Tres bonitas experiencias

Si es precioso ver a dos novios o dos recién casados que se aman: ¿qué decir ante dos ancianos cuyo matrimonio ha sido un éxito y llevan 40, 50 o tal vez 60 años queriéndose?

Hace unos años, unos compañeros sacerdotes volvieron del aeropuerto impactados porque habían coincidido con los pasajeros de dos aviones hacia la Meca, que llegada la hora de la oración, se había puesto a rezar con una total superación del respeto humano. De ahí derivó la conversación sobre qué cosas había en nuestra religión que también podían impactar a los que la veían desde fuera. Y pensamos que una de las cosas más hermosas era ver a los niños cuando se disponen a hacer la primera comunión. Se les ve ilusionados, felices, nerviosos, pero, sobre todo, buenos. De ahí pienso la enorme responsabilidad que tenemos los adultos en poner el acento en que lo realmente importante van a recibir el Niño Jesús por primera vez en sus vidas, primera vez que debemos intentar que sea el inicio de una muy larga serie que ojalá dure toda la vida. Los padres responsables tienen en esa Primera Comunión una preciosa ocasión para a su vez, cristianizar y santificar su matrimonio, volviendo a frecuentar los sacramentos e intentando dar buen ejemplo a sus hijos, porque qué duda cabe que el que los niños vean a papá y mamá en misa y comulgando, es un gran estímulo para que ellos también sigan haciéndolo. Muchos adultos hacen cosas buenas, que por sí no harían, para no decepcionar a sus hijos y, a su vez, en bastantes ocasiones, es el ejemplo de sus niños el que les ayuda a ser mejores.

Otra experiencia parecida es la de los adolescentes en la Confirmación. Ese día no les importa el aparecer como muchos realmente son: buenos. Desgraciadamente el ambiente no les ayuda gran cosa, sino todo lo contrario, y para muchos, aunque ese día no piensen así, es el final de su vida religiosa, al menos durante unos años. Pero muchos de los que siguen, demuestran una madurez y una categoría, que ya hubiésemos querido nosotros a su edad.

La tercera experiencia no es exclusivamente religiosa, aunque no me cabe la menor duda que se da más en familias religiosas y cristianas, porque Dios es Amor. Si la sexualidad está al servicio del amor, si es bonito ver a dos chiquillos que se quieren, si es precioso ver a dos novios o dos recién casados que se aman: ¿qué decir ante dos ancianos cuyo matrimonio ha sido un éxito y llevan 40, 50 o tal vez 60 años queriéndose? Sin duda, la edad influye en el modo de expresar la sexualidad, pero en la ancianidad la relación interpersonal con frecuencia llega a su culmen de amor, porque la larga relación da confianza y seguridad en el otro. Y es que a lo largo de los años la comunidad amorosa sabe hacer del tiempo un aliado y se hace cada vez más lugar de promoción de las personas, siendo lo realmente importante saberse acompañado y querido, así como acompañar y querer, cultivando todo aquello que puede unir, como el cuidado corporal o la comunicación amorosa y evitando lo que puede ser desagradable o causa de rechazo para el otro, pues la tarea de nuestra propia educación y maduración afectiva e intelectual ha de ser una labor constante que sólo puede darse por terminada con la muerte.

Pedro Trevijano Etcheverría

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