Entrevista a dos «misioneros de la misericordia»

Jesús Higueras y Víctor Hernández: «No existe pecado tan grave que anule el amor de Dios»

El pasado Miércoles de Ceniza el Papa entregó el Mandato y facultades especiales a más de 700 de los «misioneros de la misericordia». Son «algunos sacerdotes que reciben el encargo del Papa de ser, en sus propias iglesias, testigos privilegiados del carácter extraordinario del evento jubilar«. Con permiso de sus obispos o superiores religiosos, estarán especialmente a disposición de cuantos pidan su ministerio durante el Año de la Misericordia.

(Alfa y Omega) Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo entrevista a Jesús Higueras y Víctor Hernández, que han sido nombrados por el Papa Misioneros de la Misericordia en este Año Jubilar para la Diócesis de Madrid

¿Qué hace un misionero de la misericordia? ¿Cuál es su función? ¿Qué instrucciones tienen?

Víctor Hernández: Lo primero que hay que decir es que un misionero de la misericordia es un signo del amor de Dios. Un signo de su misericordia. ¿Cómo? Predicando la misericordia y haciéndola eficaz con el sacramento de la Reconciliación.

Jesús Higueras: Estaremos a disposición de las diócesis para dar retiros a familias, sacerdotes… En Madrid, por ejemplo, participaremos en los Encuentros en Emaús durante la tercera semana de Cuaresma.

El lema de este Año Jubilar es Misericordiosos como el Padre. ¿Esto no es apuntar muy alto?

JH: El que ha recibido la misericordia la puede transmitir. Uno da lo que tiene. Si en tu vida has experimentado el amor del Padre, entonces podrás dar lo que has recibido. El modelo es el Padre, porque Él nos ama gratis y sin condiciones. No se trata de buscar la perfección, sino simplemente de dar lo que has recibido.

En la oración oficial del Jubileo, el Papa menciona a Zaqueo, a Mateo, a la Magdalena, a la adúltera, a Pedro y al buen ladrón. Estos no eran perfectos, sino grandes pecadores…

VH: Todos somos grandes pecadores. Y el Papa nos está llamando a todos a la conversión. Todos ellos recibieron primero la misericordia de Dios y luego vieron transformada su vida, se sintieron hijos de Dios, amados de Dios. Ese amor que recibieron es el que luego transmitieron.

A los confesores el Papa les pone deberes para este Año Jubilar: «Que quien se acerque a uno de ellos se sienta esperado, amado, perdonado por Dios». ¿Es difícil?

JH: En absoluto, porque ser confesor se aprende siendo uno mismo penitente. Los mismos confesores debemos vivir el sacramento de la Reconciliación sabiéndonos amados. Si hemos experimentado en la Confesión esa misericordia, así trataremos a los demás nosotros al confesar. Y es precisamente en este sacramento donde mejor se percibe que Dios nos ama en nuestra debilidad. Por eso el Papa quiere centrar este Año Jubilar en este sacramento.

Cuando al padre Leopoldo Mandic –cuyas reliquias están expuestas en la basílica de San Pedro hasta este 11 de febrero– le acusaban de ser muy permisivo, respondía: «Si el Crucificado me reprochara que soy de manga ancha, le diría: «Ese mal ejemplo me lo has enseñado tú». ¿Se puede pecar por exceso de misericordia?

VH: Misericordia es el amor de Dios. Partimos de ahí. Pero este mismo amor de Dios nos mueve a desear cambiar nuestra vida, nos mueve a conversión, nos mueve a retomar la vida nueva del Bautismo. No se trata de decir: «No importa» o de ser permisivo, sino de subrayar que no hay pecado tan grave que anule el amor de Dios, y que impida que este amor transforme tu vida.

JH: Lo mejor que podemos hacer es reconocer que somos débiles, heridos, con carencias, y necesitamos el amor de Dios. Y luego ese amor del Padre nos hará plenamente humanos.

VH: El Santo Padre decía hace poco: «No hay santo que no tenga su pasado, y no hay pecador que no tenga su futuro». Ahí están la responsabilidad y el cambio de vida, en buscar ese futuro pero partiendo del amor de Dios.

Esto es una novedad porque, como ha dicho el Papa, este mundo es muy laxo con el pecado pero muy duro con el pecador.

JH: Este mundo fomenta lo que condena. El servicio de la Iglesia es mostrar la salvación de Jesús. El Papa habla de la Iglesia como «hospital de campaña», porque hay muchas personas heridas. «Jesús es el médico y la medicina», como decía también san Leopoldo Mandic.

Pero muchos tienen miedo de acercarse a confesarse con un sacerdote. ¿Qué les dirían?

JH: Que hagan la experiencia, porque, de verdad, la Confesión es un encuentro directo con Cristo crucificado y resucitado. Él toma tu pecado y lo hace suyo, y te devuelve a cambio una vida nueva, la Suya. Es una experiencia preciosa, que transforma la vida. Ambos tenemos la experiencia de muchos años confesando, y hemos visto cómo la vida de miles de personas ha quedado transformada por el sacramento del Perdón.

VH: Y da alegría. Cuando uno se siente amado y mirado por Dios, recupera entonces su propio valor como hijo de Dios, por encima de pecados, caídas y condicionantes. Desde ahí se vive la alegría auténtica, la de verdad.

Hay muchos que dicen: «Yo me confieso directamente con Dios»…

JH: Dios siempre ha querido la mediación humana, hasta el punto de que el mismo Dios ha tomado carne humana para llegar a nosotros. Es muy bonito saber que el amor de Dios nos llega a través de seres humanos como María o los apóstoles, al igual que utiliza a pobres instrumentos como los sacerdotes.

¿Qué se puede hacer para que el sacramento de la Confesión sea un sacramento de evangelización directa, que llegue a los alejados, no solo a los que se confiesan habitualmente?

VH: Bueno, este sacramento es ya un sacramento de evangelización. ¿Cómo se puede fomentar? Primero, estando disponibles para confesar a quien lo pueda pedir. Y, segundo, manifestando la alegría que has experimentado al confesarte. A nuestras peregrinaciones a Lourdes vienen también personas que se declaran ateas, y que después de ver a los que salen alegres de la Confesión, se acercan para decirte: «Quiero hablar contigo, quiero sentir lo que esta persona ha sentido». Es muy bonito decirles: «Dios te ama, y aunque no creas en Él, Él si cree en ti». Recuerdo a un hombre que había pasado 25 años en la cárcel, la mitad de su vida, y que quería esa alegría que veía. Al cabo de un año de esa experiencia, se confesó por primera vez e hizo su Primera Comunión en Lourdes.

JH: Cuando los sacerdotes estamos disponibles, cuando estamos dispuestos a confesar, eso es atractivo para la gente. Y hace falta también que los laicos contagien esa alegría que han experimentado en su confesión.

VH: De hecho, hay una fórmula de despedida de este sacramento que dice: «Vete en paz, y anuncia la alegría del perdón». Es la que yo suelo emplear, para que la gente anuncie la alegría de saber que Dios nos ama.

La misericordia no solo tiene que ver con la confesión. ¿Cómo puede un católico ser misionero de la misericordia en el día a día?

JH: Es verdad que hay unos cuantos sacerdotes que hemos sido nombrados misioneros de la misericordia para este Año Jubilar, pero el Papa quiere que todos los bautizados seamos de algún modo anunciadores de la misericordia de Dios. ¿Cómo lo podemos hacer? Primero, mirando más el corazón de las personas. El Papa nos pide un cambio en la mirada, que nos lleve a no juzgar a los otros. Tenemos que aprender a mirar a los demás como Dios nos mira a nosotros. Ante el otro, ante cosas que veamos que no están bien, deberíamos preguntar a Dios: «Señor, ¿Tú cómo miras a esta persona?». Con eso ya estás viviendo y anunciando la misericordia.

Además, hay muchas heridas de las que apenas somos conscientes…

JH: Claro, hay enfermedades corporales, heridas emocionales y psicológicas, y también enfermedades espirituales. De los tres tipos. Cristo entra en la dimensión completa del ser. Ahí es donde, en su enfermedad, nuestra humanidad es amada.

Juan Luis Vázquez Díaz-Mayordomo (texto y fotografía)


 

Jesús Higueras. El párroco de Santa María de Caná, uno de los templos jubilares del Año Santo en Madrid, afirma que «está pasando mucha gente que llevaba 20 o 30 años sin confesarse». Él mismo se confiesa cada semana, y su experiencia con el sacramento del Perdón la resume en una palabra: libertad. «Nuestros pecados ya no son nuestros, los ha comprado Cristo con su Sangre. Es una experiencia preciosa, de paz y de alegría», afirma.

Víctor Hernández es miembro de la Delegación de Pastoral de la Salud, en Madrid, y de la Hospitalidad de Lourdes. Se confiesa cada quince días y pasa sus vacaciones de verano confesando en Lourdes durante ocho horas al día. Reconoce lo gratificante que es «ver el cambio en la vida de la gente, ver las lágrimas por sentirse amado. Y poder decirles: «Ha sido Jesús, a través de su Madre, la Madre de la Misericordia, el que te ha cambiado la vida».

7 comentarios

Tito Livio
Solo un pecado: en Pecado contra el Espíritu Santo. Este pecado no tiene perdón de Dios. Nohay misericordia para los pecados contra el Espíritu Santo. Siento mucho pero es a sí.
14/02/16 9:03 AM
Sergio Arias
El pecado contra el Espíritu Santo es, justamente, cerrar el corazón a Su perdón. El sacerdote se refiere a que, quien se acerca al confesionario, puede tener la certeza de que será perdonado, aunque haya negado anteriormente el Amor de Dios.
Es obvio que una persona que busca el perdón de Dios, no está pecando contra el Espíritu Santo.
14/02/16 9:33 AM
Alfredo de Argentina
No hay ni puede haber un pecado tan grande que no pueda ser perdonado por la Infinita Misericordia de Dios, siempre que el pecador se arrepienta debidamente en este mundo.

El pecado contra el Espíritu Santo no es absolutamente imperdonable, o sea, que Dios no estará dispuesto a negarle el perdón a aquel que haya pecado contra el Espíritu Santo si se llegara a arrepentir, pero es muy probable que el pecador no pida perdón y muera en ese estado.

Como decía el P. Antonio Royo Marín, sería un milagro tan grande en el orden sobrenatural el arrepentimiento de ese pecador como lo es en el orden natural la resurrección de un muerto.
14/02/16 12:17 PM
José Luis
Para evitar errores, es preciso acudir al Magisterio de la Iglesia Católica.

Y el Catecismo de la Iglesia Católica nos ayuda a comprenderlo con más exactitud.

Numerales: 1846 y siguientes. Los Santos Padres, ya en otras fuentes, explican en que se debe el pecado contra el Espíritu Santo. Pero también en el Catecismo aunque más breve. Y es que los Santos son muy estudiosos de la Sagrada Escritura, y nos facilitan estos conocimientos espirituales. Nunca le faltaron tiempo para la oración.

EN otro lugar, me gusta la explicación que ha dado San Juan Pablo II.
14/02/16 3:34 PM
Franco
Alfredo

El pecado contra el Espíritu Santo es imperdonable. Cristo lo dejó bien claro.
15/02/16 9:11 AM
Manuel
Queridos hermanos

Es mi comentario con relación a las tentaciones de demonio. Y es verdad que " que juega sú papel ". He noado en mi vida que der ser de comunión diaria, mi oración diaria, la confesión era mas irregular, me he dado cuenta, qué poco a poco la dejadez, la comodidad y la pereza de esta situación,me siento " muy agusto " y me acuenta volver a mi ser de persona que disfrutaba con mis creencias.

Disfruté cuando conocí la posibilidad de hacer los ejercicios dé san Ignacio de Loyola, en la vidad corriente. los recomende, hablé de ellos a amigos y gente conocida.. Hoy y en estos momentos sé quedó diluido en mí camino.

El demonio existe y aprovecha la más minima rendija para colocarse en nuestra vida, es como esas tormenta del desierto qué por mucho que quieras bien cerrar, la arena entra.

Que Nuestro Padre Dios nos lleve de su mano y no nos deje.

Gracias y qué Dios os bendiga.

Manuel.
15/02/16 11:34 AM
Gregory
Misioneros de la Misericordia, me gusta esta definición como la misión encomendada es un llamado a ejercer el Sacramento de la reconciliación.
15/02/16 4:07 PM

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