Discurso del Cardenal Müller a los Obispos de Chile

Estimados hermanos en el episcopado:

1. Esta es la ocasión adecuada para que como colaborar director del Papa Francisco, en un ámbito particularmente difícil del quehacer de la Iglesia, pueda trasmitirles algunas reflexiones que estimo de particular importancia en el momento que vive la Iglesia en el mundo y también en Chile.

Omnes cum Petro

2. Resuenan en nuestro oídos, como lo hizo en los de los apóstoles, de quienes somos sucesores, la afirmación precisa del Señor: «Tú eres Simón, el hijo de Juan; tú serás llamado Cefas, que quiere decir Pedro (Jn 1,40 - 42). También aquel testimonio de Pedro, al preguntar Jesús a sus discípulos: ¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del hombre? Ellos contestaron: Unos, que Juan el Bautista; otros, que Elías; otros, que Jeremías u otro de los profetas. Y El les dijo: Y ustedes, ¿quién dicen que soy? Tomando la palabra Simón Pedro, dijo: Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo. Y Jesús, respondiendo, dijo: «Bienaventurado tú, Simón Bar Jona, porque no es la carne ni la sangre quien esto te ha revelado, sino mi Padre, que está en los cielos. Y yo te digo a ti que tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré yo mi iglesia, y las puertas del infierno no prevalecerán contra ella. Yo te daré las llaves del reino de los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos, y cuanto desatares en la tierra será desatado en los cielos. (Mt 16, 13-19). Con particular fuerza hoy hemos de meditar las advertencias y certezas que Jesús trasmitió a Pedro «Simón, Simón, Satanás te busca para asecharte como trigo; pero yo he rogado por ti para que no desfallezca tu fe, y tú, una vez convertido, confirma a tus hermanos. (Lc 22, 31-32) y le mandó apacentar las ovejas, que Pedro recibe después de proclamar su amor a Jesús (Jn 21, 15-17).

3. En un tiempo en que en algunos ambientes de la Iglesia la unidad con la Cabeza parece perder la vitalidad que es necesaria en nuestra fe, estimo, queridos hermanos en el Episcopado, que es necesario una reafirmaron personal de nuestra unión al Papa, siguiendo el sabio consejo de San Pedro Crisólogo en la carta a Eutiques: «Te exhortamos, venerable hermano, a que aceptes con obediencia todo lo que ha escrito el santísimo Papa de Roma; porque el bienaventurado Pedro, que vive y preside en su propia sede, ayuda a los que buscan la verdad de la fe. Puesto que nosotros, en aras de la paz y de la fe, no podemos tratar temas que afecten a la fe sino en comunión con el obispo de Roma» (San Pedro Crisólogo, Carta a Eutiques, 2).

Suaviter in modo, fortiter in re

4. Estar con Pedro en la confesión de la verdadera fe católica es particularmente exigente para los que, en nombre del Señor, unidos a la Cabeza, rigen las Iglesias particulares diseminadas por el mundo entero, en las cuales y desde las cuales existe la única y santa Iglesia Católica. Son muchos los desafíos que hoy afectan a la fe, también en esta América y en esta tierra chilena. Debemos pedir al Señor el coraje de afrontarlos con sabiduría y fortaleza.

5. Algunos de esos desafíos provienen de la ignorancia y nos mueven a trabajar con mayor fuerza en la tarea evangelizadora y misionera en que esta empeñada la Iglesia en América Latina y en el Caribe, fruto de la Conferencia de Aparecida. Otros provienen de ambientes teológicos y pastorales en los cuales se han introducido errores y deformaciones, que nosotros como pastores debemos descubrir, juzgar y corregir. Es una ámbito difícil, pero necesario y siempre presentes en nuestro compromiso de pastores del pueblo de Dios. Santo Tomas es particularmente exigentes con nosotros: «Si la sal se vuelve sosa... Quienes estando puestos como cabezas de otros fallan, para nada aprovechan, sino para ser arrojados de su oficio de enseñar (Santo Tomás, en Catena Aurea, vol. 1, p. 262).

6. En tal sentido, además de la personal labor de cada Obispo en su diócesis, que es insustituible y necesaria y no delegable en otros organismos, es necesario que la Comisión Doctrinal de la Conferencia episcopal sea un organismos vivo y actuante, que con la ayuda de expertos verdaderamente fieles a la fe, esté presente en los debates doctrinales y aporte la perspectiva católica con autoridad, siendo uno verdadero instrumento de colaboración para la Conferencia y los Obispos que lo requieran.

La Conferencia episcopal, límites y aportes

7. Como sabemos desde la creación de las Conferencias episcopales, fruto de los trabajos del Concilio Vaticano II, se continúa un constante discernimiento acerca de su misión, naturaleza y forma de actuar en bien de las Iglesias particulares que ellas agrupan. El Papa San Juan Pablo II, luego de un tiempo de larga reflexión y en repuesta a una petición de los Obispos en el Sínodo de 1985, hizo publicar la Carta Apostólica Apostolos suos, en 1998. Hoy sigue siendo motivo de preocupación y estudio el hecho real de que ciertos casos la acción de las Conferencias episcopales han afectado, con mayor o menor fuerza, según las regiones, la responsabilidad «iure divino» del Obispo diocesano, de manera que sigue siendo muy vigente lo que el Papa Juan Pablo señaló, en cuanto que las Conferencias están «para ayudar a los Obispos y no para sustituirlos» (n.18). Como sabemos, ese documento vino a clarificar algunas ideas que estaban circulando en algunos ambientes teológicos, en relación al carácter de las mismas, expresando que ellas existen para «el ejercicio conjunto de algunos actos del ministerio episcopal» (n.3) y no en cuanto forma de ejercicio de una actividad colegial episcopal, que por su naturaleza misma corresponde a todo el colegio de los Obispos, siempre con su cabeza y nunca si ella. Asimismo, quiso explicar que los documentos magisteriales sólo pueden existir o representar de algún modo a los Obispos con el consentimiento unánime de todos y cada uno de ellos (cf. 20).

8. Las consecuencias pastorales de una adecuada concepción y actuación de las Conferencias episcopales son evidentes. El Papa Francisco ha querido dar un signo en tal sentido al promulgar las normas sobre los procedimiento para declarar la nulidad del vínculo matrimonial, atribuyendo, como es de propia naturaleza, a los Obispos diocesanos un papel esencial en la decisión de estas delicadas cuestiones y haciendo así más cercano a los que sufren en este ámbito, la persona y la figura del Obispo.

Peligros actuales del relativismo ético

9.. Resulta muy evidente que en algunos ambientes de la enseñanza de la fe hoy se han introducido elementos propios del protestantismo liberal. Esto es quizá más evidente en naciones europeas, pero no deja de estar presente en la realidad de América Latina. Una deficiente comprensión de la naturaleza teológica de las Conferencias episcopales, tal como he señalado, tiene un inmediata derivación en el peligro de asumir el estilo organizacional de la comunidades reformadas. Si bien no se trata de un planteamiento teológico per ser se traduce en la existencia de un «estilo pastoral» uniforme, semejante a una «iglesia nacional», que se puede constatar en ciertas acentuaciones de contenidos y procedimientos y en la necesaria adaptación de los esquemas pastorales diocesanos a esas acentuaciones y contenidos. Es necesario evitar que el servicio pastoral de los Obispos en los diversos encargos de la Conferencia episcopal se transformen, de facto en una especie de gobierno central de la Iglesia en un país o región, que sin ser obligatorio, se hace de tal manera presente en el ámbito de las Iglesias particulares, que no seguirlo se considera como una falta de comunión eclesial. La unidad en la diversidad es uno de los dones que el Señor ha regalado a su Iglesia y es necesario que cada pastor sienta que tiene la plena libertad para organizar y conducir su grey conforme le inspira la acción del Espíritu Santo, en sintonía y comunión con sus inmediatos colaboradores.

10. Como ya lo advirtió el Papa Juan Pablo, luego con muchas fuerza Benedicto XVI y ahora el Papa Francisco, la tendencia al relativismo se ha presentado en el mundo de una manera violenta y por estar nosotros inmersos en él, también en la Iglesia se ha hecho presente. Tiene muchas manifestaciones. Recordemos el rechazo que provocó en algunos ambientes teológico las Declaración Dominus Iesus, de 6 de agosto del año 2000. Ese ambiente no ha cedido y continua presente y tiene nuevas manifestaciones, que como pastores debemos ser capaces de escrutar, analizar e iluminar. Una de ella es un cierto sincretismo religioso que ha pretendido equiparar las enseñanzas de diversos idearios religiosos con la fe cristiana, relativizando la Revelación cristiana.

11. En un sentido parecido ese relativismo ha influido también en las relaciones con otras confesiones cristianas, mediante un ecumenismo que en algunas ocasiones nos hace abandonar el mensaje cristiano autentico, para sólo anunciar verdades religiosas meramente naturales. También como consecuencia de ese relativismo las verdades antropológicas esenciales sobre la persona humana se han diluido, siendo la expresión más evidente el primado de la teoría del género, que implica un cambio antropológico completo en la concepción cristiana de la persona humana, del matrimonio, de la vida, etc.

12. Conozco que también en Chile en los últimos años este relativismo ha llegado con fuerza y que la teoría del gender se ha abierto paso en los ambientes y en las leyes sobre la familia y la defensa de la vida desde la concepción hasta la muerte natural. En algunos ámbitos de desarrollo más sistemático de los estudios teológicos, en continuidad con algunas versiones de la teología de la liberación se prosigue cultivando nuevas «teologías» de carácter indigenistas, feministas y ecologistas; que son formas radicales de adaptación de la fe a las circunstancias vitales de los pueblos.

13. Pienso que esto es un motivo de profunda reflexión para los pastores y que no sólo se trata de oponerse a ello, sino proponer caminos para recuperar los ambientes perdidos. San Agustín en el Sermón sobre los Pastores dice que el Señor «quiso fortalecer de antemano nuestros oídos contra los que, según Él mismo advirtió, se habían de levantar a lo largo de los tiempos diciendo «vean aquí a Cristo, mérenlo allá». Y nos mandó que no les diésemos crédito. No tendríamos excusa alguna si no hiciéramos caso a la voz del Pastor, tan clara, tan abierta, tan patente, que ni el más miope y torpe de inteligencia puede decir: no he entendido» (Sobre la unidad de la Iglesia, 11, 28).

La disidencia teológica

14. Como en muchos países, también en Chile, los Obispos han debido enfrentar la disidencia teológica, sobre todo en material relativas a la moral católica, como también en otras áreas académicas de vital importancia. Es un fenómeno que siempre ha sido objeto de estudio por parte de la Congregación, que sin embargo en las últimas décadas ha estado particularmente presente. Se impone a los pastores en esta materia una vigilancia y una acción prudente pero clarificadora, especialmente cuando lo que se ve afectado es la enseñanza de la fe. «Como sucesores de los Apóstoles, los pastores de la Iglesia «reciben del Señor... la misión de enseñar a todas las gentes y de predicar el Evangelio a toda criatura, a fin de que todos los hombres logren la salvación... ». Por eso se confía a ellos el oficio de guardar, exponer y difundir la Palabra de Dios, de la que son servidores». (Instr. Donun veritaris, 14)

15. En tal sentido no es suficiente la denuncia y la comunicación a las instancias superiores, sino que es necesario con valentía y audacia rectificar los errores y usar los medios de comunicación para que resulte patente a todos la verdad, que siempre debe resplandecer. «En todas las épocas la teología es importante para que la Iglesia pueda responder al designio de Dios que quiere que: «todos los hombres se salven y lleguen al conocimiento de la verdad» (1 Tm 2, 4). En los momentos de grandes cambios espirituales y culturales es todavía más importante, pero está también expuesta a riesgos, porque debe esforzarse en «permanecer» en la verdad (cf. Jn 8, 31) y tener en cuenta, al mismo tiempo, los nuevos problemas que se presentan al espíritu humano. En nuestro siglo, particularmente durante la preparación y realización del Concilio Vaticano II , la teología ha contribuido mucho a una más profunda «comprensión de las cosas y de las palabras transmitidas», pero ha conocido también y conoce todavía momentos de crisis y de tensión. (Instr. Donun Veritatis, 1).

16. Como sabemos el disenso teológico puede tener diversos aspectos. Su forma más radical pretende el cambio de la Iglesia según un modelo de protesta inspirado en lo que se hace en la sociedad política. Cada vez con más frecuencia se cree que el teólogo sólo estaría obligado a adherirse a la enseñanza infalible del Magisterio, mientras que, en cambio, las doctrinas propuestas sin la intervención del carisma de la infalibilidad no tendrían carácter obligatorio alguno, dejando al individuo en plena libertad de adherirse o no, adoptando así la perspectiva de una especie de positivismo teológico. (cfr. Ibíd., 33). Es importante lograr que quienes se mantienen en ese disenso, sepan que «en estos casos el teólogo evitará recurrir a los medios de comunicación en lugar de dirigirse a la autoridad responsable, porque no es ejerciendo una presión sobre la opinión pública como se contribuye a la clarificación de los problemas doctrinales y se sirve a la verdad (Ibíd, 30).

17. Para un espíritu leal y animado por el amor a la Iglesia, disentir de la enseñanza de la Iglesia ciertamente representa una prueba difícil. Puede ser una invitación a sufrir en el silencio y la oración, con la certeza de que si la verdad está verdaderamente en peligro, terminará necesariamente imponiéndose (cf. Ibíd., 31)

El influjo de las ciencias humanas en la teología

18. Un aspectos que hoy ha surgido como elemento nuevo es la prevalencia de los aportes de las ciencias humanas para el análisis teológico. En particular aquellas que consisten en rastrear el sentir del pueblo de Dios sobre algunas materias e intentar luego presentar esos antecedentes como parte de los que seria un nuevo sentir de los fieles, diverso al que por décadas, centurias o milenios ha existido. «El disenso apela a veces a una argumentación sociológica, según la cual la opinión de un gran número de cristianos constituiría una expresión directa y adecuada del sentido sobrenatural de la fe».(Ibíd., 35)

19. En realidad las opiniones de los fieles no pueden pura y simplemente identificarse con el «sensus fidei». Este último es una propiedad de la fe teologal que, consistiendo en un don de Dios que hace adherirse personalmente a la Verdad, no puede engañarse. Esta fe personal es también fe de la Iglesia, puesto que Dios ha confiado a la Iglesia la vigilancia de la Palabra y, por consiguiente, lo que el fiel cree es lo que cree la Iglesia. Por su misma naturaleza, el «sensus fidei» implica, por lo tanto, el acuerdo profundo del espíritu y del corazón con la Iglesia, el «sentire cum Ecclesia». (Ibíd.)

20. Se hace evidente algunas veces la falta de distinción y confusión entre la vida espiritual y la dimensión psicológica de las personas, analizadas con modernas metodologías. Este aspecto afecta los procesos formativos de las personas, tanto al sacerdocio, como a la vida consagrada como también de los agentes pastorales laicos. Las diversas corrientes psicológicas presentan una fuente de conocimiento de las personas humanas que parece infalible; y sus metodologías como el camino seguro para obtener resultados de estabilidad, normalidad y desarrollo personal; con esto se las asume como camino principal de discernimiento vocacional, formación y crecimiento interior. De aquí se deriva la desaparición o poca valoración de la importancia de la gracia divina en la vida espiritual, que queda reducida a un nivel meramente natural; y se produce una desfiguración de la finalidad de los sacramentos, de la oración y de las enseñanzas tradicionales de la Iglesia acerca de la vida cristiana y vocacional.

Partir del dato de la fe

21. En este escrutar la realidad, como parte del quehacer teológico, incluso en ciertas ocasiones se consideran «signos de los tiempos» toda clase de acontecimientos, modos de pensar y de actuar de los contemporáneos, a partir de los que se reflexiona y decide qué rumbo debe tomar la Iglesia en su acción pastoral. Se dice con cierta facilidad que estos signos constituyen un «hablar» de Dios a su Iglesia. De esta manera la Revelación divina (común, objetiva y universal) queda relativizada; y la Sagrada Escritura se ubica al servicio de estos contenidos para «iluminarlos». De este modo la «pastoral» puede quedar reducida a un conjunto de intervenciones humanas, tanto en lo individual como en lo colectivo, centradas en asuntos temporales. Y por tanto, se hace patente la ausencia de las dimensiones trascendentes, salvíficas y sobrenaturales en la misión pastoral de la Iglesia. Es necesario volver a insistir que nuestra reflexión teológica y sus consecuencias pastorales deben partir del dato revelado, de aquí la importancia de una enseñanza adecuada de los contenidos de Catecismo de la Iglesia Católica, que San Juan Pablo II entregó a la Iglesia señalándolo»...como un instrumento válido y autorizado al servicio de la comunión eclesial y como una norma segura para la enseñanza de la fe» (Constitución Apostólica Fidei Depositum, 4).

22. El texto fundamental en este sentido es el Decreto Optatam totius número 16, donde se piensa en la enseñanza de las disciplinas teológicas a la luz de la fe y bajo la guía del Magisterio de la Iglesia. En él se reconoce claramente la dimensión no sólo científica, en el sentido aristotélico y moderno de la palabra, sino también especulativo-ontológico de la teología; más aún, la teología misma se considera en función de la vida total concreta de la Iglesia, de los fieles y del teólogo. Este procedimiento supone que todo el trabajo teológico ha de estar animado y sostenido por la sagrada Escritura. Las diversas etapas prevén el estudio del tema bíblico, la ilustración de la aportación reflexiva ofrecida por la tradición patrística y por la historia del dogma en el contexto de la historia de la Iglesia, la profundización especulativa, la exposición dirigida a mostrar el nexus mvsteriorum inter se y su integración en las diversas formas de la vida de la en Iglesia (sobre todo litúrgica y espiritual), la responsabilidad teológica frente a los problemas del hombre contemporáneo. El punto de partida de la investigación teológica, a diferencia de la filosofía, es «dogmático» en el sentido de que se identifica con la Palabra de Dios, entendida globalmente, que nunca podrá poner en discusión la reflexión teológica sin fallar a su estatuto epistemológico, a su misma constitución de inteligencia de la fe. Esta Palabra de Dios es la que exige ser conocida y comprendida cada vez mejor. En esta inteligencia de la fe la teología procede con su propio método (fides quaerens intellectum). Los dos momentos principales de su actuación son el momento positivo del auditus fidei (toma de conciencia de la fe de la Iglesia a través de su desarrollo histórico a partir del tema bíblico) y el momento reflexivo del intellectus fidei en sus niveles explicativo, especulativo y actualizante. Así pues, el objeto del trabajo teológico es la fe de la Iglesia en su referencia a la divina revelación, respecto a la cual la teología se pregunta sobre el quid sit: ¿qué es lo que significa?, ¿cómo puede interpretarse y hacerse inteligible para el hombre?, ¿cómo destacar la importancia interior que tiene para él?

El trabajo de la Iglesia por los ambientes sanos que eviten el abuso

23. Conozco bien que la Iglesia en Chile han sufrido como pocas naciones por los abusos de algunos clérigos. Es un tema doloroso y complejo que ha sido abordado por muchas Conferencias episcopales, pero en el que la chilena lleva la delantera, con la reciente aprobación y promulgación, como ley para cada jurisdicción eclesiástica, de las Líneas Guía, «Cuidado y Esperanza», que ya están en aplicación en todo el país.

24. Desde el Papa Juan Pablo y luego Benedicto XVI se han asumido políticas claras y sostenidas, siendo la Congregación la llamada a resolver estos asuntos. El Papa Francisco, como sabemos ha continuado con mayor empuje y decisión ese trabajo. Pero es completamente necesaria una acción decidida de los Obispos en sus propias diócesis, tendiente a crear ambientes pastorales sanos, donde el abuso de poder, que es siempre el antecedente de los abusos sexuales, sea completamente erradicado.

25. Junto a ello, como se ha hecho en otras naciones, deben ser igualmente decididas la acciones de prevención y deben actuarse políticas eficaces de protección de los menores que han sido abusado, mediante medidas sicológicas, médicas y pastorales eficaces, que incluyen como elemento esencial la reparación de los males provocados. Me parece especialmente destacable de este documento del Episcopado chileno, los principios fundamentales establecidos, sintetizados en la protección de los menores de edad, la integridad del ministerio sacerdotal, el compromiso con la transparencia y responsabilidad y la colaboración con la sociedad y las autoridades. Estos principios debidamente conjugados darán como resultado que hagamos desaparecer de la vida de la Iglesia este flagelo que tanto mal a hecho a personas inocentes y ha quitado el prestigio de la Iglesia.

26. Estimados hermanos Obispos, demos gracia al Señor por todos los dones que ha hecho a la Iglesia y todo el bien que ella ha realizado en bien de los habitantes de esta tierra bendita. El Señor nos da muchos motivos de alegría, pero como todos sabemos, esa alegría tiene siempre sus raíces en forma de cruz. Pidamos a nuestra Madre del Cielo, en la advocación del Carmen, Reina y Patrona de Chile, que nos haga siempre ser fieles a su Hijo y a la Iglesia que el nos dejo como sacramento de salvación.

Card G. Muller. Prefecto de la Congregción para la Doctrina de la Fe.