de la gracia de Dios en mí. Reconocí que ella me predispone hacia el bien, me hace progresar y me da la esperanza de alcanzar la perfección. Uno de los presentes me preguntó: ¿Qué haces tú, o qué recompensa esperas, si todo lo hace Dios? -¿Qué me aconsejas?-, le respondí yo.

Y me contestó él: -Glorifica a Dios, que te predispone, te impulsa y te inicia gratuitamente. Y vive de tal manera, que no seas ingrato a los beneficios recibidos, sino digno de recibirlos sin cesar. Yo le expliqué: Me das un consejo excelente. ¿Por qué no me inyectas también fuerza para cumplirlo? Porque una cosa es saber lo que se debe hacer, y otra muy distinta hacerlo.

§ 2 Como también es muy distinto enseñar el camino a un ciego, o facilitar un vehículo al que está cansado de andar, no todo el que muestra el camino da fuerza para caminar. Con lo primero evitas que se desvíe; con lo segundo, que no desmaye en el camino. Asimismo, el maestro, por mucho que nos enseñe, no nos da la capacidad de hacer e bien. Yo necesito ambas cosas: la instrucción y la ayuda. Tu satisfaces mi ignorancia con tus consejos, pero también es verdad lo que afirma el Apóstol: El Espíritu acude en ayuda de nuestra debilidad. Más aún, el que me da consejo por tu medio debe darme la ayuda de su Espíritu, para cumplir lo que tú me aconsejas. Por favor especial suyo tengo a mano querer lo mejor, pero no el realizarlo  Y nunca podré realizarlo si Quien activa en mí ese querer no me concede llevarlo a efecto con buena voluntad.

§ 3 -Si así es -insistió-, ¿cuáles son nuestros méritos y qué podemos esperar?

-Escucha -dije yo-: Nos salvó no por las buenas obras que hemos hecho, sino por su misericordia ¿Qué? ¿Piensas acaso que has conseguido méritos o que puedes salvarte por tu justicia, si ni siquiera puedes decir que Jesús es el Señor si no eres impulsado por el Espíritu Santo? ¿Has olvidado lo que él mismo dijo: Sin mí no podéis hacer nada. La cosa no está en que uno quiera o se afane, sino en que Dios tenga misericordia?

 Capítulo 2

§ 1Tú me dirás: ¿Qué hace entonces el libre albedrío? Te respondo con una sola palabra: es el objeto de la salvación. Suprime el libre albedrío y no habrá nadie a quien salvar. Quita la gracia y no habrá con qué salvar. Esta obra necesita la colaboración de ambos, de quien la hace y de quien la recibe. Dios es el autor de la salvación, y el libre albedrío es pura capacidad de salvación. Sólo Dios puede darlo, y sólo el libre albedrío puede recibirlo. Si depende exclusivamente de Dios y del libre albedrío, necesita el consentimiento de quien la recibe y la liberalidad de quien la otorga. Por eso se dice que, cuando la gracia realiza la salvación, el libre albedrío coopera con su consentimiento, es decir, acepta la salvación. Consentir es salvarse. El animal es incapaz de recibir esta salvación, porque le falta el consentimiento voluntario para acoger gustosamente al Dios que salva, cumplir sus preceptos, creer en sus promesas o agradecer sus beneficios.

§ 2 NO ES LO MISMO CONSENTIMIENTO VOLUNTARIO QUE APETITO NATURAL.-En efecto, una cosa es el consentimiento voluntario y otra el apetito natural. Este último nos es común con los animales, y es incapaz de seguir los impulsos del espíritu, porque sólo es arrastrado por los deseos de la carne. El Apóstol, con otras palabras, lo llama sabiduría de la carne: La sabiduría de la carne es enemistad con Dios, y no se sujeta ni puede sujetarse a la ley de Dios. Es verdad, repito, que en esto somos igual que los animales. Pero el consentimiento voluntario nos distingue radicalmente de ellos.

§ 3 DEFINICIÓN DEL CONSENTIMIENTO VOLUNTARIO. Es una facultad del alma que la hace dueña de sí misma. Es incoercible e indomable. Procede de la voluntad, no de la necesidad. Tanto si rehúsa como si accede, lo hace por propia voluntad. Si se le obliga a hacer algo a pesar suyo, ya no es voluntario, sino violentado. Donde falta la voluntad no existe consentimiento. Porque el consentimiento es siempre voluntario. Y donde hay consentimiento hay voluntad, ya que voluntad y libertad van juntas. Esto es lo que yo entiendo por libre albedrío.

Capítulo 3

§ 1   Para tratar esta materia con más claridad y proceder con más orden, creo conveniente ampliar lo que llevamos dicho. En las cosas naturales, la vida no se identifica con los sentidos, ni los sentidos coinciden con el apetito, ni el apetito es lo mismo que el consentimiento. Lo veremos mejor definiendo a cada uno de ellos. Todo ser corpóreo tiene vida, que es un movimiento natural e interno, exclusivamente intrínseca.

MilagroSBdo§ 2 DEFINICION DEL SENTIDO.-El sentido es un impulso vital en el cuerpo, siempre atento y vuelto hacia el exterior.

§ 3 DEFINICION DEL APETITO NATURAL.  El apetito natural es una fuerza propia del animal, que excita ardientemente sus sentidos.

§ 4 DEFINICION DE CONSENTIMIENTO. El  consentimiento es un impulso espontáneo de la voluntad, o, como dije anteriormente, una propiedad del alma que la hace completamente dueña de sí misma.

§ 5 DEFINICION DE LA VOLUNTAD.-La voluntad es una actividad racional que preside al sentido y al apetito. Donde quiera que vaya, lleva siempre como compañera e instrumento a la razón. No decimos que se rija siempre por sus dictados, sino que nada hace sin ella. En no pocas ocasiones se sirve de la razón para obrar contra ella, es decir, actúa por medio de ella en contra de su consejo y su dictamen. Por eso se dijo: Los hijos de este método son más sagaces con su gente que los hijos de la luz. Y en otro lugar: son listos para el mal. La razón da a las criaturas sagacidad y sabiduría, incluso para obrar el mal.

Capítulo 4

§ 1     La razón le ha sido dada a la voluntad para que le instruya, no para que la destruya. Y la destruye cuando la coacciona, sin permitirle moverse libremente a su arbitrio. Por ejemplo, si le hace consentir con los apetitos o con el espíritu malo que lo induce al mal, hasta reducirlo al nivel del animal, que no razona. O cuando no le deja distinguir ni dirigirse hacia lo que es propio del espíritu de Dios. Ni desarrollarse como espíritu, siguiendo los impulsos de la gracia que le mueven al bien. En una palabra, la voluntad debe estar en condiciones de dominarlo todo sin que nadie la domine. Si se siente incapaz de cualquier cosa de éstas, porque no se lo deja la razón, ya no sería voluntad. Pues donde hay coacción ya no hay voluntad.

§ 2    SIN EL CONSENTIMIENTO DE LA PROPIA VOLUNTAD, LA CRIATURA RACIONAL NO PUEDE HACER EL BIEN NI EL MAL. Si la criatura racional pudiera hacer el bien o el mal por coacción y sin el consentimiento de la propia voluntad, nada podría hacerle jamás desdichada ni plenamente feliz. Le faltaría. en ambos casos, lo único que es capaz de permitirle sentir la miseria o la felicidad, la voluntad en definitiva. Todo lo demás que antes mencionamos -la vida, los sentidos o el apetito-, no pueden por sí mismos hacernos felices o desgraciados: De lo contrario, los árboles, por la vida que tienen, o las bestias, por las otras propiedades, serían susceptibles de ser dichosos o desgraciados. Esto es totalmente imposible.

§ 3  Tenemos, pues, en común con los árboles la vida, con los animales los sentidos y e  apetito junto con la vida. Pero la voluntad nos diferencia de todos ellos. El consentimiento de la voluntad, libre y espontánea, nos hace justos o pecadores, desdichados o dichosos. Este consentimiento, que procede de la libertad inadmisible de la voluntad y del juicio escrupuloso de la razón, creo que puede llamarse libre albedrío. Es libre por ser dueño de sí mismo. Y es juez de sí mismo por su propio criterio. Y con razón va siempre el juicio unido con la libertad, porque al ser libre por sí misma, cuando peca, ella es la que se juzga a sí misma. Y el juicio consiste en que si peca sufre justamente el castigo que no quiere, puesto que sólo peca porque quiere.

Capítulo 5

§ 1  Por otra parte, ¿cómo se le puede imputar el bien o el mal a quien no tiene consciencia de su libertad? La coacción elimina a los dos. Si hay coacción no hay libertad. Y si falta la libertad, no se puede hablar ni de mérito ni de juicio. Prescindimos ahora del pecado original, que se explica por otros motivos. Donde no existe esta libertad del consentimiento voluntario, tampoco habrá la libertad de merecer ni de ser juzgado. Y así todo cuanto el hombre posee, a excepción de la voluntad, está exento de mérito y de juicio, porque no son libres. La vida, los sentidos, el apetito, la memoria, la inteligencia y todo lo demás, cuanto menos se someten a la voluntad, menos libres son. Esta, en cambio, como no puede menos de no obedecerse a sí misma, es imposible que carezca de liberad, porque nadie puede querer y no querer una misma cosa a la vez.

§ 2 LA VOLUNTAD SOLO PUEDE. CAMBIAR SI CAMBIA EL DESEO DE LA VOLUNTAD -Es cierto que la voluntad puede cambiar, pero sólo al cambiar la decisión de la voluntad  y sin perder nunca la libertad. Si carece de ella, deja de existir; y si aconteciere que el hombre fuese capaz de no querer absolutamente nada, o de quererlo con otra facultad distinta de la voluntad, entonces la voluntad podrá carecer de libertad. Por eso a los dementes, a los niños y a quienes duermen  no se les imputa el bien o el mal que hacen. No son dueños de su razón ni hacen uso de su voluntad. Y, por tanto, no se rigen por la libertad. La libertad sólo si asienta en la voluntad; por eso sólo se juzga ella misma. En consecuencia, ni la torpeza, ni la fragilidad  en la memoria, ni la ansiedad del apetito, ni el embotamiento de los sentidos,ni la debilidad de sus fuerzas, hacen por sí mismos culpable el hombre. Como tampoco reporta mérito alguno poseer los dones contrarios. Por la siguiente razón: todo esto acontece ordinariamente de manera inevitable  y al margen de la voluntad.

Capítulo 6

§ 1  Así, pues, depende exclusivamente de la voluntad el que una persona sea justa o injusta, feliz o desgraciada. según que consienta en el bien o en el mal. Con su libertad innata puede rechazar o aceptar cualquier proposición, exenta de toda especie de violencia o coacción. Por eso, este consentimiento libre y voluntario, del que depende por completo, según he dicho, cualquier determinación, se suele llamar acertadamente libre albedrío. Libre, en cuanto se refiere a la voluntad; y albedrío, en cuanto a la razón.  Prescindo ahora de aquella libertad de que habla el Apóstol: Donde hay Espíritu del Señor, hay libertad.

§ 2  LA LIBERTAD SOBRE EL PECADO. Existe Por un lado la libertad sobre el pecado, como dice la Escritura: Cuando érais esclavos del pecado, estábais libres respecto a la Justicia. Ahora, en cambio, emancipados del pecado y esclavos de Dios, fructificáis para la santidad, que lleva a la vida eterna. Mas, ¿quién puede gloriarse de estar exento de pecado  mientras vive en esta condición pecadora? A mi parecer, cuando hablamos de libre albedrío, no nos referimos a esta clase de libertad.

§ 3 LA LIBERTAD SOBRE NUESTRA DEBILIDAD.-También existe la libertad  que está por encima de la miseria, de la cual dice el Apóstol: La criatura se verá liberada de su esclavitud a la corrupción para alcanzar a libertad y la gloria de los ojos de Dios. ¿Puede presumir alguien de ella en esta vida? Tampoco a ésta le aplicamos el nombre de libre albedrío.

§ 4 LA LIBERTAD SOBRE LA COACCION.-Hay otra  libertad que lleva con más rigor este nombre y que podemos llamar libertad sobre la coacción, porque todo lo que es forzado se opone a lo voluntario. Lo que se hace a la fuerza no procede de la voluntad, y viceversa.

Capítulo 7

§ 1 LAS TRES LIBERTADES  -Existen, pues, como hemos podido ver, tres clases de libertad: sobre el pecado, sobre la debilidad y sobre la coacción. La última dimana de la condición misma de nuestra naturaleza; la primera la recuperamos por la gracia, y la segunda nos está reservada para la patria.

§ 2 HABLA DE TRES LIBERTADES: DE LA NATURALEZA, DE LA GRACIA Y DE LA GLORIA.  Llamemos, pues, a la primera, libertad de la naturaleza; a la  segunda, de la gracia; y a la tercera, de la vida o de la gloria. Primeramente recibimos en la creación una voluntad libre, o una libertad voluntaria, como nobles criaturas de Dios. Después somos restablecidos en la inocencia, como nuevas criaturas de Cristo. Y, finalmente. somos exaltados a la gloria, como criaturas perfectas en el Espíritu. La primera libertad nos llena de honor, la segunda nos colma de virtud, y la tercera nos inunda de gozo. La primera nos hace superiores a los animales, en la segunda dominamos a la carne y con la tercera dominamos la muerte. Por la primera Dios somete bajo nuestros pies los rebaños de ovejas y toros, y hasta las bestias del campo. Por la segunda somete a nuestro imperio los animales del aire, de que habla la Escritura: No entregues a los buitres la vida de tus fieles. Y por la tercera nos hará triunfar de nosotros mismos, dándonos la victoria sobre la corrupción de la muerte.

§ 3 Esto sucederá cuando sea aniquilado el último enemigo. que es la muerte, y alcancemos la libertad y la gloria de los hijos de Dios. Esta es la libertad que nos dará Cristo cuando entregue el reino, que somos nosotros, a Dios Padre. A ésta, ya la que llamamos libertad sobre el pecado, se refería Jesús cuando decía a los judíos: Si el Hijo os da la libertad, seréis realmente libres. Quería decirles que el libre albedrío necesita un libertador. No para que le libre de la coacción, que la voluntad no siente en absoluto, sino del pecado, en el que ha caído libre y voluntariamente; y de la pena del pecado, en la que ha incurrido por su imprudencia y soporta con impaciencia. De ambos sólo puede librarle Aquel que es el único libre entre todos los hombres, el único libre de pecado entre todos los pecadores.

Sbdoy María Sma.Capítulo 8

§ 1 De todos los hijos de Adán, el único que puede afirmar que está libre de pecado es el que no cometió pecado  ni encontraron mentira en sus labios. También estuvo libre de la debilidad, que es pena del pecado. Pero aunque pudo disfrutar de ella, de hecho renunció a ella. Nadie le quitó la vida, la dio él voluntariamente. Según atestigua el profeta: Se inmoló porque quiso. Lo mismo que nació de mujer porque quiso. Y se sometió a la ley para rescatar a los que estaban sometidos a la ley. Vivió, sí, sujeto a la ley de nuestra debilidad, pero porque así quiso tambien él. Y de este modo, siendo el único libre entre los débiles y pecadores, arrancará de la cerviz de sus hermanos ese doble yugo.

§ 2 EL SALVADOR POSEYÖ ESTAS TRES LIBERTADES. -Tuvo, pues, estas tres libertades. La primera por sus dos naturalezas, humana y divina; y  las otras dos, por su poder divino. Más adelante veremos si el primer hombre disfrutó también de estas dos en el paraíso, cómo y hasta cuándo.

Capítulo 9

§ 1 De lo que no podemos dudar es que estas dos libertades las poseen en toda su plenitud las almas de los justos, separadas ya del cuerpo y unidas a Dios, a Cristo y a los ángeles. A estas almas santas, por no tener sus cuerpos, les falta algo de gloria, pero están libres de toda especie de debilidad.

§ 2  LA LIBERTAD DE COACCION ES PROPIA DE TODA CRIATURA RACIONAL, SEA BUENA O MALA: La libertad de coacción conviene por igual e indistintamente a Dios y a todas las criaturas; racionales, sean buenas o malas. Ni el pecado ni la debilidad la pueden destruir o disminuir. No es mayor en el justo que en el pecador, ni más completa en el ángel que en el hombre. Cuando la voluntad humana consiente en practicar el bien con la ayuda de la gracia, el hombre es bueno y libre a la vez. porque obra espontáneamente y sin que nadie le obligue. Y si consiente libremente en el mal, el hombre se hace malo por iniciativa y decisión propia, porque se deja llevar de su voluntad y sin que nadie le obligue a ser malo.

§ 3 El ángel celeste y el mismo Dios permanecen libremente buenos, esto es, por su pro la voluntad y no por otra fuerza extrínseca a ellos. El diablo cayó y persiste libremente en el mal en virtud de una libre decisión suya, y no por impulso ajeno. La libertad de la voluntad subsiste siempre, incluso cuando está esclavizado el entendimiento. Es tan completa en los malos como en los buenos, aunque éstos la tengan más ordenada. Y tan íntegra, a su modo, tanto en la criatura como en el Creador, si bien en El es mucho más fuerte.

Capítulo 10 

§ 1 Cuando los hombres se quejan y dicen: quiero hacer el bien y no puedo, no se refieren a esta libertad como si fuera objeto de violencia o coacción, sino a la libertad sobre el pecado, El que quiere tener una libertad buena demuestra que tiene voluntad, porque este deseo procede de la voluntad. Si quiere algo, es libre; pero libre de coacción, no de pecado. Y al no poder tener una voluntad buena siente que le falta la libertad: la libertad  sobre el pecado, que oprime y destruye la voluntad. Desea algo bueno, y esto no es posible sin una voluntad buena. Lo mismo que es imposible querer el mal sin una voluntad mala. Por el mismo hecho de desear el bien ya se tiene una voluntad buena. 

§ 2  Siempre están presentes la libertad y la voluntad. Y cuando nos vemos incapaces de hacer lo que queremos; sentimos que la libertad está, en cierto modo; cautiva del pecado o sujeta a la miseria. Pero nunca la  perdemos.

Capítulo 11

§ 1 A mi juicio, el libre albedrío toma su nombre de esta libertad, a través de la cual la misma voluntad se juzga buena si acepta el bien, o mala si consiente en el mal. Sabe muy bien que cuando hace una cosa u otra es porque ella quiere. Lo que llamamos libertad  de pecado debemos denominarlo libre deliberación  mejor que libre albedrío. Y a la libertad  sobre la debilidad, libre complacencia.

§ 2  EN QUÉ CONSISTE  EL JUICIO, LA DELIBERACION  Y  LA COMPLACENCIA. -El albedrío es un juicio. El juicio declara qué es o no es lícito. La deliberación considera qué es o no conveniente. Y la complacencia experimenta lo que es agradable o desagradable. ¡Ojalá  nos aconsejáramos con tanta libertad como nos juzgamos! Y así como discernimos claramente a través del juicio lo que se puede o no hacer, deberíamos elegir lo lícito como lo mejor y rechazar lo ilícito como perjudicial. 

§ 3  Así poseeríamos la libertad  de albedrío y de reflexión, y, en consecuencia, estaríamos más libres de pecado.

§ 4  ¿Y  qué decir si nos agradara todo o solamente lo que es lícito y conveniente? En ese caso tendríamos la libertad  de complacencia, pues nos sentiríamos libres de todo lo que causa malestar, es decir, de toda clase de debilidad. Pero nuestro discernimiento, o deliberación, no tiene la suficiente rectitud para elegir o rechazar muchas cosas que nuestro juicio admite u omite. Y otras, que nos parecen buenas o provechosas, no las aceptamos como agradables. Más aún, las consideramos ásperas y pesadas, porque nos falta la libertad de deliberación y de complacencia.

(continúa en el siguiente post)

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También de San Bernardo:  Consejos y clamores a los Obispos

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4 comentarios

  
Luis Fernando
Así explica este asunto León XIII en su encíclica Libertas Praestantissimum
La libertad, don excelente de la Naturaleza, propio y exclusivo de los seres racionales, confiere al hombre la dignidad de estar en manos de su albedrío (Eclo 15,14) y de ser dueño de sus acciones. Pero lo más importante en esta dignidad es el modo de su ejercicio, porque del uso de la libertad nacen los mayores bienes y los mayores males. Sin duda alguna, el hombre puede obedecer a la razón, practicar el bien moral, tender por el camino recto a su último fin. Pero el hombre puede también seguir una dirección totalmente contraria y, yendo tras el espejismo de unas ilusorias apariencias, perturbar el orden debido y correr a su perdición voluntaria.
Y:
… la voluntad, por el solo hecho de su dependencia de la razón, cuando apetece un objeto que se aparta de la recta razón, incurre en el defecto radical de corromper y abusar de la libertad. Y ésta es la causa de que Dios, infinitamente perfecto, y que por ser sumamente inteligente y bondad por esencia es sumamente libre, no pueda en modo alguno querer el mal moral; como tampoco pueden quererlo los bienaventurados del cielo, a causa de la contemplación del bien supremo. Esta era la objeción que sabiamente ponían San Agustín y otros autores contra los pelagianos. Si la posibilidad de apartarse del bien perteneciera a la esencia y a la perfección de la libertad, entonces Dios, Jesucristo, los ángeles y los bienaventurados, todos los cuales carecen de ese poder, o no serían libres o, al menos, no lo serían con la misma perfección que el hombre en estado de prueba e imperfección.

El Doctor Angélico se ha ocupado con frecuencia de esta cuestión, y de sus exposiciones se puede concluir que la posibilidad de pecar no es una libertad, sino una esclavitud.
Libertas Praestantissimum, 5
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V.G.: Muchas gracias por las citas, Luis; resulta muy oportuno poder ir contrastando los textos del Magisterio y Tradición en un tema tan fundamental. Más adelante se comprueba que no hay propiamente contradicciòn en lo afirmado por S.Bernardo: "Pues los que aspiran a ser independientes, semejantes a Dios, conocedores del bien y del mal, en vez de hacerse dueños de sí mismos se convirtieron en esclavos del diablo. Por tanto, la voluntad libre nos hace dueños de nosotros, la mala nos somete al diablo y la buena a Dios.." (cita de la II Parte)
18/08/16 8:18 AM
  
Daly Flores
Muchísimas gracias por la publicación, me reconforta el alma.
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V.G.:¡Demos gracias a Dios! (Y a San Bernardo, jeje)
18/08/16 6:28 PM
  
Maribel
Estos temas son de agradecer , y lo mismo que hace dias , en un blogs de Alonso Gracian , pude aprender que el libre albedrio no lo es tal para elegir el mal, ahora , he podido comprender mejor .

Esta es la formacion que necesitamos para nuestra propia vida y para esplicarsela a los que asi nos lo pida .

Dios nos bendiga.
19/08/16 9:44 AM
  
Néstor
Muy buena la cita de un gran tomista como era León XIII. Para Santo Tomás la libertad consiste esencialmente en la capacidad de elegir entre bienes finitos e imperfectos, no entre el bien y el mal.

Eso no quiere decir, obviamente, que la capacidad de elegir entre el bien y el mal no sea una propiedad de la libertad creada, en tanto que creada, no en tanto que libertad.

Saludos cordiales.
19/08/16 2:48 PM

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