La Inmaculada, modelo de mujer y pilar de evangelización (I)

María, con su ejemplo de vida, nos enseña en qué consiste la total entrega dirigida a dar cumplimiento, en nuestra vida, la voluntad de Dios. Todo esto queda resumido en el “SÍ”. El “SÍ” de María es un “SÍ” totalizador. No puede existir otro tipo de “sí”.

LA INMACULADA VIRGEN MARÍA:

MODELO DE MUJER Y PILAR DE EVANGELIZACIÓN (I)

1. LA VIRGEN MARÍA: MODELO DE MUJER.

El modelo que buena parte de la sociedad materialista occidental ofrece a la mujer de hoy es el de una persona libre de ataduras físicas y biológicas, mentales y culturales, morales, anímicas y espirituales. Este modelo femenino es fruto del feminismo de las décadas de 1960 y 1970.

¿Qué ha producido este feminismo? De la búsqueda de la equidad entre hombres y mujeres ha resultado la masculinización de la mujer y la confusa igualdad “unisex”, así como la feminización del hombre. Del mito de la emancipación sexual y profesional de la mujer han resultado rupturas familiares y matrimoniales, inestabilidad y frivolidad en las relaciones hombre y mujer, más y más abortos, desconexión entre mujer y maternidad, impresionante descenso de la natalidad, así como depresiones y desequilibrios psicológicos y espirituales entre muchos otros factores, todos los cuales también afectan a los hombres. El feminismo ha participado activamente en aniquilar la dignidad de la mujer y la del hombre.

El hombre y la mujer son distintos corporal y psicológicamente. Negar esto es desconocer al ser humano y negarle. La mujer no es inferior al hombre es, sencillamente, distinta. A día de hoy hace falta un nuevo feminismo que defienda la dignidad de la mujer. De hecho empezamos a detectar corrientes sociales en este sentido. Estos movimientos comenzaron a detectarse ya en la década de 1990 en países como Noruega. Aquí la ministra de exteriores, Janne Haaland Matlary, defendía ante la ONU la feminidad de la mujer expresada en su maternidad y la obligación de Naciones Unidas a cambiar su política antinatalista. Europa debía iniciar un nuevo florecer de las cualidades femeninas .

Nosotros, como cristianos, tenemos una gran responsabilidad en toda esta situación porque no hemos sabido ver ni ofrecer a la sociedad el ejemplo más sublime de dignidad y feminidad: la Virgen María.

La Virgen María suele ser un modelo de piedad para la religiosidad e imaginería popular-festiva, con multitudes peleándose por portar una imagen de la Virgen María por ejemplo. Pero, por lo general, aquí acaba su figura. Sin embargo es, precisamente, en este punto donde comienza la figura de María. Su hechura es gigantesca. La Virgen María no es sólo un icono de piedad sino que es también “El Modelo” para todas las personas y, especialmente, para las mujeres. El problema es que los cristianos, especialmente los católicos, no hemos sabido difundir convenientemente este gigantesco modelo de dignidad femenina. Esta es una tarea de principal importancia en la actualidad ante un mundo New Age que niega los valores y virtudes que en ella se encarnan.

Son valores muy concretos entre los que quiero destacar primero y ante todo la Fe de María porque es la base para todas las demás virtudes y también es fundamento de toda su labor, tanto en lo que fue su cotidianidad diaria como en la participación y acción correndentora de la humanidad junto a su hijo Jesucristo. Se trata pues de la Fe expresada en el día a día desde el instante en que el Ángel se presentó ante ella para continuar dilatándose hasta nuestra actualidad y llegando al final de los tiempos.

Fe se expresa en el “SÍ” de María al Ángel y que sustentan valores como virginidad y maternidad, vocación y llamada, resolución y sacrificio, aceptación y amor, generosidad y servicio incondicionales. Valores que la Virgen María puso en práctica de forma decidida y responsable, adhiriéndose incondicionalmente a la voluntad y a la palabra de Dios. La Virgen María es, por lo tanto, Modelo ofrecido por Dios a la humanidad.

María, con su ejemplo de vida, nos enseña en qué consiste la total entrega dirigida a dar cumplimiento, en nuestra vida, la voluntad de Dios. Todo esto queda resumido en el “SÍ”. El “SÍ” de María es un “SÍ” totalizador. No puede existir otro tipo de “sí”. “Sí” es “sí” y “no” es “no”. No hay más. No hay puntos intermedios, ni relativos ni negociables. No hay mayor acto de libertad porque aquí todo se pone en juego al máximo, porque ese “SÍ” totaliza a la persona entera incluyéndolo todo.

Esto contradice la actual corriente cultural relativista que hoy en día impera en Occidente. Hoy es enorme grado de degradación y, más aún, de demolición de cualquier base conceptual y de vida sustentada sobre la idea de la existencia absolutos morales (como el Bien y el Mal, la Verdad y la Mentira, lo Moral y lo Inmoral, la Justicia y la Injusticia…). Como profesor de historia, filosofía y religión en los niveles de enseñanza secundaria y primeros niveles de enseñanza superior tengo que proceder, con mis alumnos, diariamente a un combate intelectual sobre esta cuestión primordial. Solamente una vez deshechas las defensas psicológicas que a este respecto la mentalidad y cultura dominante han implantado -ya casi “genéticamente”- sobre mis alumnos, puedo proceder a enseñarles.

Este “SÍ” es también ejemplo de evangelización porque es imposible decir “SÍ” para, seguidamente, quedarnos encerrados en nuestra “casa”.”tan anchos”. El “sí” que no trasciende es embuste falsario que nos sirve de disfraz para “ir tirando”. Y la vida es demasiado importante para “ir tirando”, para pasar por ella sin compromisos de vida.

La Virgen María dijo “SÍ” y, consecuentemente, emergió como Madre de Dios, de la Humanidad y Pilar de Evangelización.

Antonio Ramón Peña Izquierdo

Doctor en Historia Moderna y Contemporánea

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