«Viva Equality» o la Ley al servicio del poder

Es obvio que Zapatero entiende por familia cualquier unión propia de políticas igualitaristas de ideología de género, donde la auténtica familia fundada en el matrimonio como unión indisoluble entre un hombre y una mujer queda expulsada de la moral de Estado y del pensamiento único.

El día 3 de julio se cumple en España el quinto aniversario de lo que se ha dado en denominar como ley del matrimonio homosexual, una ley que iguala como matrimonio realidades diferentes como son, por un lado, la unión de hombre y mujer capaces de procrear, siendo así creadores de futuro, y por otro, la unión de dos hombres o de dos mujeres, unión que remite a una actitud fundamentalmente política. El apoyo explícito de Zapatero a las demandas del movimiento de gays, lesbianas y transexuales - expresión evidente del do ut des, si pensamos que en su estrategia para vencer a Bono en la secretaría general del PSOE incluyó en su discurso la necesidad de crear una “España más laica” - ha contribuido a reactivar y expandir el laicismo en la sociedad española, al “Viva Equality” del “Orgullo Gay”, a la irreverente reivindicación como la única gleba fecunda y la más alta forma de espiritualidad a que se llega en determinados colectivos.

Existe una costumbre salvaje comúnmente denominada couvade. Esta costumbre, seguida en varias partes del mundo, requiere que en los partos el marido guarde cama cuando la esposa va a dar a luz. Al momento del alumbramiento el hombre se mete en su cama e imita los movimientos de la esposa en el acto del parto. Cuando la criatura nace, la madre se levanta al día siguiente a ocuparse de las tareas domésticas mientras el marido permanece en cama cuidando al niño por espacio de cuarenta días, como si él hubiera pasado por el trance. Parece como una ley salida de un mundo invertido en donde el padre es tratado como si fuera la madre. El sentido místico del sexo se encuentra implícito, pero muchos sostienen que se trata de un acto simbólico, por el que el padre acepta la responsabilidad de la paternidad.

Esta grotesca farsa se actualiza en la sociedad del siglo XXI, como una ley salida de un mundo invertido, en donde se confunden absolutamente el hombre y la mujer, en un plano que elimina la diferencia sexual, y donde ya no hay padre ni madre, o cualquiera puede serlo. Pero mientras que aquella ridícula farsa simboliza la aceptación responsable de la paternidad, en la actualidad la farsa consiste en eliminar ese mismo fundamento de lo que llamamos familia y de lo que conocemos como sociedad humana. La nuestra pretende ser una sociedad asexual, donde lo que se eleva a la categoría de responsabilidad es destrozar lo recibido, produciéndose de un modo inevitable una regresión bárbara de anarquía moral o un intento de acomodarse a las demandas de unos cuantos iniciados con el síndrome de couvade que exigen leyes para sus desordenadas pulsiones. Es posible, decía Chesterton, que los hombres nazcan desequilibrados, especialmente en lo que se refiere al sexo, y no vayan a encontrar sensatez hasta alcanzar la santidad.

En España, el Ministerio de Igualdad - una verdadera provocación de Ministerio en un país sumido desde hace muchos años en una profunda crisis económica - dilapidó en febrero de 2010 la inestimable cantidad de 850.000 euros en investigaciones relacionadas con estudios feministas, de las mujeres y del género. El compromiso que el gobierno de España asumió, a través de un acuerdo marco de colaboración, en orden a reconocer, proteger y respetar la "cultura" de lesbianas, gays, transexuales y bisexuales, lleva a semejantes consecuencias. Se trata, sin duda, de todo un esfuerzo titánico por “promocionar las familias del siglo XXI y los diversos modos de convivencia”, orientado a la pretensión de creer que el hombre despertado del sueño genésico ve, no ya a mujer, sino a varón o hermafrodita, porque de ellos ha sido tomado. Y es que, "es un placer desbancar la familia tradicional", como afirmaba en 2007 Rosa Regás, un gozo inusitado comprobar que "la familia del papá, la mamá y los hijos no es la única posible ni social ni legítimamente".

Por si algún extraño ciudadano no ha tenido tiempo de reparar en ello, las cosas son como son, y no siempre como deberían ser, es decir, como las hace vivir el amor. En la actualidad, se expande gloriosa la cultura de la exhibición del aborto, la contracepción, el sexo desligado de la procreación, las “cohabitaciones a prueba”, así como ciertos modelos alternativos de familia. Esta colonización cultural sólo puede llevarnos al desmembramiento de la unión constitutiva entre diferencia sexual, amor y procreación, estableciendo, al mismo tiempo, la pretensión, desde la libertad del sujeto, de interpelar al legislador para ofrecer a cada experiencia particular el reconocimiento de una normativa legal.

Esta cultura suspende el valor del matrimonio al no reconocer la diferencia sexual, proveniente de la misma naturaleza – “naturaleza” significa, en expresión de Ortega, el conjunto de lo que nos es regalado y que poseemos a nativitate -, quedando a la libre decisión del individuo la elección del sexo. La diferencia sexual, como estructura universal de la posibilidad del amor y de la fecundidad, como un factor que se impone inalienable y permanente, que viene dado a mi conciencia y que remite a la naturaleza, sería una pura convención social a eliminar, puesto que la cultura llevaría a vaciar la misma diferencia, quedando todo reducido a la libertad y al deseo personal.

La propensión a reivindicar la libertad individual, como libertad incondicionada, ha llevado a considerar la maternidad y la educación de los hijos como una pura constricción, más que como una cualificación complementaria con el hombre. La distinción de los sexos estaría generando su rivalidad, así como la persecución de una imposible supresión de las diferencias, perniciosa para ambos sexos. Sólo aceptar las diferencias como complementariedad es capaz de restituir entre el hombre y la mujer una colaboración y un equilibrio que se fundan en el reconocimiento del otro y favorecen, en el apoyo mutuo, una libertad que nos capacita para lo mejor. Las diferencias naturales, expuestas a variaciones, conducen a una igualdad, que no puede confundirse con una igualdad material y reivindicativa, que es precisamente la igualdad a la que el Gobierno de España quiere llevarnos destinando cien millones de euros en los próximos tres años con el fin no sólo de alcanzar la igualdad de género en España, sino de lograr cuotas mayores de poder público por parte de la mujer.

En la homilía de la Fiesta de la Sagrada Familia, en diciembre del año 2009, el cardenal Rouco recordó algo elemental, pero esencialmente denostado en ciertos sectores de la sociedad, la verdad natural de la familia, tal y como viene dada al hombre “desde el principio de la Creación”. Esta verdad es hoy repudiada por aquellos que utilizan “ese otro lenguaje de los diversos modelos de familia”, que “parecen adueñarse de la mentalidad y de la cultura de nuestro tiempo”. Como no podía ser de otra manera, al día siguiente el Gobierno de España aseguró que “se está haciendo una apuesta decisiva y sin precedentes por apoyar a todos los modelos de familia, sin imposiciones, libres de prejuicios”.

Casi dos años antes, en marzo de 2008, en la ya desaparecida revista Zero, se pueden encontrar una declaraciones donde el presidente Rodríguez Zapatero dice: “no permitiré que se nieguen los derechos a ninguna familia; impediremos que se dé un solo paso atrás en el terreno conquistado”. Es obvio que Zapatero entiende por familia cualquier unión propia de políticas igualitaristas de ideología de género, donde la auténtica familia fundada en el matrimonio como unión indisoluble entre un hombre y una mujer queda expulsada de la moral de Estado y del pensamiento único.

La familia, se quiera o no, es un hecho anterior a todos los reinos de Sodoma y todas las comunidades gay. La familia ha sabido sobrevivir a todas las aberraciones producidas en cualquier momento de la historia, incluidas las del actual “Estado servil”, quien, al igual que el esclavista, como dijera recientemente Juan Manuel de Prada, no tiene otro propósito que la destrucción de “la comunidad organizada en torno a la familia”. Cuando por cualquier razón lo bueno de una sociedad comienza a declinar, la sociedad también declina.

El académico francés André Frossard estimulaba a la necesidad de la restauración de los valores familiares, en un tiempo donde parece que la familia ha dejado de ser un valor de referencia y se supone necesaria su abolición. Además de subrayar que la familia es una institución natural, Frossard señala que la familia no es “una invención de la Iglesia o el Estado burgués”, al contrario, la familia es “simultáneamente un refugio contra la adversidad y una célula tan sólida de resistencia a la opresión que la primera tarea que se imponen los tiranos totalitarios es la de hacerla saltar en pedazos”. Acaso no sea otra la pretensión del Estado cuando sacraliza la Ley frente al Derecho, la liturgia de la Ley instrumentalizada al servicio del poder.

 

Roberto Esteban Duque, sacerdote y doctor en Teología Moral por la Facultad de Teología San Dámaso

 

3 comentarios

Esperanza Sánchez de la Fuente Sancho
Estoy de acuerdo en todo lo que ha escrito Don Esteban hemos de orar mucho, confiar en que Dios nos ayudará a superar estás barbaridades.
Yo a veces estoy angustiada pienso !Dios mío! esto no tiene solución, cada vez se va enredando mas la madeja

Saludos y que Dios nos proteja
30/06/10 5:52 PM
anarico
Creo que nos encaminaremos en el camino de la mejora en todo el día que nuestros teólogos le digan a los jóvenes y a todo el mundo, qué es la religión, para qué sirve la religión, etc, etc, y todas estas cosas que están antes del principio de iniciar la tarea. Sin éstas cuestiones previas bien claritas, no tendremos nada más idólatras y supersticiosos, que irremediablemente nos han de llevar a la miseria en todas sus manifestaciones, como no puede ser de otra manera.
2/07/10 12:31 PM
jorge
Considero necesario recalcar el principio fundamental de la unión matrimonial: el preservar el concepto de unidad, en el amor.

La fórmula es sencilla: la unión matrimonial se determina por unión entre UN varón y UNA mujer, para formar UNA familia. La UNIDAD por donde se vea se conserva. Ese es el secreto por todos conocidos, secreto cuyo rechazo no puede explicarse por la ignorancia de las gentes sino por los vicios de personas poderosa.

Así las cosas, la unión de dos personas del mismo sexo, no hace sino lesionar el principio del matrimonio, que es el de preservar la unidad. Dos no hacen sino formar sólo un par, pero ninguna unidad constitutiva. Al destruir el principio de unidad en el matrimonio, se abren las puertas a posiciones arbitrarias, dogmáticas y finalmente totalitarias... nada más lejos de la libertad.

El concebir al matrimonio como mero "emparejamiento" sean de diferentes o del mismo sexo, me hago la siguiente pregunta: ¿si el matrimonio no es más la unión entre un varón y una mujer, por qué entonces es un emparejamiento? ¿por qué no puede llamarse matrimonio a la unión entre dos varones y tres mujeres por ejemplo? o ¿un varón y 10 mujeres, o viceversa?.

Habiéndose roto el principio de unidad, reducir el matrimonio a un emparejamiento deja de tener fundamento racional, y nada se opondría a tener "matrimonios" de 3,5,12, etc. personas de diferentes sexos...vaya sodomía que nos espera....
4/07/10 7:12 AM

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