Francisco, contra la corrupción: «La hay incluso en el Vaticano»

El Papa denuncia la cultura actual de «usar y tirar»

Kizito tenía 13 años en 1886. Era uno de los pajes del rey Mwanga, en Uganda, cuando conoció la fe cristiana gracias a los Padres Blancos. Fue bautizado por su catequista a pesar de la prohibición del rey. El 3 de junio de 1886, él y una treintena de cristianos más fueron quemados vivos en Namugongo. Las últimas palabras de Kizito fueron: «Adiós amigos, estamos en camino». Hasta allí se desplazó ayer el Papa Francisco, para conmemorar con una misa la memoria de los mártires anglicanos y católicos del país. Allí celebró el camino de la fe.

(La Razón) El Papa recordó que «los placeres mundanos y el poder terrenal no dan alegría ni paz duradera», aunque esto no quiere decir que nos tengamos que despreocupar de los problemas. «Al contrario, nos ofrece un objetivo para la vida en este mundo y nos ayuda a acercarnos a los necesitados, a cooperar con los otros por el bien común y a construir, sin excluir a nadie, una sociedad más justa, que promueva la dignidad humana, defienda la vida, don de Dios, y proteja las maravillas de la naturaleza y la creación», dijo en la homilía. Su mensaje de no exclusión interesó mucho a la comunidad homsexual del país, que pidó ayuda al Papa.

Francisco ha vuelto a pedir a los cristianos que no tengan miedo, que tomen como ejemplo a los mártires que «no tuvieron miedo de llevar a Cristo a los demás, aun a precio de la propia vida». De esto sabe mucho Bishoy Wassef, egipcio copto refugiado en Uganda que huyó de su país amenazado de muerte por ayudar a una compañera de universidad a convertirse al cristianismo. «Quemaron mi casa, me amenazaron a mí y a mi familia y rompieron el coche de mi padre. Tanta violencia por hablar de Cristo, que es amor», cuenta.

Después de la celebración de la Eucaristía, el Papa se encontró con los jóvenes del país en Kampala, donde insistió en la necesidad de transformar el odio en amor con la ayuda de la Fe. «Jesús puede todo», recordó. «Jesús fue insultado, fue rechazado y fue asesinado. Y Jesús, por el poder de Dios, resucitó». Animó a la multitud de jóvenes entusiasmados a transformar lo negativo en positivo, a entender que después de la muerte siempre hay vida: «Ustedes, tengan conciencia de que son un pueblo de mártires. Por sus venas corre sangre de mártires y por eso tienen lafe y la vida que tienen ahora». El Papa quiso dejar clara la no exclusión del amor de Cristo: «Les pregunto: ¿Jesús quiere a unos sí y a otros no? ¿Jesús quiere a todos? ¿Jesús quiere ayudar a todos?».

«A veces nos equivocamos creyendo que la religión es algo complicado. Lo que el Papa está haciendo es demostrar que la fe está en el amor, en la alegría, en el respeto, en la paz. Y no en palabras grandilocuentes», explica Julius Mwachiro, sacerdote keniano en Uganda. Francisco recordó a la Virgen María como madre que cuida, como madre que está siempre ahí para nosotros: «Cuando un chico se cae, se lastima, se pone a llorar y va a buscar a su madre. Cuando nosotros tenemos un problema, lo mejor que podemos hacer es ir donde nuestra madre y rezar a María, nuestra Madre». Antes de despedirse rezó un Ave María con los jóvenes y les dejó con Ella, para dirigirse a la casa de caridad de Nalukolongo, donde viven más de cien personas discapacitadas y enfermas.

Desde allí hizo un llamamiento a las parroquias de Uganda y de África para que no se olviden de los pobres. Lamentó también el maltrato que sufren muchas personas en la sociedad actual: «Cuántos hermanos y hermanas son víctimas de la cultura actual del «usar y tirar», que lleva a despreciar sobre todo a los niños no nacidos, a los jóvenes y a los ancianos». La visita del Papa a África nos está llevando de vuelta a la verdad: «Es más importante lo que somos que lo que tenemos». «Ojalá sepamos ser compasión, respeto y amor», pide el sacerdote Julius Mwachiro.

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