Testimonio extraordinario de búsqueda de la Verdad y la Fe

Un más allá para la homosexualidad

David Morrison es un estadounidense que hacia 1993 no solo hacía rato tenía su homosexualidad asumida con una relación de pareja estable, sino que además llevaba varios años involucrado en el activismo gay desde que era estudiante universitario. Nacido hace treinta años, practicaba la homosexualidad desde los trece, es decir, más de la mitad de su vida.

(Gastón Escudero Poblete/VivaChile.org/InfoCatólica) No era mala persona. Por el contrario, vivía de la manera en que lo hace un buen hombre o mujer heterosexual que, después de los desvaríos de la juventud, enriela su vida y además se ocupa de ayudar a otros, lo cual es bastante para los estándares individualistas de las sociedades actuales. «Tras un período de promiscuidad rutinaria, me establecí con una pareja que yo esperaba fuese para toda la vida. Empecé a hacer progresos en mi carrera de escritor y editor. Me compré una casa, iba de vacaciones a lugares de afluencia gay, la mayor parte de mis amigos eran gay, y hablé a mi familia del cambio en mi identidad sexual. Llegado el tiempo, comencé a dar algo de mi tiempo y de mi dinero para ayudar a amigos y extraños a combatir la catástrofe del SIDA».

De acuerdo con el prisma actual de lo políticamente correcto, Morrison no sólo sería merecedor de las simpatía de todos sino además de toda la felicidad humana posible, e incluso su caso podría ser tenido como una demostración de que la homosexualidad es normal y que su consideración como una tendencia contra natura no es más que un resabio de una moral retrógrada y cruel.

Pero la naturaleza es implacable, no perdona. A pesar de su vida «ordenada» y «ejemplar», Morrison vivía entre la angustia y la desesperación, aunque no sabía por qué. Lo entendería más tarde. «Mirando hacia atrás… me doy cuenta de que la angustia que experimentaba entonces era el resultado inevitable de una vida construida sobre las arenas movedizas de una identidad irrefrenablemente sexualizada y sexualmente activa». Es que el ser humano es mucho más que un ente sexual. La sexualidad es una de sus dimensiones, importante sin duda, pero de ahí a construir la propia identidad sobre ella hay un salto que equivale a lanzarse al vacío. Es lo que experimentaba Morrison, según él mismo confiesa: «el común denominador sexual por el que la comunidad gay elige definirse a sí misma produce muy a menudo una cultura que es aburrida hasta el punto de adormecer, peligrosamente autoindulgente y espiritualmente atrofiada».

Hastiado de esa sensación, un día Morrison la comentó a un amigo y éste, que al parecer nunca había entrado a una iglesia, le sugirió rezar. Morrison se sorprendió y se sintió ofendido. Su única experiencia religiosa había consistido en unas clases de catecismo en una iglesia Baptista de Washington cuando niño, pero poca ‒o aparentemente ninguna‒ influencia perdurable habían ejercido en él. Hasta que unos seis meses después de la sugerencia de aquel amigo, Morrison, de manera súbita, en su dormitorio después de una ducha, se arrodilló y atinó a decir: «Señor, ni siquiera sé si existes, pero, si es así, estoy seguro de que te necesito». Años más tarde, al contar su experiencia en «Un más allá para la homosexualidad» (Ed. Palabra), la nitidez y frescura del recuerdo de ese momento queda estampada en el relato: «El viento agitó ligeramente la cortina de la ventana abierta y, de repente, me di cuenta profundamente de una presencia en la habitación. Su presencia. No es que yo viera ni que oyera a Jesús, pero, del mismo modo que un cambio de presión tapona los tímpanos o la atmósfera es más pesada antes de la lluvia, supe que Él estaba allí. Era Jesús. Estaba ahí y me amaba».

Así como la luz que deslumbró a Saulo camino a Damasco fue solo el comienzo de su conversión, la brisa que entró por la ventana del dormitorio de Morrison lo puso en el inicio de una búsqueda que lo llevaría por derroteros que en ese momento no podía imaginar. Lo primero fue encontrar una iglesia donde cultivar el cristianismo, pero no conocía ninguna ni a nadie que fuera cristiano. Inspirado en lo bien que le habían caído unos anglicanos que había conocido en unos grupos de trabajo para ayudar a personas con SIDA, el domingo siguiente asistió a los oficios de una parroquia episcopaliana (versión estadounidense de la Iglesia Anglicana).

No pasaría mucho tiempo antes de que tuviera que enfrentar el tema de la compatibilidad entre la práctica homosexual y el cristianismo. En forma paralela a su participación en la comunidad episcopaliana y como parte de ese enfrentamiento, se integró a Dignity, un grupo «católico» que contradice la enseñanza tradicional de la Iglesia sobre la sexualidad al postular la aceptación de homosexuales, bisexuales y transexuales como tales, y a Integrity, con la misma misión pero dentro del anglicanismo. Sin embargo, la experiencia en estos grupos no resultaba satisfactoria para Morrison, a la vez que crecía su convicción de querer vivir el cristianismo, al punto de pedir, y recibir, el bautismo dentro de la Iglesia Episcopaliana.

A esa altura el camino espiritual de Morrison consistía en un esfuerzo personal por construir en su cabeza una teología gay, esto es, una mixtura entre el cristianismo y la ideología gay. Pero mientras más avanzaba en su intento más se daba cuenta ‒especialmente después de su bautismo‒ de que los postulados de la ideología gay, principalmente la fundamentación de la identidad personal sobre la sexualidad, no calza con la visión de la persona humana que propone el cristianismo.

La razón es que, afirma Morrison convencido, ningún ser humano, dada su dignidad, debe ser tratado sólo como un objeto sexual, pero las relaciones entre personas del mismo sexo necesariamente implican tratar al otro de esa manera. Aclarado este punto en su conciencia, el desafío estaba claro: «Confrontado con la verdad, sabía que tenía que elegir. El amor, Cristo y la fe verdadera exigían que cesara de tratar a mi pareja, o a cualquier otro, como un objeto para una evaluación sexual o para el placer». Y entonces, en un acto de valentía que evoca la conversión de San Agustín, decide abandonar la práctica homosexualidad con su pareja y asumir la castidad.

Obviamente, ni Dignity ni Integrity estaban en la línea asumida por Morrison. Pero sí era el caso de Courage, asociación creada por un sacerdote católico para apoyar a toda persona que vive con atracción homosexual en su esfuerzo por llevar una vida casta. Para Morrison el abandono de la homosexualidad activa fue como la caída de las escamas de los ojos de Saulo en casa de Ananías, y a continuación el ambiente de Courage, el ejemplo de los santos y el estudio de la doctrina católica lo condujeron a su conversión definitiva: «Si esto es lo que la Iglesia católica cree, ¿por qué no somos todos católicos?… Después de todo, ¿dónde está la verdad?»

El relato autobiográfico que hace Morrison en «Un más allá de para la homosexualidad» constituye un testimonio extraordinario de búsqueda de la Verdad y la Fe. Pero luego de relatar la conversión del autor, el libro además desarrolla una apología apasionada y, sobre todo, lógicamente argumentada, de la enseñanza tradicional católica sobre la sexualidad. Su argumentación, incluso separada de su testimonio de vida, es más que suficiente para que muchos católicos que hoy se tambalean en su apego a la enseñanza tradicional arrojen lejos de sí sus vacilaciones. ¡Qué curiosa y hermosa paradoja es esta que se da no pocas veces en la historia de la Iglesia, de que sean «afuerinos», conversos como Saulo, Agustín o Chesterton, quienes muestren la Verdad a quienes desde pequeños han vivido en Ella!

Verdaderamente, entiende Morrison, toda persona, cualquiera sea su tendencia sexual, es un hijo de Dios infinitamente amado por Él y sobre esta verdad inconmovible los seres humanos debemos construir nuestra identidad. Al mismo tiempo, la homosexualidad es una tendencia contraria a nuestra naturaleza y, aunque quienes la experimentan no quedan privados de la filiación divina, actúan en disonancia con ella al momento de practicarla, como ocurre con cualquier otro impulso que aleje a la persona de su verdadero fin, como la avaricia, la codicia o la gula. Y esto no es así porque lo diga la Iglesia, sino que la Iglesia lo enseña porque es así: «Del mismo modo que los físicos no tienen potestad para cambiar simplemente las leyes de la gravedad, la Iglesia no la tiene para cambiar la realidad moral. Mil obispos reunidos durante mil años podrían declarar cada año que el sexo prematrimonial, el divorcio, la masturbación, la pornografía, el adulterio o los actos homosexuales son aceptables e incluso dignos de alabanza. Pero sus miles de declaraciones no cambiarían la naturaleza de dichos actos y no impedirían a los seres humanos pagar un precio físico, emocional y espiritual por ellos».

Morrison lo entendió porque lo vivió. Y da testimonio.

23 comentarios

Maricruz
Cuán agradecida estoy por conocer este testimonio!
31/08/14 7:22 AM
Nancy
Oré a Jesús, pidiéndole una explicación a tanta confusión. Le dije que si el tiene el poder sobre toda enfermedad y todo mal y si el puede arrojar todos los demonios, por qué no hacía algo para "curar" la homosexualidad. Tengo un sobrino homosexual por el cual oro a Jesús y a María. Se que Jesús escuchó mi oración. He aquí la respuesta con este testimonio. Jesús es el Camino, la Verdad y la Vida. Gloria a Dios por siempre.
31/08/14 9:54 AM
ult
Un testimonio muy interesante, de los que no se suelen dar.
31/08/14 12:17 PM
Fran
asi como manda nuestra Iglesia aceptemos y demos la bienvenida a las personas con inclinaciones homosexuales que buscan a Cristo, pero eso si tengamos claro que los actos homosexuales no son aceptados por Dios y son pecado. Esta es la unica "teologia gay" posible dentro de la Iglesia, tengamoslo claro es el mundo quien esta invitado a convertirse a Cristo a traves de su Iglesia, no la Iglesia convertirse al mundo torciendo el mensaje de Cristo.
31/08/14 4:41 PM
Wilson B.
Es preferible negarse, que "gozar" la carne.

Aún sigo viendo y sintiendo a muchas personas que odian y repudian al homosexual. ¿Quién de nosotros puede repudiar, si el que juzga hasta el último tiempo nos amará?

La homosexualidad es una enfermedad del alma. El alma trastornada, llena de vicio. Pero Dios no odia al homosexual, sino, más bien, la homosexualidad (el pecado).

Creo, que además de cambiar, se puede aprender a amar. El amor que nace de las entrañas, que Dios ha puesto ahí, que va más allá...

Dios nos ama, y perdona a todo corazón arrepentido. Aunque aún me falta mucho por cambiar, me ha bendecido mostrándome el amor que él le tiene al mundo.

No pretendo demostrarle al mundo un cambio, tan solo quiero aprender a amar, como nos ama Jesús.

Todos nosotros, hermanos míos, homosexuales o no, no debemos olvidar que no solo por estos pecados se cae al abismo. Que no se nos olvide ver los muchos pecados que cometemos, antes de ver la viga en el ojo de vuestro hermano.

No nos cuesta nada amar recordando a Jesús. Preguntarnos siempre: ¿Qué haría Jesús?

Felizmente amado...

Castidad y orden.
31/08/14 11:02 PM
Manuel Málaga
Testimonios semejantes, todos los días. Testimonios justo en sentido inverso, todos los días también. Conclusión: ningún descubrimiento.
Sin olvidar que estamos tratando a alguien que con 13 años ya se acostaba con señores en lugar de jugar a maquinitas, que ahora mismo tiene sólo 30 y que todavía puede dar muchas vueltas y escribir más libros.

Porque igual que rompió con su pareja, ahora conoce a otro que... en fin, y donde dije digo digo Diego. Y ahora Jesús me quiere así, y ahora Jesús me quiere como era antes. La vida real es caprichosa, y lo sabemos. Somos capaces de una cosa, de otra y de la contraria. De la promiscuidad a la represión y vuelta a la promiscuidad y vuelta a la represión cuantas veces se presenten. Tan cotidiano como la vida misma.
1/09/14 3:16 AM
Fred
Manuel Malaga: no todos los días sale un libro de una conversión y testimonio de este estilo. Si alguien publica un libro así, no es para cambiar de opinión a la vuelta de la esquina. Hay hombres volubles, pero también los que toman una decisión y resisten contra viento y marea. También es la vida misma.
Por cierto la honestidad es lo contrario a la promiscuidad, y no la represión.
El pecado está presente en la vida de los hombres, pero Dios tiene la ultima palabra, solo se trata de no ser necios.
1/09/14 8:03 AM
ARELIS ACEVEDO ESQUIVEL
Que precioso testimonio de esta criatura de Dios, en la vida todo se puede cambiar, hay que tener una actitud de cambio verdadero, sincero, honesto con uno mismo, Gracias a Dios Todopoderoso la plenitud esta en Cristo Jesús, que lo alienta a seguir adelante no estamos solos, Él nuestra fortaleza inspiración para seguir en este mundo. Gracias Dios mío por amarnos eternamente. Y por estar presente en la eucaristía ha través de ella nos fortaleza hasta nuestra muerte Amén.
1/09/14 9:23 AM
Luis Antonio Melgoza
El camino a la rectitud y el poder escuchar a nuestra propia naturaleza, obra perfecta de la creación, es únicamente a través de seguir a Dios Nuestro Señor y Salvador ojala que los Hijos de Dios que tienen esta y otras practicas anti natura pidan con fe y devoción la intervención y ayuda del Altísimo para retirarse de ellas, y Dios nos perdone, bendiga y consuele a todos por los tiempos que están por venir.
1/09/14 7:26 PM
Bartimeo
Pues sí, Manuel Málaga, es posible superar una vida sexualmente desordenada con la gracia de Dios. Es posible convertirse, con la gracia de Dios (para eso están la oración y los sacramentos)y es posible perseverar en la castidad, con la gracia de Dios. Ojo, creo yo, solo abandonándose, por gracia, a la gracia de Dios; lo cual exige mucha humildad. Mi experiencia es que cuando me he sentido más seguro de mí mismo y he pensado que había hecho grandes progresos el Señor ha permitido que cayera en pecado para humillarme y recordarme que sin Él no puedo nada. A confesarse bien y vuelta a empezar.
Sí, los homosexuales son personas, son hijos amados por Dios. Y Dios nos quiere santos y quiere que nuestro cuerpo sea templo del Espíritu Santo, eso para TODOS los bautizados y para todos los hombres. La alegría que uno experimenta es inefable y todo lo demás se estima por basura.

El papel de la Iglesia es sanar los corazones afligidos y mostrar la belleza de Cristo a TODOS. Y todos estamos llamados a la castidad. La Santísima Virgen María no deja a nadie de la mano, reza el rosario.

Me ha ayudado mucho este testimonio.
1/09/14 11:28 PM
Maru
Maravilloso poder vivenciar la dignidad del Ser Humano como Persona y no como OBJETO y menos objeto sexual. Y más maravilloso aún que esa vivencia de una verdad natural irrenunciable e indiscutible, pueda dar la fuerza para un cambio tan importante para asumir una actitud de vida que permita recuperar el verdadero tesoro de gracia, que El Amor de Dios te está regalando. Bendito sea Dios
2/09/14 1:15 AM
Manuel Málaga
Bartimeo, el problema es que no tenemos, ni creo que lleguemos a tener (o volver a tener, en mi caso), el mismo concepto de "vida desordenada", "cuerpo ensuciado", "basura", y términos SUBJETIVOS semejantes. Para muchos cristianos, y por mucho que los demás no alcancen a superar pudores e incomprensiones, esforzarse en "mantenerse limpios" es una pérdida de tiempo cuyas energías es mejor invertirlas en mantenerse honrados, agradecidos al Señor, alegres, estudiosos, trabajadores y preocupados por la vida íntima propia y no por la de los demás.

Disfrutar sanamente del cuerpo que Dios nos ha dado, sin caer en infidelidad ni ofensa a nadie, es una muestra de felicidad y de gratitud al Señor que nos pide misericordia y no sacrificios. Es algo muy vergonzoso para muchos, y ahí está históricamente la persecución (y el doble rasero) al que "hace cosas" que a mí en el fondo me gustarían.
2/09/14 9:10 AM
Luis Fernando
Manuel Málaga, un cristiano, y si es católico más, entiende que Dios considera pecado grave cualquier relación sexual fuera del matrimonio entre hombre y mujer. Y si piensa otra cosa, es porque va en contra de la Escritura, la Tradición, el Magisterio y de la enseñanza unánime de la Iglesia de Cristo, con sus santos, padres y doctores.

Así de simple.
2/09/14 9:24 AM
Luis Fernando
Por otra parte, si alguien piensa que por sus propias fuerzas -o energías- puede mantenerse puro, que se vaya olvidando. Sin el auxilio de la gracia es IMPOSIBLE tal cosa. Ahora bien, si nos cerramos las puertas de la gracia negándonos a llamar pecado a lo que Dios llama pecado, pues entonces nos ponemos en el camino directo hacia la condenación.

Con la gracia de Dios todo es posible. Sin ella, todo es imposible.
2/09/14 9:26 AM
Fran
Manuel Malaga: el Señor solo nos pide misericordia y no sacrificios? ¿de donde sacas eso?. Por ejemplo te pongo a mi mismo, a mi me encanta comer en exceso, es placentero, si por mi fuera me pasaria comiendo y comiendo y tomando litros de bebidas gaseosas pero sin embargo si lo hago se que me voy a engordar, enfermar y terminar por morir, yo "no ofendo a nadie" comiendo pero por algo sabiamente nuestra Iglesia tiene a la gula como un pecado capital, y lo mismo son las pasiones sexuales de cualquier tipo llama lujuria, pueden ser placenteras pero el desenfreno sexual y pasiones desordenadas toleradas no lleva al individuo ni a la sociedad a nada bueno y por eso Dios impone un orden para esas pasiones nos guste o no nos guste; mas bien uno no puede andar haciendo todo lo que le gusta o lo que los sentidos le piden, el dominio de las pasiones no es ninguna perdida de tiempo. Y por supuesto asi como dice Luis Fernando ayudados por la gracia todo es posible y yo mismo lo he experimentado en mi vida.
2/09/14 6:08 PM
violeta castaneda
Un bello testimonio que vale oro!... Como quisiera poder compartirlo con todos los hombres que conozco y que se que son Gay...aunque no lo practiquen. Dios nos ha hecho a todos con un fin...y es la PROCREACION. Eso no puede darse entre dos seres del mismo sexo. Solo ESO ya es una muestra de lo equivocados que estan los que viven en esa vida de pecado. Ojala se den cuenta a tiempo y piensen en que es mas importante la salvacion eterna que las falsa sensaciones de una felicidad ficticia y de un placer enfermizo y que es pasajero, mientras la Vida Eterna...es ETERNA!
2/09/14 9:43 PM
Luis
Muy buen día, he leído su artículo y he tratado de comprender la postura de la iglesia respecto a la homosexualidad y con todo respeto me parece que se aleja bastante del amor al prójimo que Jesús tanto nos profeso. Soy un chavo de 25 años con fuertes bases católicas, soy gay y no he vivido una vida desenfrenada ni de excesos ni pienso hacerlo, hasta el momento no he tenido relaciones sexuales con ninguna persona porque para mi el sexo es algo muy especial que no se hace con cualquiera y estoy buscando a alguien a quien amar con todo mi corazón. Creo que hay otros pecados mucho más graves que cometería si no hubiera aceptado mi orientación sexual, como mentirle a otras personas o mentirme a mi mismo. Creo que cuando hablan de homosexualidad se refieren meramente a la parte sexual como si ser homosexual se limitará solamente a eso. Soy consciente de que el estilo de vida gay tiende a ser promiscuo y lo cuestiono, pero déjenme preguntarles algo ¿Estaría pecando yo si beso y amo a otro hombre? suponiendo que no tenga relaciones sexuales con él, creo que no se esta profundizando lo suficiente en este tema y muchas veces no se busca entender los motivos y los sentimientos de la persona a la que juzgamos. ¿Sí decidiera vivir en castidad pero tuviera un novio al que amo y le demuestro mi afecto mediante abrazos estaría pecando según su postura? porque para mi eso es la homosexualidad, no se limita solamente al sexo.
4/09/14 5:16 AM
Luis Fernando
Luis, dices que eres católico. Bien, pues como católico sabes -no hace falta que te lo explique- que cualquier relación sexual fuera del matrimonio es pecado mortal. Eso no lo enseñan la Iglesia por capricho. Dios lo ha dispuesto así.

Si tú besas y abrazas a otro homosexual, ese hombre va a querer, sí o sí, algo más. Y lo sabes. Así que es mejor que te alejes o no te acerques al mundillo gay.

Si te has mantenido casto hasta ahora, Dios te ayudará a seguir siéndolo el resto de tu vida. Su gracia es más que suficiente para ello.
4/09/14 10:23 AM
Luis
Hola Luis Fernando, hay algunas cosas que me brincan en todo esto. Si el objetivo de nuestra creación es la PROCREACIÓN tal y como lo describe Violeta Castaneda ¿Cómo es que la castidad es un fin noble alcanzable?. En mi particular experiencia no pienso que un beso y un abrazo lleven al sexo, creo que hay toda una parte muy rica emocionalmente que une a dos personas y que no tiene nada que ver con sexo. Si la única alternativa que deja la iglesia a la persona homosexual es la de la vida en castidad y la soledad, de que forma podría yo vivir pleno? En el caso de las conversiones de gay a hetero creo que se corre el riesgo de engañarse a si mismo y engañar a alguien mas, creo que "funcionan" cuando la persona es bisexual y lo único que se hace es reprimir la parte gay. Te lo digo porque yo tuve algunas novias antes y no fue nada grato el resultado, a la última la lastime muchísimo y todo por querer hacer lo correcto, la voluntad de Dios. Mi cuestión aquí es que creo que la iglesia podría escucharnos un poco más, tratar de entendernos y nosotros a la iglesia en un debate con fundamentos porque creo que es muy fácil decir y sugerir cosas que no estamos experimentando en carne propia. Muchas veces sufrimos los juicios la critica, el rechazo de personas que se dicen en gracia de Dios, estoy seguro de que a Jesús le hubiera molestado mucho ver a sus hijos agredir a otros, someterlos a esa denigración que para mi es mucho más fuerte que cualquier pecado de la carne.
6/09/14 8:09 PM
Luis
Espero no estar ofendiendo a nadie con mis comentarios solamente extiendo todas estas dudas que me surgen porque creo que a veces se nos olvida que todos somos seres humanos. He escuchado relatos muy terribles sobre personas heterosexuales que engañan a sus mujeres con cinco o más mujeres, violaciones, violencia intrafamiliar. Creo que la práctica sexual no es en si el pecado creo que va mucho más allá y situaciones tan infames muchas veces son bajadas de nivel cuando se les compara con la homosexualidad. Siendo que en una relación homosexual sana ninguna persona lastima a nadie, son dos personas que se han puesto de acuerdo. Porque Dios condenaría más a una pareja de dos hombres o dos mujeres que viven respetandose y amandose que a una donde el hombre lastima a su mujer, le es infiel, o donde hay violencia y mentiras? Eso es algo que no me hace sentido.
6/09/14 8:21 PM
Luis Fernando
Luis, dices que no se os debe juzgar. Bien, no sé donde vives pero donde vivo yo, no veo que los curas y los fieles vayan por ahí señalando con el dedo a los homosexuales.
Creo que al homosexual cristiano se le ha de acompañar pastoralmente de la misma manera que al resto. Ayudarle a vivir en santidad. No se puede decir que no es pecado lo que es pecado, pero sí se puede acompañar al pecador para llevarle al perdón de Dios y al verdadero arrepentimiento.
No sé qué otra cosa más se puede hacer.
6/09/14 8:29 PM
Luis Fernando
Cuando escribía mi respuesta, me encontré con otro comentario. Dices que en una relación homosexual sana, nadie daña a nadie. Pues mora, resulta que ambas personas se dañan fatalmente pues cometen pecado mortal y ponen su salvación en claro peligro. No sé qué cosa más peligrosa hay en esta vida que eso.

Que los heterosexuales pecan mucho y en modos realmente espantosos no cambia la condición pecaminosa de la relación homosexual.
6/09/14 8:32 PM
Arturo
Hola, muy buenas noches bloggers de InfoCatólica. Su artículo me pareció bastante interesante. No siempre se tienen comentarios autobiográficos de ésta índole. No obstante, también me parece interesante la conversación entre los luises. En primer lugar, sobre el luis gay, tiene bastante razón al comentarnos el sesgo que Morrison tiene en su relato: la homosexualidad, así como la heterosexualidad, no es exclusivamente un acto de sexo entendido como coito. Simplemente es un término designado para explicar hacia que personas uno se siente atraido. Claro, si uno se entiende o presenta como homosexual, denota que es importante para él/ella su sexualidad antes que otra cosa de su personalidad (emociones, cogniciones, entorno,socialización, espiritualidad). No obstante, me parece que cuando Luis dice que es gay lo hace sólo para enfatizar la importancia de su comentario, también autobiográfico. El Luis hetero, por otra parte, entiende perfectamente esto y plantea una gran verdad: la Iglesia Católica NO discrimina a nadie. Sin embargo, en mi experiencia, me encontrado con muchos fieles que de alguna manera u otra señalan a la homosexualidad como algo malo, que debe cambiarse. No nos perdamos, hermanos. En ningún pasaje de la Biblia podemos leer que Dios odia a los homosexuales. Dios no comenta sobre esto por un motivo, no es relevante. Lo relevante es evitar el pecado y hacercanos a Dios de la manera que Él lo haya dispuesto. Ademas, Dios no odia. Es amor. Vivamos en su amor.
7/09/14 7:50 AM

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