Peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad

El Papa reinvindica el derecho a la libertad religiosa en su primer discurso en México

El papa Benedicto XVI ya está en México. En su primer discurso en el país azteca, exhortó a los mexicanos a fortalecer la convivencia pacífica, basada en el respeto a los derechos humanos y libre de «las tinieblas que ofuscan y atenazan» a un continente que está llamado a vivir en la esperanza. En la ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional de El Bajío, el pontífice destacó la necesidad promover la esperanza, pues cambia la existencia concreta de cada hombre y mujer, y genera un «compromiso concreto de caminar a un mundo mejor».

Condenó cualquier tipo de forma de violencia en la sociedad y dijo que pedirá a Dios y a la Virgen de Guadalupe que bendiga al pueblo mexicano, pero sobre todo a aquellos sufren resentimientos y diversas formas de violencia.
México está sumido en una ola de violencia por los enfrentamientos entre los carteles de las drogas y de éstos con las fuerzas de seguridad, que desde diciembre de 2006 se han cobrado la vida de más de 47.500 personas.
Joseph Ratzinger pidió a los mexicanos seguir avanzado en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia.
Además, reivindicó el derecho fundamental a la libertad religiosa en el primero de los cinco discursos que ofrecerá en su primera visita a México, adonde dijo llegar como peregrino de la fe y de la esperanza.
Señaló que durante su visita desea afianzar la fe de los mexicanos y revitalizarla con la escucha de la palabra de Dios, para que puedan compartirla con otros y contribuir a una convivencia respetuosa y pacífica, basa en la inigualable dignidad de todo ser humano.
El máximo jerarca del catolicismo, que pronunció su discurso al lado del presidente mexicano, Felipe Calderón, y de su esposa, Margarita Zavala, agradeció la cálida bienvenida y destacó la hospitalidad de este país, que dijo sentir "de corazón".

(Efe/Ecclesia/InfoCatólica) El Santo Padre condenó cualquier tipo de forma de violencia en la sociedad y dijo que pedirá a Dios y a la Virgen de Guadalupe que bendiga al pueblo mexicano, pero sobre todo a aquellos sufren resentimientos y diversas formas de violencia.

México está sumido en una ola de violencia por los enfrentamientos entre los carteles de las drogas y de éstos con las fuerzas de seguridad, que desde diciembre de 2006 se han cobrado la vida de más de 47.500 personas.

El Papa pidió a los mexicanos seguir avanzado en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia.

Además, reivindicó el derecho fundamental a la libertad religiosa en el primero de los cinco discursos que ofrecerá en su primera visita a México, adonde dijo llegar como peregrino de la fe y de la esperanza.

El Obispo de Roma señaló que durante su visita desea afianzar la fe de los mexicanos y revitalizarla con la escucha de la palabra de Dios, para que puedan compartirla con otros y contribuir a una convivencia respetuosa y pacífica, basa en la inigualable dignidad de todo ser humano.

El Vicario de Cristo, que pronunció su discurso al lado del presidente mexicano, Felipe Calderón, y de su esposa, Margarita Zavala, agradeció la cálida bienvenida y destacó la hospitalidad de este país, que dijo sentir "de corazón".

Discurso completo de Benedicto XVI en su llegada a México:

Me siento muy feliz de estar aquí, y doy gracias a Dios por haberme permitido realizar el deseo, guardado en mi corazón desde hace mucho tiempo, de poder confirmar en la fe al Pueblo de Dios de esta gran nación en su propia tierra. 

Es proverbial el fervor del pueblo mexicano con el Sucesor de Pedro, que lo tiene siempre muy presente en su oración. Lo digo en este lugar, considerado el centro geográfico de su territorio, al cual ya quiso venir desde su primer viaje mi venerado predecesor, el beato Juan Pablo II. Al no poder hacerlo, dejó en aquella ocasión un mensaje de aliento y bendición cuando sobrevolaba su espacio aéreo. Hoy me siento dichoso de hacerme eco de sus palabras, en suelo firme y entre ustedes: Agradezco ­ decía en su mensaje ­ el afecto al Papa y la fidelidad al Señor de los fieles del Bajío y de Guanajuato. Que Dios les acompañe siempre (cf. Telegrama, 30 enero 1979).

Con este recuerdo entrañable, le doy las gracias, Señor Presidente, por su cálido recibimiento, y saludo con deferencia a su distinguida esposa y demás autoridades que han querido honrarme con su presencia. Un saludo muy especial a Monseñor José Guadalupe Martín Rábago, Arzobispo de León, así como a Monseñor Carlos Aguiar Retes, Arzobispo de Tlalnepantla, y Presidente de la Conferencia del Episcopado Mexicano y del Consejo Episcopal Latinoamericano. Con esta breve visita, deseo estrechar las manos de todos los mexicanos y abarcar a las naciones y pueblos latinoamericanos, bien representados aquí por tantos obispos, precisamente en este lugar en el que el majestuoso monumento a Cristo Rey, en el cerro del Cubilete, da muestra de la raigambre de la fe católica entre los mexicanos, que se acogen a su constante bendición en todas sus vicisitudes.

México, y la mayoría de los pueblos latinoamericanos, han conmemorado el bicentenario de su independencia, o lo están haciendo en estos años. Muchas han sido las celebraciones religiosas para dar gracias a Dios por este momento tan importante y significativo. Y en ellas, como se hizo en la Santa Misa en la Basílica de San Pedro, en Roma, en la solemnidad de Nuestra Señora de Guadalupe, se invocó con fervor a María Santísima, que hizo ver con dulzura cómo el Señor ama a todos y se entregó por ellos sin distinciones. Nuestra Madre del cielo ha seguido velando por la fe de sus hijos también en la formación de estas naciones, y lo sigue haciendo hoy ante los nuevos desafíos que se les presentan.

Vengo como peregrino de la fe, de la esperanza y de la caridad. Deseo confirmar en la fe a los creyentes en Cristo, afianzarlos en ella y animarlos a revitalizarla con la escucha de la Palabra de Dios, los sacramentos y la coherencia de vida. Así podrán compartirla con los demás, como misioneros entre sus hermanos, y ser fermento en la sociedad, contribuyendo a una convivencia respetuosa y pacífica, basada en la inigualable dignidad de toda persona humana, creada por Dios, y que ningún poder tiene derecho a olvidar o despreciar. Esta dignidad se expresa de manera eminente en el derecho fundamental a la libertad religiosa, en su genuino sentido y en su plena integridad.

Como peregrino de la esperanza, les digo con san Pablo: «No se entristezcan como los que no tienen esperanza» (1 Ts 4,13). La confianza en Dios ofrece la certeza de encontrarlo, de recibir su gracia, y en ello se basa la esperanza de quien cree. Y, sabiendo esto, se esfuerza en transformar también las estructuras y acontecimientos presentes poco gratos, que parecen inconmovibles e insuperables, ayudando a quien no encuentra en la vida sentido ni porvenir. Sí, la esperanza cambia la existencia concreta de cada hombre y cada mujer de manera real (cf. Spe salvi, 2). La esperanza apunta a «un cielo nuevo y una tierra nueva» (Ap 21,1), tratando de ir haciendo palpable ya ahora algunos de sus reflejos. Además, cuando arraiga en un pueblo, cuando se comparte, se difunde como la luz que despeja las tinieblas que ofuscan y atenazan. Este país, este Continente, está llamado a vivir la esperanza en Dios como una convicción profunda, convirtiéndola en una actitud del corazón y en un compromiso concreto de caminar juntos hacia un mundo mejor. Como ya dije en Roma, «continúen avanzando sin desfallecer en la construcción de una sociedad cimentada en el desarrollo del bien, el triunfo del amor y la difusión de la justicia» (Homilía en la solemnidad de Nuestra Señor de Guadalupe, Roma, 12 diciembre 2011).

Junto a la fe y la esperanza, el creyente en Cristo, y la Iglesia en su conjunto, vive y practica la caridad como elemento esencial de su misión. En su acepción primera, la caridad «es ante todo y simplemente la respuesta a una necesidad inmediata en una determinada situación» (Deus caritas est, 31,a), como es socorrer a los que padecen hambre, carecen de cobijo, están enfermos o necesitados en algún aspecto de su existencia. Nadie queda excluido por su origen o creencias de esta misión de la Iglesia, que no entra en competencia con otras iniciativas privadas o públicas, es más, ella colabora gustosa con quienes persiguen estos mismos fines. Tampoco pretende otra cosa que hacer de manera desinteresada y respetuosa el bien al menesteroso, a quien tantas veces lo que más le falta es precisamente una muestra de amor auténtico.

Señor Presidente, amigos todos: en estos días pediré encarecidamente al Señor y a la Virgen de Guadalupe por este pueblo, para que haga honor a la fe recibida y a sus mejores tradiciones; y rezaré especialmente por quienes más lo precisan, particularmente por los que sufren a causa de antiguas y nuevas rivalidades, resentimientos y formas de violencia. Ya sé que estoy en un país orgulloso de su hospitalidad y deseoso de que nadie se sienta extraño en su tierra. Lo sé, lo sabía ya, pero ahora lo veo y lo siento muy dentro del corazón. Espero con toda mi alma que lo sientan también tantos mexicanos que viven fuera de su patria natal, pero que nunca la olvidan y desean verla crecer en la concordia y en un auténtico desarrollo integral. Muchas gracias.

3 comentarios

clavel
Es que esto es elemental, fundamental, en el siglo XXI. Y parece mentira que aún no exista tal derecho en tantos países, como por ejemplo en España, si es que se obliga al Obispo de Jaén a contratar como profesora de religión a esa señora divorciada. O si se permite que se hagan manifestaciones, procesiones que se ríen de nuestra fe católica, osea ofenden a los cristianos, o se niegan subvenciones a colegios donde se dan clases por separado a chicos y chicas. Todo eso es contra la libertad religiosa.
24/03/12 11:10 AM
Javiergo
Clavel, tienes razón. Eso sí, afortunadamente, la Delegación del Gobierno en Madrid ha prohibido la procesión atea al reconocer que se trataba de un atentado contra la libertad religiosa, aparte de una provocación por querer celebrarse en Jueves Santo. No tenían otro día en todo el año, ¿eh? Los hechos nos demuestran tozuda y reiteradamente que, tengan o no adscripción política, los ateos, en cualquier parte del mundo, son malos, aviesos, impíos, perversos y, sean o no conscientes de ello, siervos de satanás. Por sus hechos turbios y oscuros se les conoce. Por eso hemos de pedir por su conversión y evangelizarlos pues Dios quiere que todos los seres humanos se salven. Son nuestra prioridad, y su conversión comenzará el día en que se den cuenta de que con sus actos blasfemos, no es a Dios, sino a ellos mismos a quienes están haciéndose daño, cerrándose el camino de su salvación.
24/03/12 6:57 PM
maria-a
Viva el Papa!!
Bienvenido Santo Padre a Hispanoamérica!!

Bendiciones!!
25/03/12 3:46 AM

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