De la inutilidad del diálogo con el consejo de los impíos
La BAC publicó hace ahora aproximadamente un año un libro del reputado filósofo alemán, Robert Spaemann, Meditaciones de un cristiano. Sobre los salmos 1-51. Probablemente no vaya a ser un superventas, pero les aseguro que quien se acerque a él encontrará mucha enjundia en estas meditaciones, más profundas que extensas. Es lo que me ha ocurrido a mí durante estos días de asueto.
Ya el comentario al primer salmo nos da el tono de lo que vamos a encontrar en esta sugerente obra, que nos hace redescubrir la plena actualidad de los salmos, siempre tan ricos, siempre tan bellos, siempre tan adecuados a cada momento.
El salmo hace referencia al «consejo de los impíos». Escribe Spaemann: «La impiedad es aquella orientación fundamental en la que el hombre rechaza a Dios o vive como si no existiera. El impío se pone a sí mismo, como individuo o como colectivo, en el centro a partir del cual juzga lo que es bueno y lo que es malo, lo que es bello y lo que es feo, lo que ha de hacerse y lo que ha de omitirse». ¿Cómo no reconocer aquí uno de los rasgos más característicos de nuestro tiempo, en el que los hombres no aceptan otro criterio que el suyo mismo y en el que creen que pueden decidir, a su antojo, sobre cualquier cosa, pretendiendo incluso reconfigurar la naturaleza?