¿«Rehacer su vida» o «Conversión»?

¿Qué tiene que predicar hoy la Iglesia, y ayudar, lógicamente, a vivir? ¿Que uno tiene «derecho» a «rehacer su vida» –«casualmente» con una señora que no es la suya; siempre así-, o que todos y cada uno, en la Iglesia, necesitamos «conversión»?

Se puede también enfocar de otra manera: ¿qué le diría hoy Jesús a una persona que vive amancebada –con «papeles o sin papeles», no añade moralmente nada-, y pretende -a la vez, y como si no tuviese nada que ver- «ir de católico», con «derecho» –¡por supuesto!- a comulgar en Misa?

Caben más preguntas, pertinentes todas ellas: ¿un católico debe pretender «hacerse a sí mismo» o «dejarse salvar por Dios»? ¿El modelo, en la Iglesia, sigue siendo Jesucristo -«aprended de Mí», nos dice Jesús-, o vale cualquier otro modelo: amancebado, adúltero, homosex, lesbi, trans, ladrón, mentiroso, asesino, corrupto…? ¿Sustituyen estos últimos modelos, en igualdad de condiciones, a Jesucristo, único modelo válido en la Iglesia?

En definitiva, todas ellas plantean lo siguiente: o hablamos de Dios para poder hablar con verdad del hombre –de su ser, de su dignidad, de su destino, de su verdadera vida- o nos limitamos a hablar del hombre, prescindiendo de Dios.

La Iglesia, única y exclusivamente se encuentra a sí misma –es fiel a Dios y al hombre- si llama a los hombres, empezando por los católicos, al Reino de Dios; si les invita y les ayuda a pertenecer y a participar del Dios vivo. En caso contrario se habría desvirtuado, se habría corrompido.

A día de hoy hay toda una campaña –rabiosa, poderosa, y con ínfulas de triunfar- para que la Iglesia se dedique primero a resolver los problemas de los hombres, católicos o no –urgentes, graves, reales-, en sus vertientes económicas, sociales, políticas…, y luego, en un segundo plano, pero muy en segundo plano, que no hay prisa -por no decir descaradamente, ninguna necesidad-, hablar con tranquilidad y sosiego, sin las urgencias materiales tan acuciantes, hablar sí, de Dios, de la relación del hombre con Dios, de la vida eterna, etc.

A este panorama se añade la insidia de que el yugo que Dios impone al hombre es demasiado pesado; casi, casi, inhumano. Sería inhumano ser marido de una sola mujer; sería inhumano pretender vivir el matrimonio abierto a la vida; sería inhumano no dar a las niñas la pildorilla del día-después; sería inhumano no permitir el aborto; sería inhumano no dejar que cada uno se monte su vida sexual a su antojo o inclinaciones; etc., etc., etc.

Jesús, al que no se le escapa ni una, nos ha dicho: «El tiempo está cumplido. El Reino de Dios está cerca. Convertíos y creed en el Evangelio». «Mi yugo es suave, y mi carga ligera». «Venid a Mí todos los que estáis cansados y agobiados, que Yo os aliviaré». «Cualquier cosa que pidáis al Padre en mi Nombre, os lo daré». Y «al Señor tu Dios adorarás, y a Él solo servirás».

¿No le es suficiente al hombre?

Para eso está la Iglesia: para ser el ojo del cuerpo –del hombre, de la humanidad- y que todo el cuerpo vea. Pero si la Iglesia cede al embate de las olas –más que bravías: un auténtico sunami se cierne sobre la Ella-, a la «muleta» de los «envites» mundanos, desconocería al hombre, y destruiría su humanidad –la grandeza, la dignidad- de la persona humana, lo mismo que lo desconoce, lo ningunea y lo destroza la sociedad y la cultura «modernas».

Pero eso es la muerte de la misma Iglesia.

Por José Luis Aberasturi y Martínez, Sacerdote

6 comentarios

Luis J.
La profundidad de este pensamiento es clave. La Iglesia ha de ser Iglesia y no mundo por respeto al ser humano. Realmente profundo. Siendo consciente de mis debilidades y de mis pecados, conocimiento que hallo en la verdad transmitida por la Iglesia, busco en ella misma la otra parte de la balanza que es el hombre. Nuestra naturaleza caida y la triste verdad de nuestras ataduras al pecado encuentran su contrapeso en la Misericordia de Dios. Es esa la única posibilidad de equilibrio que le queda ya al hombre lastrado por el pecado original y sus consecuencias. El desconocimiento del pecado que nos ofrece el mundo atenta de lleno con nuestra verdadera naturaleza, y en la actualidad, como siempre, el hombre se encuentra a sí mismo tan solo en la verdad. Fuera de la Iglesia, el hombre deja de ser hombre, pues es ese difícil equilibrio entre la realidad del pecado y la verdad de la Misericordia, lo único que nos da la libertad de saber quienes somos realmente en la inmensidad de este espacio y este tiempo. La Iglesia ha de saber transmitir que a la desazón del pecado la supera con creces la libertad del perdón. Fue la Misericordia y no otra cosa, la que a mí me devolvió al redil. Su poder es inimaginable, pero muchos han de entender que perdonar no es lo mismo que excusar. Malditos aquellos que pretenden que la Iglesia me impida a mí y a muchos ser hombres, verdaderos hombres, única manera en la que el alma descansa y reposa en equilibrio en la paz de Jesucristo.
19/09/15 7:58 PM
vicente
necesitamos convertirnos a Dios y a Cristo.
y poner a Dios en el centro de la vida.
20/09/15 1:35 PM
Fatima Sequeira
Me case civil y. cometi adulterio contra el primero e igual mi actual compañero nos encontramos en un grupo hoy pero me siento triste solo saber q me divorcie y si me caso de nuevo por la iglesia estoy cometiendo pecado. Gracias esperare su respuesta
21/09/15 9:50 PM
aberasturi
No le he entendido bien la pregunta; o mejor, no le he entendido bien cuál es su situación personal.
Lo claro, es lo siguiente:
a) si es usted católica -bautizada-, y se "casó" por lo civil, para la Iglesia no está casada, porque no ha recibido el sacramento del matrimonio. Y si quiere casarse por la Iglesia con su "novio" actual, o con otra persona, puede hacerlo, siempre que se preparase convenientemente para ello.
b) el adulterio siempre es pecado mortal.
22/09/15 1:14 PM
Gabriela de Argentina
Padre Aberasturi: vivi en un matrimonio civil, y por ende en pecado mortal, durante mas de diez años. Hace tres años nos separamos, me he reconciliado con Dios y he vuelto a la iglesia. No viene al caso explicar los motivos que me llevaron a casarme por civil, pero podría hablar largo y tendido sobre las mentiras que el demonio inspiraba en mi mente para convencerme de que estaba en lo correcto. Hoy tengo una amiga muy querida que vive en adulterio, con hijos. Ella ha recibido la misma educación católica que yo, por lo cual no puede alegarse ignorancia. Es mas, un sacerdote bendijo la union (en mi pais lamentablemente se estila), sumando grave confusion. Me duele mucho su situación, porque yo doy fe de cuan eficaz es el demonio para confirmarnos en el pecado. Quisiera rescatarla, pero es un tema muy difícil de tratar, porque si uno lo aborda mal puede producir mas mal que bien. Que consejo me daria en relación a que puedo hacer por mi amiga (ademas de rezar, que siempre lo hago)? Le agradezco mucho su atencion.
26/09/15 9:38 PM
JORGE de MEXICO
Excelente su comentario, directo a la conciencia y a la vida espiritual.
4/10/15 8:06 PM

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