Criterios sobre instrucción y educación sexual

            No todas las maneras de realizar instrucción y educación sexual son convenientes, no siendo suficiente la información aséptica sobre hechos biológicos, sino que niños y niñas necesitan educación en el orden sexual, al igual que en los demás campos. Más aún, la mera instrucción sexual que pretende ser objetiva, científica y neutral, pero prescinde de los valores, es  contraproducente porque trivializa la sexualidad al no ponerla al servicio del amor. Por supuesto la educación sexual no es, contra lo que muchos piensan, una simple instrucción sobre los misterios de la vida, o una enseñanza sobre la contracepción, información que puede ser necesaria, pero radicalmente insuficiente si no va acompañada de lo que realmente importa, es decir la educación al amor. Peor todavía es que muchos programas seudoeducativos actuales dan por hecho y ven bien que los adolescentes son, o serán muy pronto, sexualmente activos e incluso promiscuos, por lo que los profesores deben abstenerse de criticar cualquier comportamiento salvo el hecho de no utilizar preservativos o anticonceptivos.

            Por el contrario, debemos enfocar este tema de modo que sea de verdad educación sexual, entendida ésta globalmente, sin olvidar ningún aspecto e incluyendo las dimensiones física, psicológica, racional, afectiva, individual,  social, éticomoral y transcendente, pues al fin y al cabo quien nos ha creado como seres sexuados es nada menos que Dios. Si la educación sexual no está sujeta a principios morales, éticos o religiosos,  si no tiene en cuenta la dimensión espiritual o el futuro transcendente del hombre, entonces es fácilmente un estímulo para la satisfacción sexual irresponsable, quedándose así en una mera información donde los valores están ausentes.

            Los niños, adolescentes y jóvenes necesitan conocerse y no sorprenderse de lo que perciben en sí durante su desarrollo. Debemos aportarles una buena, suficiente y clara información que les ayude a actuar correctamente, pues la que tienen con frecuencia está equivocada o con enormes lagunas. El lenguaje que empleemos no ha de ser vulgar, sino que hay que usar las expresiones más adecuadas, con un vocabulario que sea técnico, pero asequible. Por ello hacia los 10 u 11 años hay que informarles de las modificaciones físicas y anímicas de la pubertad, en especial a las niñas de la menstruación antes que les suceda, y a los chicos de la polución, a fin de que no se turben, así como de la masturbación y su significado en el proceso de madurez, teniendo una estrecha relación y diálogo con los padres que es quienes tienen el derecho y el deber de dar esta educación, aunque les viene muy bien nuestra ayuda. Hay que explicarles también la función de los órganos sexuales y los sentidos del acto sexual. La instrucción no ha de ser como si fuera un simple fenómeno biológico, o de cosa mala, sino buena aunque sin olvidar la debilidad humana, teniendo en cuenta que hoy al ser humano no le basta la ciencia, sino que necesita educación.

            Es necesaria una educación que cree confianza, educación no sólo sexual, sino sobre todo general, pues el niño necesita durante largo tiempo atención, cuidado y dirección, ya que lleva consigo predisposiciones tanto para el bien como para el mal. La difícil pero provechosa tarea del educador consiste en ayudar a la persona en cada etapa a poner límites a su egoísmo, sin por ello perjudicar el despliegue de sus posibilidades. Hay que conducirle hacia un amor altruista, a la apertura hacia el grupo, iniciándole en actitudes de entrega, compañerismo y amistad, así como al ejercicio de las virtudes y a una religiosidad auténtica, que conserve el orden de los valores.

            El período de antes de la pubertad es el tiempo más oportuno para hablar con algún pormenor, cuando se ofrezca ocasión para ello, porque apenas entra el niño en la pubertad, experimenta la sexualidad con mayor fuerza y sus conocimientos están demasiado cargados de vivencias personales para que siga preguntando ingenuamente. Entonces se cierra en sí mismo, quiere vivir su propia vida y no se presta ya fácilmente a una conversación confidencial; no acepta por supuesto la presión exterior y es que la confianza es algo que ha de ganarse y no puede darse sino libremente, nunca bajo imposición. Cuando llega este momento, el adolescente ha de estar suficientemente preparado para lo que experimenta en su propio cuerpo; en otro caso lo verá u oirá en otra parte, casi siempre de modo erróneo.

            Y, sin embargo, es una realidad que la instrucción en temas sexuales ha sido generalmente silenciada por los adultos a los jóvenes. Se ha convertido algo bueno, si bien problemático, en un tabú. El aire de prohibición acentúa el interés por un tema que flota en el ambiente y que será motivo de frecuentes conversaciones en los corros de chicos y chicas. Es simplemente absurdo defender la pureza a base de ignorancia.

            Ante todo, la conspiración del silencio es casi imposible en un mundo profundamente erotizado y que nos envía a todos desde la calle y los medios de comunicación social, como TV e Internet, una avalancha de estímulos sexuales. Este silencio es un error porque significa renunciar al propio papel educativo y sus consecuencias pueden ser muy negativas. El niño recibe estos estímulos con los que se familiariza y que un día percibirá en su verdadero contenido erótico. Debemos ayudarle a solucionar su curiosidad por lo sexual, pues ésta disminuye cuando se ve satisfecha por explicaciones adecuadas. Con frecuencia hablan entre sí de cuestiones sexuales desde los diez años e incluso antes. Suele haber en todos los cursos un compañero presuntamente ducho en la materia y que por lo general entiende todo mal y al revés, por lo que aunque los padres no hayan llegado a tiempo, no deben renunciar a la educación sexual, pues siempre es mejor hablar, aunque sea tarde, que no hablar en absoluto y además tienen obligación de corregir lo mal aprendido y prevenir todavía unos cuantos peligros. Por otra parte, la ignorancia puede dejarle sin defensas en situaciones difíciles en las que puede no sólo perder la limpieza de corazón, sino sufrir abusos sexuales, contraer traumas psíquicos, hábitos anormales (iniciación de inocentes en prácticas homosexuales), o llegar al embarazo.

            La instrucción sexual es por tanto necesaria, pero insuficiente, pues aunque puede evitar algunos errores, no soluciona los problemas. La verdad científica a solas no tiene por qué engendrar pureza, ya que la mera iniciación en los temas sexuales no es educación sexual, ni ésta puede concebirse si no es como una parte de la educación global del individuo en la formación de su personalidad.

            Pero una buena educación sexual sí tiene efectos positivos. Ningún adolescente así formado incrementa por ello su actividad sexual, sino que, por el contrario, sabe dominar mejor sus impulsos, evita mejor el embarazo y el aborto, aplaza el primer contacto sexual, tiene mayor sentido de la responsabilidad y esquiva tranquilamente los peligros.

                                                                                                       Pedro Trevijano, sacerdote

3 comentarios

Roi
Bravo. Dejemos atrás los tabús y propongamos entre tod@s una educación sexual adecuada. Con la información necesaria disminuirán los embarazos no deseados y abortos.
17/02/10 11:33 AM
Muy bueno el artículo, a ver si es verdad que nos pongamos a ello,es totalmenete necesario una educación sexual, sana y completa. Los embarazos inesperados y los abortos disminuiran el día que todos comprendamos que nos concierne a todos ponernos las pilas. Animo que tenemos mucho que hacer. Gracias Pedro Trevijano por tu claridad.
17/02/10 3:54 PM
Vicente
necesitamos un sana educación sexual y moral que nos capacite para ser hombres y mujeres que se entregan a los demás con amor verdadero.
24/02/10 1:10 PM

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